«Esta sociedad impone una presión enorme y quien no bebe puede sentirse desplazado»

La verborrea, el aumento de la confianza y la desinhibición son algunos de los efectos que buscan los jóvenes en las bebidas alcohólicas, ya que les provocan una falsa imagen de seguridad y mayor sensación de atractivo. Pero son muchas las consecuencias inmediatas que tiene; en las primeras fases es común la doble visión, la distorsión de la realidad, el aumento de la torpeza y la pérdida de equilibrio. No obstante, puede llegar a inducir estados más graves, como la pérdida del conocimiento y la ausencia de respuesta ante los estímulos.

Por eso, a su juicio, el principal reto es educar desde la infancia y hacer entender a los más jóvenes que a pesar de que sea una sociedad permisiva en este aspecto, «no es necesario beber alcohol para divertirse y que la fiesta no está asociada a sustancias tóxicas». El educativo es un ámbito en el que, explica Gómez de Montes, es muy necesario que trabajen tanto los padres como los centros escolares, porque cuando llegan a manos del personal sanitario de Urgencias «ya solo se pueden poner parches y no se acaba con el problema, ni con sus riesgos».

Tampoco considera razonable que a edades tan tempranas tengan un acceso tan fácil al alcohol o que les resulte tan sencillo evadir la ley. Del mismo modo, advierte de que hay una serie de mitos urbanos que rodean esta práctica y que no tienen ninguna base científica. Es el caso de la creencia de que tomar vitaminas antes de beber alcohol puede evitar los efectos nocivos, al igual que combinarlo con bebidas energizantes, una mezcla que lejos de beneficiar potencia los efectos lesivos, asegura. Tampoco los fármacos o la ingesta de una cucharada de aceite antes del consumo pueden paliar las consecuencias. «Son solo mitos», señala Gómez de Montes. «La única solución es no abusar del alcohol», subraya.