Secciones
Servicios
Destacamos
Cuenta Mohamed su viaje, sus pérdidas, su esperanza y su dolor, aquellas noches de prisión y tortura, las mañanas de sueños posibles, las madrugadas de pesadillas reales, mientras los dedos de su mano derecha juguetean con una pulsera. Son apenas unos hilos trenzados, enlazados con unas conchas (parecen conchas), que luce en la muñeca izquierda. Es el primer regalo que recibió al llegar a España, el obsequio que hace casi cinco meses le entregó alguien, «una chica española», en Alicante, destino fugaz de Mohamed (22 años) antes de recalar en Valladolid.
Él es una de las 629 personas que el pasado 9 de junio fueron rescatadas en alta mar por el Aquarius, un barco de Médicos Sin Fronteras y la ONG francesa SOS Mediterranee. Es una de las 629 personas que a punto estuvieron de morir en su huida de África, en su viaje hacia Europa a bordo de minúsculas pateras a la deriva. Es una de las 629 personas que Italia no quiso, que Malta rechazó, que España decidió finalmente acoger. Mohamed es uno de los siete náufragos que, después de desembarcar en Valencia, han llegado a Valladolid. Vienen de Bangladesh, de Sudán, de Eritrea, Liberia. De Chad. Mohamed viene de Chad. Aquí intenta fijar nuevo rumbo para una vida que zozobró. Estudia español. Recibe atención de Accem, la asociación de ayuda a refugiados. Quiere trabajar. Ojalá que en un taller mecánico. Espera desde junio, como tantos otros pasajeros del Aquarius –la mayoría–, que el Gobierno resuelva su solicitud de protección internacional. Que le abra definitivamente las puertas del puerto que los recibió.
Cuenta Mohamed su viaje, sus pérdidas, su esperanza y su dolor (necesita traductor del árabe, aunque ya entiende muy bien español) mientras juguetean los dedos con esa pulsera que es su primer recuerdo de España. Tuvo que abandonar su país al quedarse solo con solo pobreza a su alrededor. No hay recuerdos en su infancia de una madre que lo abandonó. Vivió con su padre hasta que este falleció. Sin cumplir los 18, Mohamed dejó el pequeño pueblo familiar para buscar fortuna en Yamena, la capital de Chad, un país de récords odiosos: el segundo con la peor esperanza de vida del mundo (52 años, solo superado por Sierra Leona), el segundo con la tasa más baja de alfabetización (el 22,3%, solo por delante de Níger), el quinto con mayor incidencia de mortalidad infantil (85 muertes por cada mil nacimientos). Y el tercero más pobre del mundo, según el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de Naciones Unidas.
«Durante ocho meses tuve que vivir en al calle, sin un sitio donde dormir, hasta que pude encontrar trabajo en una cafetería». Allí, del trato con los clientes, con el apoyo de su jefe, consiguió aprender unas palabras de francés y reunir algo de dinero para probar suerte más al norte, en Libia, un país del que esperaba todo y que todo le negó. Fueron diez días de viaje, desde Chad hasta Libia, sin pasaporte, sin documento de identidad, sin una garantía de que la aventura fuera a salir bien. Y no lo hizo. «Cuando llegué a Libia, en 2014, cogí un taxi para que me llevara a una ciudad más grande y el conductor me secuestró. Era de una mafia. Me cogió para pedir un rescate. Pero yo no tenía dinero. Nadie que respondiera por mi. Me tuvieron encerrado seis meses. Me escapé pero me volvieron a coger. Solo cuando se dieron cuenta de que no iban a conseguir nada de mi, me soltaron. También porque estaba enfermo [secuelas físicas del maltrato que sufrió, sobre todo en la espalda]. Perdieron la esperanza de que les pudiera servir para algo».
Los dedos repasan de nuevo la pulsera mientras su historia continúa: «Me encontré con un compatriota, estuve durante 17 días en su casa, me comentó que conocía a parte de mi familia, que tenía un tío que vivía en Libia». Cuenta que a través de él pudo ponerse en contacto con Fatima. Su madre. La madre que nunca llegó a conocer. Mohamed regresó a Chad para buscarla. Trabajó en un taller mecánico. Ocho meses. Localizó a su madre. «Al principio no quiso saber nada de mí, me dijo que tenía su vida. Pero luego estuvo más comunicativa. Hablé mucho más con ella». Pero Mohamed sabía que Chad no le ofrecía mucho para quedarse, que tendría más suerte, ojalá que más suerte, si viajaba a Europa. Regresó de nuevo a Libia camino de la costa. El primer intento en 2017 no salió bien. La policía costera interceptó la patera en la que viajaba al poco de hacerse a la mar. Lo detuvieron. En la primavera de este año, en pleno ramadán, lo volvió a intentar. Pagó a la mafia su pasaje para viajar hacia Italia. Eran 120 personas en una embarcación de doce metros de largo por seis de ancho. La travesía duraría, como mucho, dos días, pero el Mediterráneo fue más ingrato de lo que esperaban. Con la patera a la deriva, condenados a un viaje sin destino, recibieron en alta mar el apoyo del Aquarius, el buque de una ONG que desde 2016 recorre el Mediterráneo en labor humanitaria para rescatar inmigrantes.
Los titulares hicieron famoso aquel barco a las puertas del verano. Italia y Malta se negaron a que atracara en sus costas. Durante horas, el barco permaneció sin destino en aguas del Mediterráneo hasta que Pedro Sánchez (que había llegado al Gobierno apenas días antes)ofreció Valencia como puerto seguro para la llegada de las 629 personas que el buque rescató el mar. Entre ellas estaba Mohamed. «Fueron unos días difíciles en el barco. Éramos muchas personas. No había comida para todos y para tanto tiempo. Cuando nos decían que Italia no, que Malta tampoco... Y luego que España sí. Nos pusimos contentos, claro. No sabíamos qué nos íbamos a encontrar».
–¿Y qué se ha encontrado?
–Solo tengo palabras de agradecimiento para Accem, para todas las personas que me han ayudado. Y para Valladolid, que me ha acogido.
–¿Le gustaría quedarse aquí?
Una sonrisa aflora por primera vez en el rostro de Mohamed. «Todavía no estoy muy asentado. Estoy bien aquí. Pero todavía me queda mucho. Aprender el idioma. Quiero hacer muchas cosas. Trabajar. Como mecánico me gustaría». Y de nuevo juega con la pulsera, con esa pulsera que al llegar a España regalaron a Mohamed, uno de los 629 pasajeros del Aquarius.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
José A. González y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.