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-«Buenas noches. Me han clavado un cuchillo en la cabeza. La persona que me ha atacado va vestida de negro con una chaqueta de Los Lakers».
-«Vale vale, he tomado nota de todo, pero... ¿usted cómo está?».
-«Estoy consciente, de pie, pero ... todavía tengo el cuchillo clavado».
Así transcribe Antonio Pozo (45 años) la conversación que mantuvo con un agente de la sala del 092 de la Policía Local de Mijas la noche del 24 de enero.
-«Van para allá», se despidió.
Pasaron cuatro, cinco, seis minutos. Antonio se palpó la cabeza y el cuchillo seguía ahí. A los siete minutos llegó la Policía Local y después la Guardia Civil.
Los agentes no daban crédito a lo que veían. Uno de ellos hasta le hizo una foto con el cuchillo incrustado en la cabeza. Cuesta creer que la imagen sea real. «Parece un disfraz de Halloween», le dijo el propio Antonio a un amigo que se resistía a verla por su dureza.
Los sanitarios del 061 decidieron no extraer el cuchillo. Le vendaron la cabeza como si fuera un turbante para inmovilizar el arma blanca y le colocaron una vía para trasladarlo al hospital. Mientras lo asistían en la uvi móvil, recibió una noticia que lo tranquilizó: una patrulla de la Policía Local había detenido al agresor.
Antonio asegura que sólo lo preguntó una vez. Fue en la ambulancia, de camino al Hospital Regional de Málaga. «¿Voy a vivir?». Los sanitarios le transmitieron confianza, pero le advirtieron de que, además de estudiar los daños en el cerebro, aún quedaba lo más peligroso: sacar el cuchillo. Había que extraerlo exactamente en el mismo ángulo en el que entró.
En urgencias del Hospital Regional lo atendieron dos neurólogos. Le hicieron un escáner y comprobaron que la hoja del cuchillo había llegado a atravesar el cráneo -de hecho, se quedó incrustada en él- y estaba rozando el cerebro. «Un milímetro más y los daños habrían sido irreversibles o me habría causado la muerte», confiesa el propio Antonio.
El equipo médico le anunció que debían operarlo de urgencia. Antonio despertó a la mañana siguiente en la unidad de cuidados intensivos (UCI) del hospital. «Me explicaron que me había fisurado el cráneo y que me habían tenido que poner una chapa a modo de parche. Durante la operación exploraron la zona que podía estar afectada y comprobaron que no había más lesiones ni un derrame interno», aclara.
El caso de Antonio es tan extraordinario que hasta está siendo estudiado por los profesionales del Instituto de Medicina Legal (IML) de Málaga. Por ahora, no tiene secuelas graves -son más psicológicas que físicas-, aunque el riesgo de infección aún no ha desaparecido del todo. Le colocaron 20 grapas en la cabeza, donde le queda una cicatriz que le recuerda cada día lo que pasó. Esto fue, según su versión, lo que ocurrió.
Aquella noche se entretuvo viendo un programa de la tele y se le hizo más tarde de lo habitual. Antes de irse a dormir, sacó a pasear a 'Golfo', el bichón maltés con el que convive en su piso de Mijas. Tampoco hizo el recorrido habitual, porque se encontró de frente con un perro más grande y decidió cambiar de acera y dirigirse a la zona del recinto ferial.
Al llegar, observó que una persona caminaba hacia él. No pudo ver su rostro hasta que lo tuvo cerca porque llevaba puesta la capucha de la sudadera. «Me echó una mirada sospechosa, pero no le di importancia», relata. Justo en ese momento 'Golfo' le tiró de la correa porque necesitaba orinar y eso hizo que Antonio frenara y se girara. «Entonces, me dio la puñalada. No dijo absolutamente nada. Ni una palabra», recuerda.
Al principio, continúa, pensó que le había dado un puñetazo, porque principalmente sintió el golpe seco en su cabeza. Creyó que venían a robarle. «El niño me miró, se miró la mano y se le descompuso la cara». El cuchillo no tenía guarda al final del mango, por lo que la mano del agresor resbaló sobre él por la violencia del golpe y se cortó los tendones.
Antonio comenzó a gritar pidiendo auxilio. Pretendía que alguien lo escuchara, pero era tarde y no había nadie en la calle en ese momento. El joven que acababa de atacarlo salió corriendo. Él llamó a emergencias y, justo después, a una amiga que vivía cerca para que se hiciera cargo de 'Golfo'. «Mi perro me salvó la vida. Si no se para a hacer pipí, me habría atacado por la espalda. Pienso que iba directo al cuello».
Antonio anduvo un poco y empezó a sentir el dolor. Se tocó la cabeza y comprobó que tenía, «firme», un cuchillo de grandes dimensiones incrustado en el cráneo. «No fui consciente de que me había atacado con un arma blanca hasta minuto y pico después», añade.
Una patrulla de la Policía Local que había recibido el aviso de la sala del 092 y que venía calle abajo se encontró de frente con un chaval que vestía una chaqueta de Los Lakers. Estaba a unos 700 metros del lugar donde fue apuñalado Antonio y sangraba abundantemente por una de sus manos. Era un chico marroquí de 16 años.
«No lo había visto en mi vida. Esa persona salió a cazar, iba a matar, y yo sólo estaba en el lugar y en el momento equivocado. Tengo clarísimo que iba a matarme por la violencia con la que me golpeó. Me tranquilizó que estuviera detenido, pero seguía sintiendo impotencia porque no entendía, ni entiendo, el motivo», reflexiona.
Antonio es muy conocido en la zona porque lleva media vida ejerciendo de gruista en Fuengirola. En algún momento, tanto a él como a su jefe se les pasó por la cabeza que pudiera ser una venganza. «Sólo soy un trabajador, no me meto con nadie. Mi empleo puede ser desagradable para el ciudadano, pero de ahí a tomar represalias de este modo, algo tan excesivo... », se lamenta.
Según la víctima, la policía informó a su jefe de que el ataque no guardaba relación con su trabajo, lo que le sigue dejando la misma incógnita. «No paro de preguntarme por qué un niño viene a quitarme la vida. Y porque clavó el cuchillo en hueso y no pudo retirarlo, si no, quizá habría seguido dándome puñaladas».
La impotencia que sentía Antonio se tornó en indignación cuando compareció en la Fiscalía de Menores en la investigación en curso. «El abogado [de la defensa] me preguntó si el cuchillo era mío y que cómo me lo había clavado, como si me lo hubiese hecho yo solo».
Al parecer, el joven alegó que había sido Antonio quien le atacó y él sólo se defendió. Por el momento, el joven sigue internado en un centro de reforma y se le investiga por intento de homicidio. Antonio continúa de baja, recuperándose de lo sucedido. Pero vive para contarlo.
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