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Las mujeres y los hombres de Castilla y León, lo mejor de nuestra tierra

Juan Vicente Herrera, con motivo del XXXV aniversario del Estatuto de Autonomía, hace un repaso de los logros alcanzados en estos años

Lunes, 26 de febrero 2018, 07:34

La celebración del XXXV aniversario del Estatuto de Autonomía de Castilla y León nos permite ahora remontarnos al momento de la formación de la comunidad, valorar la trayectoria que hemos recorrido juntos desde entonces, y proyectar al futuro algunos de los principales logros alcanzados.

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Como ... primera referencia cabe señalar que estos años han propiciado un importante desarrollo económico. Nuestro PIB se ha multiplicado por 7 –de menos de 8.500 millones de euros en 1983 a casi 60.000 hoy –, lo que nos ha acercado casi quince puntos a Europa en términos de renta per capita. Si alguien hubiera vaticinado en 1983 que Castilla y León iba a llegar a ser la primera productora de automóviles de España, ¿quién lo habría creído? Hoy lo somos. Somos una comunidad más industrializada que la media de España. Gracias a ello nuestras exportaciones se han multiplicado por 10 en este tiempo. Entre otras, contamos con la tercera industria alimentaria más potente del país, que aporta valor añadido a tantas producciones de nuestra agricultura y ganadería en las que también somos líderes. ¿Quién habría creído que íbamos a ser también la primera productora de España de energías renovables? Así es en la actualidad. Y por ello, junto a la enorme capacidad de nuestros bosques para captar carbono, estamos en vanguardia en la lucha contra el cambio climático.

Esa capacidad industrial, ese tejido productivo que ha sabido superar la difícil prueba de la reciente crisis, modernizándose y renovándose, tiene que dar nuevos y grandes pasos cara a los próximos 35 años. Entre ellos, el salto a la ‘Economía 4.0’, al aprovechamiento de las oportunidades de lo digital, y del crecimiento basado en la formación y el conocimiento. Unas formas de producir cada vez más eficaces, eficientes y respetuosas con el medio, dentro del concepto de Economía Circular. Tenemos pues que prepararnos para cambios aún más importantes de los que hasta ahora hemos experimentado.

Desde la aprobación original de nuestro Estatuto en 1983, en Castilla y León se ha conseguido también una mejora exponencial de los servicios públicos, entonces absolutamente incipientes. Quién iba a decirnos que nuestro Sistema de Salud iba a ser el quinto mejor valorado de toda España, que los hospitales, centros de salud y consultorios iban a estar renovados casi por completo o en proceso de reforma y que hacemos trasplantes de corazón, hígado o riñón de donante vivo, o disponemos de tecnologías que entonces eran inimaginables como la tomografía por emisión de positrones o la cirugía estereotáxica cerebral.

Y quién iba a decirnos, hace 35 años, que nuestra Educación escolar llegaría a ser calificada al nivel del séptimo sistema educativo más avanzado del mundo, como ha reconocido el último Informe PISA de la OCDE, dando así continuidad a los anteriores. O que nuestras Universidades iban a participar activamente en los clústeres empresariales de mayor innovación, y estarían cada vez más implicadas en la transferencia de conocimiento y el desarrollo económico y social.

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Del mismo modo, nada permitía anticipar entonces que los Servicios Sociales de Castilla y León llegarían a estar valorados entre los mejores de España. O que nuestra gestión de un nuevo sistema de atención a las personas dependientes nos haría acreedores del primer puesto nacional.

Pues bien, todo lo que hasta ahora hemos invertido y aprendido en materia de servicios públicos, desde el ejercicio útil y responsable de nuestro autonomismo, es un capital para estos próximos 35 años. Una visión de futuro que revela lo esencial de exigir y contar con un modelo de financiación actualizado y razonable, que aporte recursos suficientes para atender dichos servicios, y valore debidamente su coste real y los factores que influyen en él.

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En ese futuro, la Sanidad, la Educación y los Servicios Sociales serán mucho más avanzados. Y existirá también, estoy seguro, un sistema de conciliación de la vida familiar y laboral infinitamente más vigoroso del que ahora disponemos. Un sistema de conciliación que será imprescindible, junto a ese «subirse al tren» de la ‘Economía 4.0’, para que en ese momento exista en Castilla y León una manera reforzada de afrontar los graves desafíos demográficos que padecemos, y que ya hoy afectan de lleno al conjunto de España y a la mayoría de los estados europeos. Por eso es tan importante también que el Gobierno de España y la Unión Europea definitivamente se doten de herramientas potentes en esta materia y se impliquen a fondo para encarar este problema, como nosotros llevamos haciendo todos estos años.

