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Andrés Avelino, 'El Candasu', a la derecha, con sus compañeros de El Lavaderu a los que envenenó con un producto de deshabituación alcohólica. E. C.
El caso que conmocionó a Gijón: el misterio del envenenador de la sidrería El Lavaderu once años después
Crónica negra

El caso que conmocionó a Gijón: el misterio del envenenador de la sidrería El Lavaderu once años después

Andrés Avelino Fernández, conocido como 'El Candasu', envenenó a sus compañeros del negocio hostelero de Cimavilla durante nueve años. El caso, desvelado por este periódico, protagoniza hoy un documental de televisión

Olaya Suárez

Gijón

Miércoles, 2 de octubre 2024, 19:59

Ingresos hospitalarios, desmayos, bajas médicas, pérdida de 30 kilos de peso en apenas dos meses, depresiones, cuadros médicos graves sin causa aparente, despidos laborales por bajo rendimiento... Los efectos del Colme en los empleados de El Lavaderu fueron devastadores. Detrás de todo ese calvario que sufrieron una veintena de personas está Andrés Avelino Fernández, el pinche de cocina de la conocida sidrería gijonesa que acabó condenado a 36 años de prisión por envenenar durante al menos nueve años a sus compañeros administrándoles el producto de deshabituación alcohólica en la comida y la bebida. ¿El motivo? Continúa siendo un misterio. Para los afectados la finalidad está clara: hacer el mal. Y todo cuando Andrés Avelino, conocido como 'El Candasu', les agasajaba con atenciones, aparentemente los cuidaba, se preocupaba con ellos, salía con las víctimas de fiesta y siempre tenía una sonrisa y una buena palabra para ellos. Pero por detrás les estaba intentando matar.

El caso, que causó una auténtica conmoción en la ciudad por tratarse de una de las sidrerías más emblemáticas del barrio de Cimavilla, fue desvelado en febrero de 2013 por este periódico. Una exclusiva de la que luego se hicieron eco todos los medios a nivel nacional y que todavía hoy, doce años después, protagoniza un programa en 'prime time' que se emitirá en La Sexta. Este periódico recuerda cómo, a través de sus páginas, siguió uno de los episodios policiales más intrigantes de la crónica negra reciente.

Las primeras sospechas que se cernieron sobre él se manifestaron en octubre de 2012, cuando su jefe y el resto de la plantilla comenzaron a atar cabos y observar que todos enfermaban. Todos, excepto el ayudante de cocina y su compañera Eva. Sufrían dolencias y patologías para las que los médicos no encontraban el origen, pero que les llevaban a tener que quedar frecuentemente de baja e incluso a ingresar en el hospital. La supuesta constatación a sus indicios llegó el día que uno de los camareros vio cómo Andrés Avelino sacaba del uniforme de trabajo un pequeño bote y echaba unas gotas del contenido en un café que luego sirvió a otro compañero. Ese compañero enfermó horas después tras tomar un vino, con mareos, vómitos y problemas gástricos.

El siguiente objetivo era obtener una muestra de esa sustancia que ya parecían tener claro que estaba detrás de todos los males que les aquejaban. Consiguieron hacerse con dos botes que 'El Candasu' ocultaba en el mandil. Con las mismas acudieron a la Comisaría del Cuerpo Nacional de Policía. Ahí todo saltó por los aires cuando se reveló que ese producto era Colme, una sustancia de deshabituación alcohólica que mezclado con muy poca cantidad de alcohol tenía graves efectos adversos. Andrés Avelino fue detenido. Por entonces tenía 57 años, llevaba toda la vida trabajando en la hostelería y tenía, aparentemente, muchos amigos. A casi todos ellos les había intentado envenenar. Negó la mayor y se defendió atacando: «Eran ellos los que iban a trabajar borrachos y bajo los efectos de las drogas», dijo, para estupefacción de las 19 víctimas que ejercieron la acusación particular durante el procedimiento judicial.

Una de las víctimas: «Adelgacé 30 kilos y me despidieron»

Fue condenado inicialmente a 48 años de cárcel por 19 delitos y faltas de lesiones. Recurrió la sentencia y meses después la Audiencia Provincial revocó el fallo de primera instancia, rebajando la pena a 36 años de cárcel. Permaneció en la prisión asturiana ocho años y en la actualidad se encuentra en libertad. El tercer grado le fue concedido tras cumplir parte de la acumulación de las condenas (doce delitos de lesiones y seis faltas de lesiones), por tener un buen comportamiento en la cárcel y con la condición de comparecer periódicamente ante las instituciones penitenciarias.

«Es indignante que después de todo lo que ha hecho y la pena de cárcel que le cayó, esté ya en la calle, pero es la ley, no se puede hacer nada más. Por suerte ahora estoy bien y he pasado página, pero lo pasé muy mal durante años. Adelgacé 30 kilos e incluso me llegaron a despedir por bajo rendimiento. A la larga incluso lo agradecí, porque si me llega a seguir envenenando habría muerto», lamenta Fernando Navareño, una de sus víctimas.

Andrés Avelino está en la calle. Se pasea por Gijón y a lo largo de los últimos tiempos se ha cruzado con varias de sus víctimas. Sobre él pesa aún una condena de 36 años. Lo que pesa su conciencia sigue siendo una incógnita, la misma tras la que se esconden sus motivos para hacer enfermar durante años a los que hacía llamar «sus compañeros y amigos».

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