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Es difícil hacerse una idea de los efectos que tendrá el cambio climático en nuestra vida, a pesar de que casi a diario se publican titulares alertando de graves sequías, aumento de la temperatura global, cambios en los ecosistemas, eventos climáticos extremos… Sin embargo, a ojos de mucha gente este es un problema a largo plazo, ajeno en todo caso a su día a día y a su bienestar. No es así, esos efectos ya se aprecian y lo harán, aún más, si no ponemos remedio. ¿Estamos a tiempo? Los especialistas advierten de que nos encontramos en un momento clave. Por un lado, debemos adaptarnos a esta nueva realidad, que ya está aquí. Por otro, hay que actuar de inmediato para esquivar las peores consecuencias.
En el Día Mundial del Clima, que se celebra cada 26 de marzo, hacemos un repaso por algunos de esos efectos que ya se notan, o que empezarán a hacerlo pronto. «Son ejemplos que no deberían verse como situaciones aisladas. Conforman un mapa de lo que está ocurriendo y de cómo estamos afectando al planeta, hasta el límite de nuestra propia supervivencia. Cuanto más esperemos, menos margen de maniobra tendremos», declara Sara Pizzinato, coordinadora de la campaña de Cambio Climático y Energías Renovables en Greenpeace España.
Afortunadamente, en la actualidad ya estamos viendo algunos progresos. «Hace 60 años no se hablaba de ecología, ahora se enseña incluso en los colegios y hay una concienciación que va en aumento. Se está trabajando en el buen sentido, pero vamos un poco lentos», advierte Juan José Zapata, presidente del Comité de Alergología Clínica de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC).
El de 2022 fue el verano con la temperatura media más alta desde 1916 en España. En todas las comunidades autónomas se registraron récords por altas temperaturas y nuestro país estuvo 42 días bajo situación de ola de calor, algo sin precedentes. «Si tomamos como referencia el conjunto de las olas de calor de la última década, vemos que duplican en número a las que se producían en las décadas anteriores», cuenta Rubén del Campo, técnico de meteorología y portavoz de la AEMET. «Eso no quiere decir que la estación estival de 1915 fuese más cálida que la actual, sino que, con los estudios realizados, lo que podemos afirmar es que no hay precedentes de un verano tan cálido como el de 2022 en los últimos 106 años, como mínimo».
Actualmente, el verano se extiende cinco meses, advierten los meteorólogos, pues los 30ºC se alcanzan en fechas más tempranas del mes de mayo y los otoños transcurren con más calor de lo habitual. Desde la década de 1880, la temperatura global promedio en la superficie terrestre ha aumentado casi 1 grado Celsius. Si no se toman medidas inmediatas, podría aumentar entre 2,6 y 4,8 grados Celsius para finales de este siglo, tal como advierte el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés).
La subida de la temperatura puede afectar negativamente a la salud pública. El sistema de monitorización de la mortalidad diaria por todas las causas (MoMo), del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), estimó que en España se produjeron más de 4.700 muertes relacionadas con el calor entre finales de abril y comienzos de septiembre de 2022. Además, la sequía podría reducir el acceso a agua potable, afectando a la seguridad alimentaria y la higiene, especialmente en las poblaciones vulnerables. Igualmente, las enfermedades transmitidas por vectores, como el dengue o la malaria, se podrían extender.
El calor y la escasez de lluvias influirán en la disponibilidad de los alimentos. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), se espera que el cambio climático reduzca la producción de alimentos en todo el mundo en un 2% cada década y que la disponibilidad de agua para la agricultura disminuya en un 20% para el año 2050.
«A Castilla-La Mancha se le llama 'La Seca' porque nunca ha sido muy lluviosa, pero lo de estos últimos años es asfixiante. La sequía es muy mala para los cultivos y España lo sufre. ¡Si se están plantando vides en Inglaterra! Algo impensable hace unos años. El cambio climático está aquí», dice Antonio Martín Rubio, agricultor de La Guardia (Toledo).
«Por ejemplo, cada vez costará más producir miel, porque las floraciones se producirán de forma imprevisible respecto a las temporadas habituales. Los cítricos, por su parte, necesitarán mucho más riego, por la bajada de la humedad en el aire, lo que quizás sea imposible por la escasez de agua», vaticina Pizzinato. Otros alimentos en riesgo son: miel, arroz, cítricos, café y hasta el jamón ibérico, pues la sequía reducirá las bellotas con las que se alimenta a los cerdos 'pata negra'.
Se espera que el aumento de la temperatura lleve a las plantas a polinizar antes y durante más tiempo, haciendo que las alergias sean más comunes y graves, incluso fuera de temporada. «También habrá mucho más polen, porque el CO2 es un elemento que impulsa la fotosíntesis, lo que provocará un aumento de vegetales capaces de producir polen», explica Juan José Zapata, presidente del Comité de Alergología Clínica de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC).
Asimismo, «la mayor contaminación, a consecuencia de la quema de combustibles fósiles (principal causa del cambio climático), hace los pólenes más alergénicos y nuestras vías respiratorias más sensibles, lo que podrá empeorar los síntomas de alergia y llevar a más personas a hacerse alérgicas, al estar más tiempo en contacto con ese ambiente», añade.
Los eventos climáticos extremos (huracanes, tormentas, incendios forestales…) están aumentando en frecuencia e intensidad. Estos pueden causar grandes daños y pérdidas económicas y elevar los riesgos para la salud. Ante un posible aumento de la siniestralidad en vehículos o viviendas, podría dispararse la demanda de seguros que cubran estos daños. Por ejemplo, los seguros de propiedad pueden volverse más costosos en áreas propensas a inundaciones y los seguros agrícolas serán más demandados en áreas afectadas por la sequía.
