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«Tengo un trabajo maravilloso, que consiste en dar vida». La que así habla es la doctora Gloria Sánchez Antolín, y lo hace con una amplia sonrisa y brillo en los ojos. Ella es la jefa de Unidad de Hepatología de Hospital Río Hortega. Forma ... parte de un amplísimo y multidisciplinario equipo formado por cirujanos, hepatólogos, intensivistas, anestesistas, personal de laboratorio, enfermeras de hospitalización y de consulta, celadores…y todos desempeñan un papel vital en el cuidado integral de pacientes con afecciones hepáticas.
Pacientes como el burgalés Alberto Gómez Santamaría, al que trasplantaron el hígado hasta en dos ocasiones, en el año 2014. Para este equipo de profesionales es toda una alegría y orgullo, ver cómo Alberto recorre el mundo corriendo maratones y llevando el nombre del hospital por bandera.
Esta médico conoce de primera mano el impacto tan devastador que pueden tener las enfermedades hepáticas en la calidad de vida de las personas, y cómo el trasplante de hígado ofrece una oportunidad real de mejora. El caso de Alberto lo recuerda de forma muy especial, «como si fuera ayer». Éste padecía cirrosis hepática a causa de una hepatitis C. Su enfermedad estaba muy avanzada y su pronóstico de vida a corto plazo era malo. «La de Alberto es una historia de éxito pero con mucha lucha», adelanta la doctora.
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El primer trasplante no fue del todo bien, ya que el nuevo hígado tenía un daño importante. Hizo falta una segunda operación y todo mejoró. «Le tratamos con antivirales de acción directa y tuvo una respuesta espectacular. Se curó de la hepatitis y la evolución del órgano fue fabulosa. Alberto lleva años haciendo una vida totalmente normal. Trabaja, practica deporte de forma muy exigente y es uno más de tantos pacientes, que nos dan muchas alegrías», prosigue la doctora Sánchez Antolín.
Ella tiene grabado en la memoria el emocionante momento en el que comunicaron a Alberto que había un hígado para él. «Le llamamos por teléfono y nos interesamos por si había tenido fiebre o alguna complicación. Le informamos de que había un órgano que podía ser compatible con él. Ese es un momento en el que la mayoría de los pacientes tiene un sentimiento ambivalente. Por un lado se ponen muy contentos porque saben que la vida les va en ello, pero a la vez sienten un gran miedo», comenta esta profesional sanitaria. «Alberto estaba rodeado de una familia grande, que en los momentos difíciles estuvo aquí, peleando por él y a pesar de la ansiedad que dan los problemas, los suyos siempre mantuvieron una actitud de lucha, apoyo y confianza tanto en el paciente como en nuestro equipo. Eso ayudó mucho».
El primer año de este paciente burgalés, fue complicado. Necesitó ingresar varias veces en el hospital. Se le hizo un trasplante que no funcionó. A la segunda fue la vencida, aunque necesitó ser tratado con fármacos y hubo que ajustar el tratamiento inmunosupresor. «Fueron meses difíciles pero a partir de ahí, luego todo fue muy bien. A todos los pacientes les advertimos de que lo duro es el primer año y sobre todo, los tres primeros meses.
Lo habitual es que luego todo vaya estupendamente. Alberto lleva trasplantado 10 años y viene una vez al año a revisiones al hospital», subraya Sánchez Antolín, quien ve necesario lanzar un mensaje para normalizar los trasplantes. «Alberto corre maratones y tenemos otra paciente que ha podido ser madre de dos niños tras un trasplante. Después de una operación de este tipo, se puede hacer vida totalmente normal. Si bien es cierto que hay pacientes que sufren complicaciones y necesitan de nuestro acompañamiento. Nosotros estamos para eso», se ofrece.
Cada vez que Alberto acude a una maratón, se hace dos camisetas: una con su nombre y otra a nombre del Hospital para celebrarlo. Eso es algo que sus médicos agradecen enormemente. «Para nosotros es una alegría ver esas muestras de cariño y recibir las camisetas que Alberto nos trae en cada una de sus visitas. Ver que nos quiere tanto es algo impresionante», recalca su médico.
Desde la Unidad de Hepatología de Río Hortega inciden en la importancia de una buena coordinación y trabajo en equipo y eso incluye también a los profesionales de atención primaria. «A un paciente trasplantado, quien le atiende de forma más continuada es su médico de familia y la enfermera de atención primaria. Estos profesionales se encargan de controlar unos factores fundamentales para vivir a largo plazo como son la presión arterial, la diabetes, el peso, el ejercicio… por tanto, la coordinación entre los dos niveles asistenciales, es fundamental», indica. «Para todos nosotros, casos como el de Alberto son una alegría a nivel profesional, pero también a nivel personal. Es maravilloso ver cómo estos pacientes cumplen años. A la vez, es también una gran responsabilidad porque cuando vienen a nosotros, su situación es límite», prosigue.
La tasa de supervivencia de los trasplantes hepáticos es elevada. «Al año de la operación, entre el 80 y el 90% de los pacientes siguen vivos y a los 5 años, en torno al 75%. En España se trasplantan anualmente unos 1.100 pacientes. En la pandemia bajó la cifra porque las UCIs estaban llenas y fue difícil conseguir donantes. En Río Hortega, nuestro año récord fue de 49 trasplantes hepáticos. Estos últimos años hemos hecho en torno a 30. Todos de donantes fallecidos, en su mayor parte por muerte encefálica». Esta doctora presume del vínculo tan estrecho que existe entre su equipo y sus pacientes. «Somos una pequeña familia. Para nosotros todos tienen nombre y apellido», concluye.
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