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Era la madrugada del pasado 12 de abril. Sofía Zurita, afín al Partido Popular, decidió acudir como acostumbra a la pegada de carteles que abre la campaña electoral. Dado que ya eran más de las doce de la noche, su marido, Pablo Vicente, decidió acompañarla para que no fuera sola a esas horas de la noche. Pero no llegó hasta la caseta del PP en la calle Santiago, prefirió, por respeto, esperarla en la esquina más próxima. Pablo Vicente es afiliado a Ciudadanos y número tres de la lista al Congreso por Valladolid. Hace tres años y cuatro meses que Cupido quiso romper barreras entre ellos y unirles con las flechas del amor. Y lo hizo, para más inri, en medio de un proceso electoral en el que España se jugaba el futuro presidente del Gobierno. «Era el destino», resumen. Y, como tal, se escribió. Porque la historia de Sofía Zurita y Pablo Vicente es la de una pareja a la que las urnas unió. La de una mujer del Partido Popular y un hombre de Ciudadanos que el 20 de diciembre de 2015 votaron a favor de su unión, con una posterior boda, una criatura de dos años correteando por su vivienda y otra más en camino. «Sí, es de película», admite Pablo. Solo que aquí no hubo guión previo.
Todo comenzó a las 8 de la mañana de ese domingo de diciembre. Pablo, con tres colegios electorales asignados, optó por empezar la jornada en el IES Cardenal Mendoza. Ahí empezó y ahí terminó. Porque nada más bajar las escaleras vio a Sofía y le cautivó: «Vestía con pantalón azul marino, camisa blanca y chaqueta negra con escote en uve. Esa imagen no se me olvidará jamás». Y se organizó con sus compañeros de tal forma que pudo quedarse allí toda la jornada electoral. «Me pasé allí el tiempo, hablaba con ella cuando podía, porque además se daba la circunstancia de que estaba su padre también de apoderado, pero fue en un descuido de éste cuando aproveché para pedirle el teléfono», recuerda casi al detalle para sorpresa de su ya actual mujer. «Y aunque no lo parezca, es tímido», interrumpe Sofía.
No hubo disputa por los votos ni desencuentros por convencer a pie de urna a los indecisos. La jornada fue «divertida y amena» y se prolongó hasta cerca de la una de la madrugada, cuando terminó el recuento. Esa misma noche comenzaron los mensajes, a los que siguieron las primeras citas y anécdotas en un camino que ha culminado en una sólida relación, con una familia formada y que en los próximos meses crecerá con un nuevo hijo. «La historia como tal no la conoce mucha gente, pero a nosotros sí nos parece bonita. Sobretodo porque parece que una jornada electoral, cuando te toca estar allí catorce horas puede parecer aburrido, pero cuando encuentras el amor de tu vida... pues es otra cosa».
Los colores políticos de cada uno de ellos nunca han sido una barrera. Pablo Vicente sí prefirió avisar de su relación en Ciudadanos para evitar suspicacias con Sofía y que la vieran «como una infiltrada del PP», comenta bromeando. Ahora, cuentan, se disputan el voto de amigos y familiares. Y el color de los globos del niño, también. «Bromeamos con que sea azul o naranja, pero más allá de anécdotas como la de esperarla en la esquina en campaña, no hay trabas. Por encima de todo está la confianza mutua y una relación sólida, que empezó de la forma más inesperada», admiten.
La historia de Sofía y Pablo podría parecer algo extraordinario si no fuera porque otra vallisoletana, Alicia -prefiere no desvelar más datos- también encontró el amor en una mesa electoral. En su caso fue en la ciudad donde reside, Barcelona, el 26 de junio de 2016, en las elecciones generales convocadas seis meses después de las anteriores. Ese día, esta joven vallisoletana, también apoderada del Partido Popular, amaneció sin ganas de pasar un domingo de elecciones, «con pereza», pero a eso de las doce de la mañana se decidió a acudir a su colegio electoral. Apenas reparó en su entorno. Pero sobre las cuatro de la tarde, recuerda, se fijó en Luis, el presidente de la mesa. «Y me pareció guapo la verdad». Según fue transcurriendo la jornada intercambiaron pareceres, hablaron de la situación que atravesaba Cataluña y mostró su contundente opinión al respecto. «Un vecino que estaba allí le dijo; yo a una chica así no le dejaba escapar», narra risueña. Y así fue. Cuando Alicia estaba a punto de marchar a su casa, Luis le pidió el teléfono para enseñarle Barcelona «desde otro punto de vista». Y apenas unos minutos después ya le había enviado el primer mensaje de una relación que casi tres años después está ya afianzada con un bebé de tres meses y una boda planificada. «En realidad una mesa electoral es un lugar como cualquier otro, donde puedes amargarte si piensas que vas a estar allí quince horas aburrido o donde puedes pasar una jornada divertida con gente diferente», comenta Alicia. A ella el amor le llegó entre las urnas, un sitio que en su familia envidian como «original» pero que a esta vallisoletana no le parece tan descabellado. «Él se fijó en mi y yo me fijé en él y ocurrió en una mesa electoral, un lugar diferente y también bonito», concluye ilusionada.
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