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La espermidina, una molécula presente en nuestras células y habitual en los suplementos antiedad, ha demostrado su efectividad para mejorar la fertilidad en ratones. Así lo asegura un grupo de investigadores chinos, que publicaron los resultados ayer en la revista 'Nature Ageing'. En concreto, los ... ratones hembra tratadas con espermidina tuvieron el doble de crías por camada que las que no recibieron los suplementos. «Nuestro estudio indica que la insuficiencia de espermidina en los ovarios podría ser uno de los principales contribuyentes a la disminución relacionada con la edad en la calidad de los ovocitos y la fertilidad femenina», explican.
Descubierta en los años 70 del siglo pasado, esta molécula debe su nombre a que fue encontrada por primera vez en el semen. Sin embargo, está presente en todas las células del cuerpo y, en bajas cantidades, en alimentos como setas, legumbres, queso curado, cereales integrales y germen de trigo. Su función está relacionada con el crecimiento y la función celular, ya que estimula el proceso de autolimpieza de las células para mantenerlas jóvenes y sanas. En concreto, cuando se encuentra en la proporción adecuada, ayuda a estabilizar la estructura del ADN, pero su exceso puede provocar la muerte -apóptosis- de las células. En el caso de los ovocitos -los óvulos en su fase más temprana- de las ratonas, empeora su calidad.
El próximo objetivo de los científicos es colaborar con un centro de medicina reproductiva para ensayar los efectos de la molécula en los óvulos y en la fertilidad de humanos. «Esperamos ayudar a mujeres que intentan concebir a edades avanzadas», aseguran los científicos.
Además de su efectividad contra el envejecimiento y su capacidad para aumentar la fertilidad -esta última, como queda dicho, por el momento solo en ratones- la espirmidina fue recomendada en los primeros momentos de la pandemia de Covid por su capacidad para fortalecer el sistema inmune. Hace apenas tres meses, un estudio europeo comprobó su capacidad para frenar la transmisión de una variante del VIH. Y otra investigación publicada en septiembre del año pasado sugería que podía ayudar también en el tratamiento de la enfermedad del hígado graso no alcohólico. Se trata de una acumulación de grasa en este órgano por una dieta inadecuada y el sedentarismo que que afecta a 1.500 millones de personas en todo el mundo.
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