Otro aspecto sobre el que cabe reflexionar es el referido a nuestros patrimonios natural y cultural, cuyo mantenimiento y puesta en valor hoy determinan cifras de turistas impensables hace tres décadas y media. Y que han dado lugar a conceptos que ni siquiera estaban implantados 35 años atrás, como el de 'Turismo Rural', del que hoy Castilla y León es líder en España. En estos años de autonomía hemos aprendido a proteger cada vez mejor esos patrimonios. Somos una de las comunidades con más extensión de la Red Natura 2000. Y una de las regiones europeas con más biodiversidad. Nuestra Red de Espacios Naturales es visitada por millones de turistas cada año.

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En relación con el patrimonio cultural, hoy contamos con 2.200 bienes declarados de interés cultural, 8 de ellos Patrimonio Mundial, además de 122 conjuntos históricos, o más de 300.000 bienes muebles de arte sacro. Ya en 1983 se sabía que teníamos una riqueza cultural ingente, pero todo estaba por hacer para conservarla y aprovecharla de forma sostenida. Así, ¿dónde estaba escrito que llegaríamos a ser la comunidad con más premios Europa Nostra a la protección del patrimonio de España? ¿O que inventaríamos esa particular forma de difundirlo y convertirlo en fuente de riqueza que refleja el éxito de iniciativas como Las Edades del Hombre?

En los próximos 35 años seguramente encontraremos nuevas formas de proteger y preservar ambos patrimonios, para que sigan siendo imagen de la excelencia y aval del atractivo de Castilla y León.

Desde el punto de vista institucional, por fin, si algo destaca desde los inicios de nuestra autonomía es la estabilidad de Castilla y León, que, con todos sus problemas, ha sabido ser una tierra estable. Serena. Reflexiva. Y lo ha conseguido demostrando su capacidad para llegar a acuerdos.

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Acuerdos políticos como los que nos han llevado a contar, y con amplísimo consenso, con un Estatuto de última generación, que posee uno de los textos socialmente más avanzados de España. O como los acuerdos que están permitiendo la gobernabilidad y la aprobación de los presupuestos, y del resto de leyes, en una Legislatura autonómica como la actual, en la que nadie cuenta con mayoría absoluta en nuestras Cortes.

Por otro lado, ¿quién podía anticipar, en 1983, que el Diálogo Social de Castilla y León iba a ser ejemplo para España y el mundo; a alcanzar un centenar de acuerdos a estas alturas; a orientar nuestras políticas laborales, a modernizar las económicas, y a contribuir a importantes avances en el ámbito de las sociales, como la creación de una Red de Protección capaz de atender a 190.000 personas cada año y que integra bajo el principio de responsabilidad pública el esfuerzo de nuestro activo Tercer Sector? ¿Dónde estaba escrito que íbamos a demostrar esa capacidad de sentarnos a trabajar, codo con codo, gentes que piensan muy distinto, y que sin embargo comparten objetivos y valores esenciales para el progreso de la comunidad?

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El diálogo político y el social, junto al civil cuya regulación estamos impulsando, seguro van a continuar como firme seña de identidad de Castilla y León dentro de 35 años. Y ahora deben servirnos para culminar sin nuevas demoras un proceso que es imprescindible para articular institucionalmente nuestro amplísimo mundo rural. Una moderna ordenación del mismo, con la que garantizar la supervivencia y capacidad de hacer de sus ayuntamientos. Con la que asegurar a todos los ciudadanos un acceso equitativo y eficaz a los grandes servicios públicos (en especial a los de competencia autonómica). Y con la que dar soporte a la calidad de vida y a las actividades económicas y el empleo de todos los castellanos y leoneses que desean seguir habitando ese apasionante mundo rural, o incluso regresar a él.

Al cumplirse el XXXV aniversario de nuestro Estatuto, creo que hay razones suficientes para valorar de forma positiva este tiempo de autonomía que juntos hemos vivido. Para afrontar con nuestras renovadas fortalezas los grandes retos y los complejos problemas del presente y el inmediato futuro. Y para seguir confiando plenamente en la voluntad, inteligencia, compromiso, capacidad de esfuerzo y coraje de lo mejor que siempre ha tenido esta tierra: las mujeres y los hombres de Castilla y León.

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