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La Audiencia de Palencia ha impuesto tres años de cárcel e indemnizaciones que superan los 547.000 euros al preso del centro penitenciario de Dueñas, en la actualidad en libertad provisional, que dejó inválido a otro tras propinarle un puñetazo.La sentencia, que no ... es firme y admite recurso ante el Tribunal Supremo, absuelve al Estado de la responsabilidad civil subsidiaria que reclamaba la acusación particular. Por lo tanto, el Estado no deberá asumir la indemnización.
El acusado, B. E. O., un expreso de origen nigeriano, ha sido considerado autor de un delito de lesiones. Además de los 3 años de cárcel a los que ha sido condenado, deberá indemnizar a su víctima con 10.512 euros por las lesiones ocasionadas. Deberá pagar además 393.145 euros por las secuelas, 7.980 por los gastos de adaptación de la vivienda del agredido que quedó inválido y otros 136.058 euros para la hermana de la víctima, que le atiende.
La acusación particular planteaba declarar la responsabilidad civil del Estado, como administración gestora del centro penitenciario, para garantizar el cobro de las indemnizaciones. Sin embargo, el tribunal no ha accedido a tal petición.
Los hechos se produjeron a las 20:00 horas del 25 de mayo de 2011. La víctima, J. F. L. L., otro expreso que como consecuencia de esos hechos se encuentra completamente inválido, coincidió con B. E. O. en el módulo tercero de la cárcel de La Moraleja en Dueñas. Según los hechos, propinó un puñetazo en la sien a su compañero de módulo, por lo que el fiscal le reclamó tres años de prisión por un presunto delito doloso de lesiones en concurso ideal con otro de lesiones imprudentes con grave deformidad. Además el Ministerio Público solicitó para el acusado 547.697 euros de indemnización, la misma que aparece en la sentencia.
Durante el juicio, el acusado negó rotundamente que golpeara a su compañero «porque era mi amigo». La versión que ofreció es que se encontraban en una de las dos galerías del módulo la víctima, otro recluso y él, que mediaba en una deuda que el primero tenía contraída con el segundo por una caja de tabaco.
En su relato, aseguró que la víctima se encontraba desde una semana antes de que ocurrieron los hechos en huelga de hambre, y que en medio de la discusión entre los tres J. F. L. L. comenzó a temblar y se desplomó. Pensaba que era un ataque epiléptico, por lo que le introdujeron un mechero en la boca para evitar que se dañara la lengua. Entonces, chilló para pedir auxilio e incluso ayudó a trasladarle en silla de ruedas a la enfermería de la cárcel.
Según quedó patente en el juicio, las secuelas permanentes le suponen una gran invalidez, precisando de la ayuda de terceras personas para cualquier actividad básica de la vida diaria, careciendo de capacidad para vestirse, asearse o afeitarse, precisando de pañales de incontinencia y ayuda para cambiarlos.
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