Fátima Pinacho, nueva procuradora de Vox en las Cortes de Castilla y León, enhebró -a distancia, claro- al diputado de la formación por Valladolid, Pablo Sáez, y enfiló la puerta lateral entre la ovación de una veintena de acompañantes del partido. El relevo de Jesús García Conde ... , a quien agradeció su trabajo «en condiciones personales complicadas», mereció un despliegue insólito de por sí, y llamativo en tiempos pandémicos. Ocho diputados nacionales de Vox acompañaron el momento. Cinco de Castilla y León y tres «padrinos». Esto es, diputados por otras provincias que «apadrinan», explicaban desde la formación, a aquellas provincias que no cuentan con diputado de Vox propio, como Burgos, Soria o Palencia. Así, Rubén Manso, diputado por Málaga, 'lleva' Burgos. Cristina Esteban, congresista por Valencia, se encarga de Soria. A Julio Utrilla, valenciano, le corresponde Palencia. En algunos casos, padrinazgos ejercidos por raíces familiares y en otros, porque toca.
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Lo del confinamiento perimetral, por tanto, por provincias o por autonomías, excluye también actos de partido. No porque lo diga el Boletín Oficial de Castilla y León, que el 16 de enero dejaba claro, en todo caso, que el cierre perimetral de cada provincia, como el autonómico, tiene como excepción el «cumplimiento de obligaciones laborales, profesionales, empresariales, institucionales o legales». El recibimiento multitudinario y la confluencia de más de cuatro personas para acompañar a Pinacho en su puesta de largo no parece caber en esa excepción ni en la que se refiere a las reuniones en espacios públicos o privados. «Esta limitación no afectará a la confluencia de personas en dependencias, instalaciones y establecimientos abiertos al público que cuenten con un régimen de medidas de prevención y control aprobado por la autoridad sanitaria», dice en todo caso la norma.
Estas demostraciones de fuerza son habituales en Vox, máxime cuando se aproximan unos comicios como los catalanes, en los que aspiran a rebasar a PP y Ciudadanos en el arco parlamentario de la Generalitat. Así que la toma de posesión de Fátima Pinacho, un acto institucional breve en un hemiciclo 'gruyere' por las restricciones, se convirtió en un acto de partido que incluyó una breve alocución, leída y sin preguntas, ante la prensa. Un modo de ahorrarse el mal trago que pasó su predecesor, García-Conde, cuando se trastabilló en su presentación, con Ortega Smith al lado, a preguntas de una periodista sobre sus medidas en «ideología de género» para Castilla y León. Pinacho aprovechó el micro abierto para anticipar, primero, su rechazo a los presupuestos «de Ciudadanos y PP» por «elevar la deuda pública» y por «no cumplir» sus promesas de rebajar el tramo autonómico del IRPF y suprimir el impuesto de sucesiones. Un impuesto al que solo le quedaba un trámite parlamentario para dejar de existir, pero que se salvó porque la llegada de la pandemia aconsejó no renunciar a ningún ingreso para las arcas públicas.
Después de ese anuncio, un poco de argumentario. Cataluña, la eliminación de 'chiringuitos' que a su juicio no se ha producido en Castilla y León y foto oficial para la web de las Cortes de Castilla y León. En el vestíbulo, cerrado, la veintena de acompañantes, que no pudieron acceder a la Sala de Usos Múltiples del edificio por las restricciones actuales, esperaban para una nueva ronda de felicitaciones y una foto de familia.
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