Secciones
Servicios
Destacamos
El claustro del Palacio de Santa Cruz luce un blanco inmaculado en las paredes, solo roto por los nombres en azul y rojo de los doctores honoris causa investidos a lo largo de su historia. A mano izquierda, al fondo, según se accede, arranca la escalera que lleva al Rectorado, en la primera planta. En esa escalinata de peldaños achatados de piedra se aprecia, a la derecha, un zócalo de azulejos.
A la izquierda, sin embargo, la pared está tan blanca como el resto del claustro. Solo que en este caso el blanco es impostado. Una placa de pladur cubre los azulejos que hasta el año 2012 también se podían contemplar en ese lado. El dibujo que mostraban era un escudo franquista del año 1941, según el historiador Jesús Urrea, hasta hace poco responsable del Museo de la Universidad de Valladolid.
La decisión de tapar el escudo se tomó en el año 2012. La Ley de Memoria Histórica obligaba a retirar los símbolos del franquismo, nombres de calles... La petición llegó a la Universidad y el entonces vicerrector de Infraestructuras y Patrimonio, Antonio Orduña, solicitó un informe a Urrea como asesor cualificado en la materia. Urrea ha sido uno de los investigadores más destacados en la defensa del patrimonio de Valladolid y se ha pronunciado en numerosas ocasiones con tristeza por la pérdida de tantos edificios históricos a consecuencia de un desarrollo urbanístico mal entendido.
Así que se estableció que había tres alternativas para cumplir con la ley. O bien dejarlo como estaba, lo que podía incumplir la normativa; o destruir el azulejado; o taparlo de una manera no invasiva que permitiera su conservación pero evitara la ofensa a quienes reclaman acabar con esos símbolos.
El vicerrector Orduña, del equipo de Marcos Sacristán, decidió que la mejor opción era la de taparlo. Se colocó entonces una placa de pladur que desde entonces oculta el símbolo franquista, el águila con el lema 'Una, grande y libre'. La obra, sencilla, se realizó con discreción y el resultado pasó inadvertido.
Otro símbolo franquista corrió mejor suerte, incluso, que este. Quedó al descubierto en su emplazamiento, aunque lo cierto es que está bastante escondido para el ojo no avisado. Nada más atravesar la entrada principal del edificio histórico de la Universidad se abre la escalinata inaugurada en 1942, obra de Constantino Candeira. Es una escalera muy reciente, por tanto, que tiene sentido porque toda esa zona tuvo que reconstruirse tras el incendio que se declaró en el año 1939, en el mes de abril.
Tras la escalera, debajo, en un hueco angosto por el que resulta complicado pasar –el sendero natural es por delante de la escalera, como es lógico– se ubica una placa compuesta por azulejos que agradece a Francisco Franco Bahamonde su apoyo para reconstruir la Universidad de Valladolid. El fuego provocó daños considerables, como recuerda la propia institución en su web: «Un incendio devoró el edificio central de la Universidad destruyendo, además de su cubierta y planta principal, el salón de claustros, antedespacho y despacho rectoral, el salón de conferencias, todos los locales ocupados por la Facultad de Filosofía y Letras, el decanato de Ciencias, la cátedra y departamentos de biología, el Museo de historia natural, la sala de prácticas de física y las viviendas de los subalternos».
El hecho de que la placa se encuentre tan escondida a la vista del público aconsejó a los responsables de la UVA no actuar en este caso para respetar el zócalo de azulejos que recorre el interior del edificio y que se instaló en 1944. Trataron, por si acaso, de hallar azulejos similares con los que poder sustituir los que formaban la placa, sin éxito.
Publicidad
Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.