Él está enamorado de 4 babys y medio mundo está enamorado de él. Pero ya se sabe que el amor es complicado y, tal vez por eso, la otra parte del planeta restante daría lo que fuera por sacar sus canciones de las listas ... de éxitos. Así es Maluma, o le amas o le odias. Con él no valen medias tintas. Los que le odian ya tuvieron su momento: recogieron más de 25.000 firmas para pedir la cancelación del concierto, organizaron una campaña contra la portada de su último single y convirtieron las críticas por sus letras sexistas en 'trending topic' internacional. Pero ayer llegó el turno de que alzaran la voz los que le aman, que no son pocos.
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Los 8.526 espectadores que fueron ayer a La Balastera convirtieron la actuación de Maluma en el concierto de pago más multitudinario de la historia de Palencia. La canción Corazón se encargó de abrir la noche a las 23:00 horas, para que después el público llegase al éxtasis con Vente Pa' Ca. Estaba claro. El espectáculo volvía locos a los fans y entonces comenzó a escucharse Clandestino, que no suena tan bien sin Shakira, pero gustó. Vaya si gustó.
El artista colombiano fue fiel a su estilo, se olvidó de las críticas y ofreció al público un espectáculo que rezumó más testosterona que las filmografías de Arnold Schwarzenegger y Silvester Stallone juntas. Y, a falta de músculo, Maluma sacó a relucir su amplio repertorio dialéctico de macho alfa con el lomo plateado, pese a que a él le gusta mucho más el dorado –solo hay que echar un ojo a su cuello, en el que suele haber tanto oro por centímetro cuadrado como en su abarrotada caja fuerte–. Y es que si hay una temática que hace algo de sombra al sexo en sus letras, es el dinero, y en '4 babys' lo deja muy claro cuando dice eso de «todas quieren chingarme encima de billetes de 100».
No. Nadie 'chingó' ayer con Maluma encima de billetes de 100 –al menos sobre el escenario–, pero el cantante colombiano puso de manifiesto por enésima vez que lo que realmente vende de su trabajo es ese explícito contenido sexual que está adherido a todo lo que lleva su sello, una provocadora forma de vender que lleva años inventada y que ha llegado al cénit con sus letras.
El sexo vende y solo hay que repasar un clásico del cine como Gilda para darse cuenta. Allá por 1946, la temperatura del cine subía varios grados simplemente con que Rita Hayworth se quitase un guante, pero los tiempos han cambiado y caldear el ambiente ante un público acostumbrado a ver por Internet algo más que una mano desnuda parece bastante complicado. No obstante, el espectáculo que ofreció ayer Maluma fue tan eficaz en estos menesteres que dejó a la extinta Interviú a la altura de una insulsa revista de análisis político –que tal vez es lo que era pero nos dimos cuenta tarde–.
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Al final, el enorme respaldo al concierto demostró que la polarización de la sociedad española sigue su creciente camino sin fin. Una parte de la población quiere encarcelar a Valtonyc por injuriar al Rey y otros, silenciar a Maluma por esas letras cargadas de un contenido sexista que vejan a las mujeres. Por mucho tiempo que haya pasado, ayer se pudo observar que, salvando las infinitas distancias, esas dos Españas de las que hablaba Antonio Machado siguen tan vivas como en el 36. Suerte que hemos cambiado las pistolas por micrófonos.
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