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Las capas subterráneas bajo el distrito financiero de Chicago. A. Rotta Loria | Northwestern University
El «peligro silencioso» del cambio climático en el suelo de las ciudades

El «peligro silencioso» del cambio climático en el suelo de las ciudades

Un estudio analiza los efectos en los cimientos de los edificios del aumento de la temperatura del subsuelo por el metro, los garajes o los sótanos

Martes, 11 de julio 2023, 11:36

Los científicos llevan años advirtiendo sobre los riesgos del cambio climático. Temperaturas extremas, sequías e incendios forestales casi incontrolables, subida del nivel del mar y fenómenos meteorológicos devastadores son algunas de las consecuencias bien conocidas del calentamiento global. Los arquitectos e ingenieros han encontrado otro, ... un «peligro silencioso» que llaman cambio climático subterráneo: «No es necesario residir en Venecia para vivir en una ciudad que se hunde, incluso si las causas de tales fenómenos son completamente diferentes», explica Alessandro Rotta Loria, profesor de ingeniería civil y ambiental de la Universidad de Northwestern (Illinois, Estados Unidos), autor del primer estudio que vincula las alteraciones del suelo de las ciudades con el calor generado por el metro, los garajes y los sótanos.

La superficie de las áreas urbanas está aumentando de temperatura de forma vertiginosa. Se calcula que entre 0,1 y 2,5 grados centígrados por década. Este calor está afectando a los cimientos de los edificios. «El suelo se está deformando como resultado de las variaciones de temperatura y ninguna estructura o infraestructura civil existente está diseñada para soportar estas variaciones. Aunque este fenómeno no es necesariamente peligroso para la seguridad de las personas, afectará las operaciones normales del día a día de los sistemas de cimentación y la infraestructura civil en general», explica el experto en un artículo que se publica este martes en 'Communications Engineering', una revista especializada en ingeniería de la prestigiosa 'Nature'.

Eugenia del Río, arquitecta y secretaria general del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, confirma que la temperatura puede afectar a la estructura de un edificio. «Hay tres factores a tener en cuenta a la hora de construir un edificio. Son la tensión admisible -cuánta carga puede aguantar el edificio por metro cuadrado; el nivel freático -dónde está el agua subterránea-, y la composición del terreno. Sí afectaría porque esa mayor temperatura altera el plan original», explica. Pero también rechaza cualquier tipo de alarmismo. «Las construcciones modernas se erigen con un coeficiente de seguridad, un margen para imprevistos. Todos los elementos se diseñan para soportar las cargas y los cambios que puedan sufrir. Y hay que tener en cuenta también que el metro, por ejemplo, lleva muchos años en las ciudades y los edificios se han construido teniéndolo en cuenta», enfatiza.

Chicago como modelo

El estudio se ha centrado en la ciudad de Chicago, si bien es aplicable a casi cualquier ciudad moderna. «Utilizamos Chicago como un laboratorio viviente, pero el cambio climático subterráneo es común en casi todas las áreas urbanas densas del mundo», explica el profesor. Durante tres años se midieron las temperaturas tanto por encima como por debajo del suelo en dos zonas muy diferentes de la capital del estado de Illinois. Una fue el llamado Chicago Loop, el distrito financiero; el otro, el Grant Park, un espacio verde sin edificios y sistemas de transporte suburbano. Las diferencias son muy llamativas. Hasta diez grados más de temperatura se registraron en el subsuelo del Chicago Loop.

Según sus simulaciones, las temperaturas más cálidas pueden hacer que el suelo se hinche y se expanda hacia arriba hasta 12 milímetros. También pueden hacer que el suelo se contraiga y se hunda hacia abajo, bajo el peso de un edificio, hasta 8 milímetros. Imperceptible a simple vista pero importante. «Hemos demostrado que las deformaciones del suelo pueden ser tan severas que generan problemas en los edificios. No es como si un edificio colapsara repentinamente. Las consecuencias para las infraestructuras pueden ser muy malas, pero lleva mucho tiempo verlas. Es muy probable que el cambio climático subterráneo ya haya causado grietas y asentamientos excesivos en los cimientos que no asociamos con este fenómeno porque no éramos conscientes de él», subraya.

Las consecuencias de este «peligro silencioso» serán peores en Europa. Aunque los edificios modernos no están diseñados para soportar estas variaciones de temperatura, tienen más capacidad que los antiguos, como los procedentes de la Edad Media, subraya Rotta Loria. «En los Estados Unidos, los edificios son todos relativamente nuevos. Las ciudades europeas con edificios muy antiguos serán más susceptibles al cambio climático subterráneo. Las perturbaciones térmicas al calor del subsuelo pueden tener impactos perjudiciales para tales construcciones». Eugenia del Río matiza que depende de qué construcción se trate, porque «las cimentaciones antiguas solían ser masivas, no se fijaban tanto en el aspecto de la eficiencia».

Reutilizar el calor del subsuelo

Este problema podría llevar consigo una posible solución. Reutilizar con tecnología geotérmica todo ese calor generado para, por ejemplo, calentar las viviendas durante el invierno. Es lo que propuso un trabajo publicado en julio del año pasado en la revista 'Nature Communications'. La idea era canalizar el agua subterránea recalentada a bombas que se encuentran en la superficie para llevarlas a su vez a los edificios. Según su estudio, el 43% de las áreas que estudiaron, en su mayoría cercanas a zonas densamente pobladas, se habría acumulado suficiente calor en los primeros 20 metros del subsuelo para satisfacer la demanda de calefacción durante un año.

Chicago ya se enfrentó a este problema hace más de un siglo

No es la primera vez que Chicago se enfrenta a un problema en su subsuelo. Según cuenta Pedro Torrijos, arquitecto y divulgador, la ciudad tuvo que elevarse cuatro metros a mediados del siglo XIX. La razón fue el estallido en 1854 de una epidemia de cólera que mató a casi 4.000 personas, el 5% de su población. La causa fundamental fue la insalubridad de una urbe que había disparado su población en las últimas décadas pero carecía de un sistema de alcantarillado. Como está construida sobre una planicie y un metro sobre el nivel del lago Michigan, no quedó más remedio que elevarla literalmente. Los edificios se montaron en plataformas y se elevaron mediante gatos hidráulicos. Hecho esto, los ingenieros colocaron el alcantarillado y rellenaron las calzadas y las aceras hasta la nueva cota.

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