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Las fechas se amontonan. Congreso extraordinario el 2 de abril, seguido por el congreso de la comunidad de Madrid, ya al filo del verano, para regresar directos a unas elecciones andaluzas que deberían celebrarse en diciembre pero que son, como las recientes de Castilla y ... León, de esos comicios de precampaña larga, casi eterna. Y en cuanto se recuenten los votos se atisbará en lontananza 2023 y sus elecciones municipales y autonómicas, que deberían desempolvar las urnas de nuevo en mayo. Sin contar con que el PP de Castilla y León, de momento, está más enfrascado en la conformación del nuevo Gobierno autonómico que en cualquier otro asunto.
Todo este entramado interno y externo, unida a la ineludible reorganización que tendrá lugar en la sede de Génova cuando la nueva dirección nacional tome posesión de sus cargos, complica más de lo que podría pensarse el camino hacia las municipales en el PP. Especialmente en Castilla y León. Y esto ocurre por dos circunstancias. La primera, porque el poder municipal, en las grandes ciudades, está en manos del PSOE (Valladolid, Burgos, León, Segovia, Soria) o de agrupaciones independientes y otras formaciones (caso de Arroyo de la Encomienda, más de 20.000 habitantes, Ávila o Zamora). La segunda, porque las elecciones autonómicas han demostrado que la eclosión de Vox puede hacer mucho daño. Especialmente en un mundo rural en el que los de Santiago Abascal llevan mucho tiempo haciendo una labor de zapa. El riesgo aquí, para los populares, no es que se formen listas nuevas con la papeleta verde. Es que alcaldes que llegaron al cargo envueltos en la papeleta azul cambien ahora de color.
Los 212.065 votos recibidos por Vox en las autonómicas no son extrapolables a unas municipales. Eso lo saben en Vox, en el PP y en el PSOE. Sin embargo, a un año vista de las elecciones son una señal. Los populares han perdido 54.000 votos en estos comicios respecto al que hasta entonces era su peor resultado en tres décadas y media. Son el partido con mayor implantación territorial, el que más listas presenta en unas elecciones municipales en un territorio como el de Castilla y León, tan disperso y con cientos de localidades muy poco pobladas. Su poder autonómico se basa en gran medida en ello y Vox, trufado de ex populares, es buen conocedor de la importancia de tejer una red amplia que le evite el auge y caída vertiginoso que experimentó, por ejemplo, la urbanita Podemos.
La captación de alcaldes ya lleva tiempo en marcha, especialmente en provincias en las que el PP ha mantenido estructuras que no se han renovado. Zamora, donde perdió la capital a manos de Izquierda Unida, es una de ellas. Salamanca, con el presidente provincial, Javier Iglesias, pendiente de los tribunales por las primarias de 2017, es otra. En León parece haber puesto algo de concordia el nombramiento de Javier Santiago Vélez como presidente provincial, mientras que en Burgos sí se ha producido un relevo que casi era obligado, con Borja Suárez como nuevo responsable de la formación popular. En Soria el partido ha sido comparsa en las autonómicas a manos de Soria ¡Ya! En Ávila, el agujero que hizo Por Ávila se mantiene, vistos los resultados del 13F, y Jesús Sánchez Cabrera volverá a ser un rival duro por la Alcaldía abulense, que ahora ostenta. En Valladolid, Conrado Íscar, muy cercano a Teodoro García Egea, tiene sobre sí la incertidumbre de tantos otros sobre qué ocurrirá con la nueva dirección. En Palencia, el PSOE fue la lista más votada en la capital, igual que en 2019, aunque el PP sumaría con Vox.
Con este escenario, solo Segovia y Salamanca cuentan con candidatos definidos a las alcaldías principales. En Segovia repetirá Pablo Pérez, que era cercano a Pablo Casado pero que al tiempo logró un buen resultado en 2019, cuando Génova le impuso como candidato, y al que su partido ve con posibilidades de arrebatar el bastón de mando a los socialistas (gobierna Clara Luquero). En Salamanca, Carlos García Carbayo ya ejerce como alcalde y repetirá como candidato. Las siete capitales restantes tendrán que definir cuáles son sus apuestas.
Valladolid es la metáfora perfecta del problema. Conrado Íscar pasó su propuesta de posibles candidatos a la Alcaldía el pasado otoño. No hubo respuesta. Llegó el enfrentamiento del presidente provincial con el grupo municipal actual, encabezado por Pilar del Olmo y José Antonio De Santiago-Juárez, seguido por una aparente reconciliación. La convocatoria electoral y la crisis de Génova se han llevado todas las propuestas por delante. Y no se espera que se pueda conocer quién posará para el cartel electoral, con suerte, hasta el último trimestre del año. Al tiempo, los datos en la provincia también arrojan cuentas complicadas para la Diputación Provincial. De los 54.305 votos de Vox, 26.270 se repartieron por los municipios de la provincia. De ser la lista más votada en una localidad en las autonómicas de 2019, a ganar en 17. Y Vox ya tiene pistas suficientes sobre en qué localidades puede ser rentable invertir esfuerzos en armar una candidatura con propios o con ajenos del PP que simpaticen con la formación.
Una situación compleja, por tanto, a la que se añade la provisionalidad con la que se vive todo actualmente en el PP. En 2018, Pablo Casado resultó elegido presidente nacional del partido el 21 de julio. Cinco días más tarde designó a su equipo. Cuatro días después celebró su primer comité de dirección. Treinta días más allá, en un acto en Ávila, refrendó la candidatura de Alfonso Fernández Mañueco como candidato a la Junta para 2019.
Los plazos lo complican todo. Incluso unas elecciones para las que quedan aún 15 meses.
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