Marta juega bien al fútbol sala, muy bien. De ala pívot, de cierre y de portera si hace falta. Juega, además, en tres equipos (lo que prueba su calidad y su afición), en el de Escuelas Deportivas de Zarzuela del Pinar, el ... pequeño pueblo segoviano donde vive, en el Sporting Nava y en el de Cuéllar; solo en este último son todas jugadoras, y, dice orgullosa, «a falta de tres jornadas, somos ya campeonas de Liga». En los otros dos equipos es la única chica, y también ha sido preseleccionada para la selección femenina de fútbol sala de Castilla y León, de manera que de vez en cuando también tiene que ir a entrenar a Valladolid.
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La pasión de Marta Escribano es el fútbol, desde que tiene uso de razón; tiene ahora 13 años y, asegura, «quiero seguir jugando hasta que se me rompan todos los huesos».
Hoy es más consciente de lo que pasó hace menos de un año, cuando la norma de la Junta de Castilla y León impidió que jugara en la capital leonesa la final de los Juegos Escolares con su equipo, el cadete de Zarzuela del Pinar. Entonces «lloró mucho», recuerda su madre. De emoción, cuando sus compañeros le llevaron a la grada la copa de campeones, y también de rabia, por no poder jugar la final.
Tuvo que verla desde el graderío, ni siquiera le dejaron bajar al banquillo. Era el mes de mayo, el equipo de Zarzuela se proclamó campeón de Castilla y León y el caso de Marta apareció en los medios, y llegó a publicarlo The Times. Como ejemplo de discriminación. Y obligó a que, hace menos de un mes, el director general de Deportes de la Junta, Alfonso Lahuerta, compareciera en las Cortes regionales para explicarlo.
Dijo Lahuerta que el reglamento «permitía» los equipos mixtos, pero que había que advertirlo antes. Marta no jugó «por un error de inscripción», declaró el político. Pero propició el cambio del reglamento técnico de la fase autonómica del torneo infantil y cadete de fútbol sala, a petición del entrenador del equipo de Zarzuela del Pinar, Luis Miguel Tapia. Así es: el artículo uno del reglamento recoge en su segundo párrafo que «en esta competición en categoría masculina podrán participar equipos mixtos».
marta escribano
Marta juega en los dos mixtos mencionados, el Sporting Nava, de Nava de la Asunción, y el de Zarzuela. Entre estos y el Cuéllar entrena tres días a la semana, y juega los sábados y domingos, a veces eligiendo qué partido cuando coinciden. Es una más en cada equipo. Sus compañeros no hacen distinción, ni de sexo ni de edad; este martes jugaban en Carbonero el Mayor y uno de los jóvenes jugadores no duda cuando se le pregunta qué tal juega Marta: «Muy bien», dice, mientras hacen un rondo de calentamiento. A ella se le ve con técnica, por la manera de colocar el pie para golpear el balón con el interior o el exterior.
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La jovencísima jugadora sabe que esta distinción, en cierto modo artificial, terminará pronto, cuando supere la categoría cadete. De juvenil solo podrá jugar con otras chicas. Porque no lo duda, seguirá jugando mientras pueda y cumpla la condición que le han puesto sus padres, Noelia y Fernando: «Hay que andar detrás de ella, pero ya lo sabe, si no aprueba no hay fútbol», asevera el padre.
Estudia segundo de ESO en el instituto Vega de Pirón de Carbonero el Mayor y sobre su futuro no piensa más que en el fútbol; si acaso, cuando le insisten, dice que le gustan las matemáticas, pero no habla de ninguna carrera concreta. Es pronto.
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De lo que ocurrió el año pasado empieza a tener ahora certezas al lado de las emociones que vivió entonces. Noelia, la madre, dice que Marta no ha calificado todavía lo que significó que su caso lo publicara The Times o que su pueblo se llenara de periodistas y cámaras de todas las televisiones.
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Lo recuerda, claro, y está «orgullosa». ¿De qué? «De que ahora pueden jugar chicas en equipos mixtos. El año pasado era la normativa, estaba escrita, y nos hicieron trampa, yo no la pude cambiar y no jugué. Pero ya he cambiado una norma, y puedo cambiar más».
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Con su precoz juventud, Marta Escribano centra casi todo en su vida en torno al deporte, al fútbol sala. Desde hace seis años años. Su madre recuerda que quiso hacer la comunión con el traje del Real Madrid, el equipo de sus amores. No le dejaron; la hizo de blanco pero con el traje de tul y bordados, como todas las niñas. Pero en el salón de su casa, en la foto que recordará siempre aquel día, la niña está recostada en una silla con el traje largo de comunión, y al lado, la camiseta y el calzón de color amarillo de Íker Casillas bien extendidos.
Marta no sabe muy bien qué significan palabras como discriminación o acoso. La igualdad aún la siente. Sus compañeros de equipo la tratan como a un igual, y en el colegio y el instituto aún no han tenido campañas de sensibilización que se les hayan quedado grabadas como para recordarlo. Sí tiene muy claro que «la brecha salarial no se entiende, que no tiene por qué cobrar más los hombres que las mujeres», y ha oído que este jueves hay huelga por la igualdad. Se gira hacia su madre y le dice: «El jueves no voy a ir al instituto. No entiendo por qué hay que ir a clase estando de huelga las mujeres».
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Sí, Marta ha cambiado en un año. Es ya una adolescente. Contestataria, como todos los chicos y chicas de su edad. Sigue teniendo «mucha facilidad para integrarse», explica su madre, y lo hace jugando al fútbol sala. Con chicos y con chicas. Sus padres, Fernando y Noelia, recuerdan aquellas lágrimas de mayo y afirman que el disgusto «luego le compensó». Hizo que se afirmara más en su afición, en seguir al Real Madrid «a muerte»; más a Ísco -«aunque le van a vender al Manchester City»- y a Marco Asensio que a Cristiano Ronaldo. Y también al equipo del Naturpellet Segovia de Primera División.
«Tengo un trauma...», declara al recordar su reciente visita al pabellón Pedro Delgado. «Quería ver jugar a Ricardinho, pero estaba lesionado y no jugó, y luego pasó lo que pasó», explica. Marta regresó a Zarzuela del Pinar impactada. Había visto caer redondo al utilero del Ínter Movistar, que jugaba con el equipo local, y su muerte en la cancha obligó a suspender el partido.
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Pero a la joven se le pasan los males jugando. Coge la bolsa y acude al 'chino', como llaman en el pueblo a la parada donde cada día coge el autobús para ir al instituto de Carbonero a jugar un partido de los juegos escolares. Con ella van otros cinco chicos, todos los del equipo, el entrenador y Noelia, cuidadora de los menores en este viaje. El padre regresa a casa y cree que lo que pasó hace un año, «que ni siquiera le dejaran bajar a la pista en la final de León, no tenía que haber pasado, y que casi se quedara sin jugar el campeón de Segovia indica que todo esto tendría que haber cambiado mucho antes».
Antes del partido, Marta hace un rondo en el pabellón de Carbonero con los demás del equipo. Tiene toque, se ve. Y es una más, «siempre lo ha sido», como dice su madre. Aunque esté más integrada en el equipo de Cuéllar, solo de chicas. Porque en los otros, el de Zarzuela y el de Nava, «las trastadas las hacen todos juntos». Como jugar al fútbol sala. Esta temporada sin necesidad de avisar antes de que el equipo es mixto.
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