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Aquellos miembros del PP que estuvieron al tanto de la negociación con Ciudadanos, en 2019, recalcan en sus conversaciones que la gestión del acuerdo con Vox no se parece en nada. Para empezar, porque la postura de Alfonso Fernández Mañueco, ante un partido que podía ... pactar a derecha o izquierda y con una minoría de procuradores (29), fue un «lo que queráis» cuyos ecos aún resuenan. Vox, que solo puede firmar un acuerdo con el PP, se aferra a aquel «lo que queráis» para pedir el mismo trato, aunque en realidad no lo quiere, aseguran. «Buscan carteras que les permitan presumir de gestión, pero cómodas», explica una fuente de los populares, que encuentra ahí la gran diferencia con Ciudadanos. Y su impresión la corroboran varios más. «Quieren blanquearse», señala otro. Es decir, aparecer como gestores confiables y ganar así en capacidad para atraer un voto más centrado, que se sume a los dos vectores que han propiciado su crecimiento: el voto ideológico y el voto del enfado.
Por eso, insisten, piden Cultura y Turismo, Industria -está por ver si con Empleo, precisamente por el posible conflicto con los sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT- y Agricultura, su objetivo irrenunciable desde que comenzó la negociación. En ningún momento, aseguran, han puesto sobre la mesa Educación o Sanidad, las dos áreas que se llevan la mayor parte de la tarta presupuestaria y, al mismo tiempo, las que pueden resultar más conflictivas y de mayor desgaste. Creen en el PP, incluso, que buscarán perfiles técnicos que les permitan ofrecer una imagen de gestión profesional.
Advierten los populares de que sus nuevos socios han priorizado las carteras a los ejes programáticos. Se han mostrado mucho más flexibles a la hora de relajar sus contenidos más ideológicos que en cuanto a ceder cargos, como se vio en la exigencia de ocupar la Presidencia de la Mesa de las Cortes. Una táctica que tiene que ver con el calendario electoral. Andalucía en otoño, municipales y autonómicas en abril-mayo de 2023 y generales seis meses más tarde. Para crecer, Vox asume que le basta con estar.
En Castilla y León, por tanto, Vox tratará de aportar el relato de la eficacia en la gestión, aderezado con el pretendido recorte de «gasto político superfluo» cuyo alcance real solo podrá determinarse cuando se conozca el organigrama completo de las consejerías y el personal eventual con el que cuentan ambas formaciones.
Otra diferencia de Ciudadanos es la ausencia de polifonía. Aquí no hay primarias que enfrenten al sector oficialista y al igeísta. Ni baronías territoriales como las del PP o las del PSOE. La estructura es vertical. Y por eso se pueden permitir, precisamente, que sus consejeros presenten otros perfiles. En lo ideológico, la voz la lleva Santiago Abascal desde Madrid, ayudado por el núcleo duro que conforman Javier Ortega Smith, Macarena Olona, Iván Espinosa, Rocío Monasterio y Jorge Buxadé. La estrategia es jerárquica. Alfonso Fernández Mañueco lo comprobó en las horas finales de la negociación para constituir las Cortes. A las 9:30 horas del jueves en que se celebraba la sesión, el líder de Vox llegó al Congreso de los Diputados, a 215 kilómetros, y anunció que no había más opciones: o Presidencia de las Cortes o elecciones anticipadas. No había lugar para la táctica que el PP intentó hasta el último momento a través de la negociación paralela con Soria ¡Ya!, dejar a Vox fuera de la mesa de las Cortes y negociar después su incorporación al Gobierno. El PP tuvo que ceder. Este martes, Abascal volvió a tronar desde Madrid: «A Vox no le temblará el pulso para abandonar la Junta si el PP incumple flagrantemente los acuerdos alcanzados en el pacto de coalición», dijo en una entrevista en EsRadio.
«El punto fuerte de Santiago Abascal es su palabra. Dijo que apoyaría a Ayuso en Madrid sí o sí, a cambio de nada, y lo hizo», cuentan fuentes de la formación. Sostienen que ese es el valor que puede hacer crecer la marca. Y Vox no va a renunciar a jugar esa carta.
La tercera diferencia entre socios de Gobierno se verá en las elecciones municipales. Vox teje desde hace tiempo una red de candidaturas en las provincias de Castilla y León. En buena parte nutridas de alcaldes y concejales populares descontentos. Tratan de conformar candidaturas que les permitan obtener un buen número de diputados provinciales y poder intercambiar cromos con el PP. Valladolid es el ejemplo más claro. Si PP y Vox suman en la capital para desbancar al socialista Óscar Puente, se puede dar por hecho que ambos tendrán también la mayoría en la Diputación. La negociación PP-Ciudadanos afectó a diputaciones y ayuntamientos y ese intercambio podría repetirse. Con un matiz. Vox quiere alejarse de la etiqueta de «urbanita» que persiguió a Ciudadanos en muchos territorios a pesar de contar con una buena implantación en provincias como Burgos. Con muchos de sus dirigentes criados en las bases del Partido Popular, los de Abascal tienen claro que deben calar en el territorio si no quieren padecer la fugacidad de sus antecesores.
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