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Se ha convertido en el pan nuestro de cada fin de año. El Banco de Alimentos afronta la recta final del calendario con la despensa medio vacía, con estantes a la espera de víveres y con una nave entera, en el polígono de Argales, preparada ... para recibir los contingentes de comida que los vallisoletanos aportarán, de forma solidaria y desinteresada, el próximo fin de semana.
La entidad benéfica ha convocado para el viernes 1 y el sábado 2 de diciembre una nueva macroperación kilo, la más importante de cuantas se celebran al cabo del año. Se trata de la quinta edición de una gran recogida de alimentos que confía en repetir las cifras del año pasado (308.000 kilos)y garantizar hasta la primavera (finales de marzo)el suministro de víveres para los 16.152 beneficiarios a los que atiende la fundación, a través de 154 entidades.
El llamamiento para este año ha puesto especial incidencia en la leche entera, el aceite, las alubias y los garbanzos. Estos son los cuatro productos que más escasean o que más necesitan en el Banco de Alimentos, según ha destacado el presidente, Jesús Mediavilla.
Los vallisoletanos podrán participar en la campaña a través de las donaciones que pueden llevar a cabo en alguno de los supermercados adheridos a la campaña, pertenecientes a Carrefour, Mercadona, El Corte Inglés, Grupo Día, Gadis, Eroski, Makro, Lidl, Lupa, Alimerka, Froiz y Aldi.
La cita es relevante porque, tan solo el próximo fin de semana, se consigue casi el 10% de toda la comida que el Banco de Alimentos reparte al cabo del año. En 2016, durante esos dos días, se recogieron más de la mitad de todos los alimentos obtenidos en Valladolid a través de las operaciones kilo. De ahí la importancia de esta convocatoria para mantener llenas las despensas de la entidad y garantizar el suministro a las personas beneficiarias.
El número de hogares que perciben alimentos ha caído durante los últimos años de la crisis. Del tope alcanzado en 2009, con 30.666 usuarios, se pasó a los 23.900 de 2015 y ahora la cifra se sitúa ligeramente por encima de los 16.000 (fueron 16.823 a finales de 2016).Se ha ralentizado así la caída de beneficiarios, algo que, según Mediavilla, se explica por el riesgo de «cronificación» de la pobreza, con personas expulsadas del mercado laboral y que, pese a la recuperación económica, tienen difícil encontrar un trabajo.
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