Nueva Villa de las Torres: dos citas con la historia: Santa Isabel y Santo Cristo

De Tuerrebarbas pasó a denominarse Villanueva de las Torres a mediados del siglo XVI. De este topónimo conservó el apellido hasta adquirir, en la década de los años veinte, el nombre de Nueva Villa, pero eso no ha supuesto un problema para conservar el legado que los antepasados han dejado al actual municipio de Nueva Villa de las Torres.

En esta localidad de la comarca Tierras de Medina el paso de los años ha contribuido a la consolidación de su patrimonio inmaterial. Gracias a la celebración de sus fiestas los jabardos recuerdan año tras año su historia, herencia y tradiciones.

El 2 de julio, Santa Isabel se convierte en la anfitriona que une a todos los habitantes para celebrar su fiesta grande. En honor a esta santa, los vecinos de Nueva Villa llenan sus calles de jolgorio y algarabía durante cinco días. La cita más importante está marcada por la celebración de la misa y la procesión. Es característico que el recorrido se amenice con jotas al son de la música tradicional.

Hay que destacar que Nueva Villa retomó hace quince años una tradición que había quedado casi en el olvido: sus encierros populares. Las vaquillas y novillos han recuperado el bullicio y las reuniones de amigos que se forman tras las talanqueras para protegerse de una embestida. Las peñas, las orquestas, el concurso de doma vaquera y la discomóvil IVN son otras actividades que complementan esta añeja festividad.

Otra cita que marca la historia de Nueva Villa tiene lugar el 14 de septiembre. En honor al Santo Cristo además de verbenas, campeonatos deportivos o juegos tradicionales, destaca la procesión que lleva desde la iglesia hasta la ermita al Santo Cristo. Tras rezar una oración devuelven la talla al templo parroquial, aunque hace años se dejaba en el altar de la ermita que lleva su nombre.

No hay que olvidar hablar del carnaval, San Isidro o la fiesta de los quintos. Esta última es una cita en la que los jóvenes ya mayores de edad recorren las calles del pueblo ofreciendo limonada y dulces a los vecinos a cambio de «la voluntad». Una vez acabada la fiesta, los quintos ponen el mayo (un álamo talado y pelado) a primera hora de la mañana y los asistentes toman unas tradicionales sopas de ajo. La supervivencia de este festejo depende de la juventud local.

El vocabulario es también característico de su legado. Denominan mondongo a la matanza del cerdo, artesa al recipiente donde se deja la carne del cerdo ya picada para condimentarla y usan rodilla o rodea para referirse a un trapo. Si te dicen «ve ahí», solo buscan reafirmar lo dicho, el barreño es un caldero y a veces van a llenar la andorga o ponerse a lo quinto, cuando quieren expresar que comerán mucho.

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