«Si cubren los daños de los eventos climatológicos extremos y estos aumentan, pagarán más compensaciones y pueden perder mucho dinero», expresa María Dolores Cima, doctora en Biología y directora del Máster en Gestión Ambiental y Energética de las Organizaciones de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). Por ello, el sector de los seguros ha sido uno de los primeros en reaccionar y esforzarse por dar visibilidad al cambio climático«, asegura Pizzinato.
El aumento del nivel del mar, las tormentas más fuertes y las olas más altas asociadas al cambio climático volverá las zonas bajas de las ciudades costeras más vulnerables a la erosión de las playas y las inundaciones más frecuentes e intensas. Según un informe de la Comisión Europea, se estima que para 2050 la mitad de las playas de la costa mediterránea española habrán desaparecido debido a la subida del nivel del mar y la erosión costera. Desde la era preindustrial, el nivel del mar ha aumentado un 20% y se espera que crezca entre 26 y 82 centímetros más para el año 2100.
Como resultado, aumentarán los daños en las infraestructuras cercanas a la costa, como edificios, carreteras, vías de tren, muelles o aeropuertos, lo que puede tener graves consecuencias para la seguridad pública y la economía local. «Por ejemplo, la subida del nivel del mar ya amenaza la línea ferroviaria de El Maresme, la más utilizada en Cataluña, entre otras», destaca la portavoz de Greenpeace.
Los vuelos podrían ser más incómodos y potencialmente peligrosos ante el aumento de las turbulencias por el cambio climático. A medida que la temperatura global aumenta, también lo hace la intensidad de las corrientes de aire que provocan las turbulencias. Además, podría cambiar la corriente en chorro, es decir, el aire que fluye alrededor de la Tierra en la atmósfera superior y que los pilotos aprovechan en los vuelos de larga distancia para ahorrar combustible y tiempo.
En el argot aeronáutico la turbulencia provocada por la corriente en chorro se denomina CAT ('Clear Air Turbulence', por su sigla en inglés), y es muy difícil de predecir. Según un estudio de la Universidad de Reading (Reino Unido), la probabilidad de sufrir una CAT severa podría duplicarse, e incluso triplicarse, en las próximas décadas. En concreto, habrá un 149% más de probabilidades de sufrir las turbulencias de una CAT severa durante un vuelo, 94% de una moderada y 75% de una débil.
El suministro y la demanda de energía se verán afectados. «A medida que las temperaturas se vuelven más extremas, se necesitarán más sistemas de aire acondicionado para mantener los espacios habitables, lo que puede disparar el consumo de energía. Eso elevará el precio de la factura de la luz y, al mismo tiempo, se emitirán más gases de efecto invernadero, lo que puede seguir aumentando el calentamiento global», explica la bióloga María Dolores Cima.
Por otro lado, la infraestructura energética será más susceptible de sufrir daños por el aumento de la frecuencia de los fenómenos climáticos extremos, lo que puede causar interrupciones en el suministro, elevando también el precio de la energía por la mayor demanda y la disminución de la oferta. «Por ello es tan importante apostar por las energías renovables», añade Cima.
Las temperaturas extremas, la sequía y el aumento del nivel del mar podrían afectar a la industria del turismo en España, una de las principales fuentes de ingresos de nuestro país. Según un informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente, se espera que el cambio climático reduzca el número de turistas en la costa mediterránea en un 10% para 2050, lo que supondría una pérdida económica de alrededor de 5.600 millones de euros al año.
«Estar en la calle en Sevilla en agosto actualmente es casi imposible, imagina en 50 años. Además, el calor del agua del mar atrae a las medusas y la sobrepesca elimina a sus principales depredadores, como el atún. Por su parte, el turismo de nieve está en extinción y no es casualidad que los glaciares de los Pirineos hayan retrocedido un 80% en los últimos años», alerta Pizzinato.
Los ecosistemas terrestres y acuáticos en todo el mundo se están alterando y muchas especies podrían desaparecer por los cambios en su hábitat o la competencia con otras especies. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, un millón de especies de plantas y animales están en riesgo de extinción por el cambio climático.
Los animales también podrían disminuir de tamaño, debido a la escasa disponibilidad y calidad de los alimentos, lo que reducirá la cantidad de nutrientes que reciben y potenciará la competencia entre especies por los recursos disponibles. Los animales más grandes serán los que más lo sufran, al necesitar más energía para mantener su metabolismo, lo que puede favorecer a una selección natural que se incline hacia individuos más pequeños.
Desde los gobiernos «Deben proporcionar los recursos e infraestructuras necesarias para lograr una transición energética eficaz. Por ejemplo, subvenciones para quienes instalan paneles solares en sus casas», señala María Dolores Cima.
Desde las empresas «Es necesario apostar más por el ecodiseño. Por ejemplo, las tecnológicas deberían fabricar aparatos que se puedan reparar, reutilizar y reciclar, para alargar su vida útil. Las constructoras, por su parte, apostar por materiales sostenibles», sugiere la bióloga.
A nivel individual Reciclar, hacer uso del transporte público o la bicicleta para moverse, reducir el consumo energético (apagar luces, desconectar aparatos electrónicos...), no malgastar agua, reducir el uso de plástico o comprar productos de temporada y de proximidad.
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Javier Martínez y Leticia Aróstegui
Rocío Mendoza, Rocío Mendoza | Madrid, Álex Sánchez y Virginia Carrasco
Sara I. Belled y Clara Alba
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