El poeta y artista plástico leonés Juan Carlos Mestre, Premio Castilla y León de las Letras, apostó este viernes en Valladolid por una comunidad de tolerancia donde tengan cabida los que discrepan y los que al diferir «ennoblecen» los argumentarios de la libertad y hacen ... del disentimiento salud de un bien «irrenunciable». Durante su discurso en representación de los galardonados, de los que precisó que sus méritos «sobrepasan su capacidad de elogio», Mestre consideró que no cree en un arte, una filosofía y una literatura sin ideas.
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Ante la presencia de los premiados en el Centro Cultural Miguel Delibes de Valladolid como el presidente del Grupo Antolín, Ernesto Antolín, (Investigación Científica y Técnica e Innovación); la catedrática Derecho Internacional Público, Araceli Mangas, (Ciencias Sociales y Humanidades); los jugadores de balonmano Juan García 'Juanín' y Fernando Hernández (Deporte) y el delegado territorial de la Once, Ismael Pérez, (Valores Humanos y Sociales) tras la ausencia del pintor Félix Cuadrado Lomas (Artes), el poeta de Villafranca del Bierzo (León) reconoció que procede de la escuela de los insubordinados ante la impiedad y que defiende el amparo y la misericordia. También de un país de «insumisos» donde la desobediencia es un «don de libertad» y donde lo «indócil» es un deber ante los decretos de servidumbre.
De ahí que su discurso hiciera referencia a la «catástrofe inminente» del totalitarismo, algo que ya advirtieron los «avisadores del fuego que nos precedieron». Frente a esa amenaza, Juan Carlos Mestre abogó por «reconstruir» la sociedad sobre unos nuevos cimientos donde no tuvieran cabida la iniquidad de la pobreza ni el sufrimiento.
No en vano, manifestó que toda tarea humana debería tener como fin el «refuerzo» de la dignidad espiritual y civil de las personas frente a la «tolerancia» ante la «herida colectiva, el daño y la precariedad», sin olvidar el cuidado de la naturaleza y el planeta.
Mestre se acordó de la «tragedia» de los refugiados, los «argumentos procesales» que avergüenzan las legislaciones, los desplazados a la fuerza, los cesantes y los «nadie» en la sociedad. Frente a eso, echó en falta la época en que los poetas eran los «legisladores invisibles» de un mundo donde el derecho a soñar era aceptado como un principio de civilización y cultura.
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El premiado valoró la «esforzada perseverancia» de los antepasados así como las manos de quienes sostuvieron el peso de la esperanza y la honradez política. Además, lamentó que la palabra haya caído en desgracia porque opinó que está hecha para ayudar a construir la «casa de la verdad» y no para silenciarla.
El Premio Castilla y León de las Letras también tuvo palabras para su orígenes, en los valles del Bierzo y un pueblo donde nació Fray Martín Sarmiento y Enrique Gil y Carrasco. Se acordó de la historia de la poesía, a la que calificó de «patria», con nombres como Federico García Lorca –que sigue siendo un detenido desaparecido, al igual que los «olvidados» -en las cunetas-, Miguel Hernández –víctima del totalitarismo franquista- y los intelectuales republicanos del 27 –«diezmada» por el exilio político-.
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El poeta de Villafranca del Bierzo (León) valoró, por último, el esfuerzo, la superación y el trabajo de los premiados. En concreto, el «saber jurídico» de Mangas, la «excepcionalidad aptitud» de 'Juanín' y Hernández, el «claro don y la discrepante luz» de la mirada de Cuadrado Lomas, la «emprendedora dinámica» empresarial del Grupo Antolín y la «labor bienhechora» de la Once.
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