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Silvia G. Rojo
Navarredonda de Gredos
Lunes, 26 de marzo 2018, 07:43
«Joven, activo y, a mayores, cooperativista». Ese es el perfil de las personas que deberían percibir las ayudas de la Política Agrícola Común (PAC) más allá de 2020, según el criterio de la treintena de jóvenes de entre 18 y 30 años que ... a lo largo de los últimos días han participado en el Parador de Gredos (Navarredonda de Gredos, Ávila) en el III Campus de Urcacyl. Animados por El Norte de Castilla, han analizado las principales propuestas que sobre ellos recogen los documentos que sirven para debatir las ayudas europeas. Se consideraron dos: el borrador con el que trabaja la Comisión Europea y el acuerdo de comunidad firmado hace una semana por los grupos parlamentarios y las organizaciones agrarias. Ambos textos incluyen una serie de medidas con las que se pretende rejuvenecer el campo e incorporar a más profesionales jóvenes.
La pregunta es: ¿a ellos les convencen? Pues ni sí ni no ni todo lo contrario. Algunas pueden parecer acertadas; otras, mejorables, y otras, totalmente rechazables. Entre estas últimas arranca el debate. «Tenía que existir una norma en la PAC para que según se cumplan los 65 años se corten automáticamente las ayudas. A ver cuántos iban a seguir trabajando sin ayudas», se pregunta Mario López, de Copiso. Porque esos «pagos compensatorios», recuerdan otros compañeros, siempre están en el punto de mira y mucho más ahora en un contexto de negociación.
«Nos tienen asfixiados –apuntaba después José María García, de Dehesa Grande–. Las personas que andamos en este sector siempre vamos justos porque el dinero que ganas lo inviertes, y en el momento que una persona se jubila, cobra la PAC y los becerros y es cuando gana dinero. Así que ¡cómo lo va a dejar! Por puro vicio no lo deja». Tras él, otro de los participantes comparte la misma reflexión: «En el momento en que se jubilan, fuera PAC: si no, no sé cómo nos vamos a meter los jóvenes. Hoy una persona con 65 años está para atender 200 animales sin despeinarse, ¿cómo se va a retirar?».
Samuel Hernández, de Cobadu, advierte de que «en la actualidad se necesitan más tierras y más ganado para hacer la explotación rentable, y si esas personas con más edad no sueltan lo que tienen y se agarran a ello, reciben las mismas subvenciones que un joven». Está convencido de que los jóvenes son los que hacen las inversiones. «Un jubilado con 50 vacas, 100 hectáreas para el cobro de la PAC y los becerros no hace inversión alguna y tú te quedas aprisionado y sin tierras». A nadie se le escapa que para activar la PAC se necesitan hectáreas y «no hay tierras porque, aunque no se están explotando, las tienen metidas en la solicitud de la PAC».
Además de la crítica a los perceptores de la PAC, la propuesta de las futuras ayudas mantiene –y es posible que incremente– un compromiso con el cuidado del medio ambiente. Es lo que en la actualidad se denomina ‘greening’ que, según José Toquero, de Agropal, ha supuesto que hayan tenido que cargarse de maquinaria. «Ahora dicen que quieren proteína vegetal y tú tienes toda la inversión para forraje, lo que quiere decir que no te vale». Desconfía de la gestión política porque percibe que «esto va al son del comisario de turno» y a ellos les cuesta «un montón de dinero». «Nos quejamos de que en este sector cada uno va a lo suyo, pero ellos sí que van a lo suyo, a deshacer lo anterior, a bajar dinero en cada reforma; no priman la producción porque no van en una misma línea».
En este sentido, su apuesta es priorizar los ecosistemas autóctonos, y pone como ejemplo los Arribes. «Estos ecosistemas hay que incentivarlos y lo que hacen es penalizarlos dejando hectáreas admisibles fuera cuando lo que hay debajo de los árboles y los arbustos de más de 40 centímetros son las vacas y los becerros que andan por ahí perfectamente». Es Samuel Hernández, uno de los que habla del conocido Coeficiente de Admisibilidad de Pastos (CAP), que excluyó en su momento de las ayudas determinados terrenos porque, en teoría, no podían ser aprovechados por el ganado. Las últimas noticias apuntan a una posible revisión caso por caso. En definitiva, se erigen en guardianes del medio ambiente aunque bromean: «Al paso que va la cosa, nos convierten en jardineros».
Y metidos en harina, piden «simplificación, menos burocracia» porque, como ilustra José María García, «no te puedes pasar la vida en Salamanca pidiendo permisos porque lo que lo que hay que hacer es trabajar y no perder el tiempo que no se tiene».
Como agricultores y ganaderos no se muestran ajenos a la opinión que tiene la gente sobre estas ayudas. Por eso insisten en que «hay que convencer a la sociedad de que es un pago compensatorio para que se puedan sujetar los precios y se pueda comer bien y barato». Por si hubiera alguna duda, José Toquero lo resume: «La gente tiene que pensar que con el sueldo de 1.000 euros le da para marcharse de vacaciones, para pagar el piso y para comer, pero habría que ver lo que pasaría si el filete de carne en vez de seis euros costara 14 y la barra de pan cuatro euros. A lo mejor cambiaba mucho la película».
«Estamos en un punto en el que hay menos fondos, queremos que el dinero se quede en la comunidad y la propia Administración mira con lupa que cumplimos al 100%, pero luego vemos al vecino de en frente que tiene la hija en Madrid incorporada a la agricultura, cobrando de lo uno y de lo otro; y el otro vecino jubilado que ni invierte ni nada y eso es envejecer el campo», reflexiona Eduardo de la Pinta, de Agropal.
El caso de Mario López es el mejor ejemplo. Se quiso incorporar a la actividad a través de una SAT (Sociedad Agraria de Transformación) y le denegaron la ayuda incluida en el segundo pilar de la PAC por no tener más del 50% del capital. «Y luego estás oyendo todos los días a la consejera, a la ministra, a todo el mundo que apoyan a los jóvenes y a las cooperativas. ¿Eso es apoyo?», se pregunta.
Alejandro Aguado, de Copiso, aprecia que «el problema de las incorporaciones son las exigencias, cuestiones a las que te obliga la incorporación que hace que el mercado de la renta sea abusivo y al final, lo que hacen es ahorcarte desde un primer momento, exigiéndote un mínimo de hectáreas para poder optar a una subvención que, en teoría, te dicen que te va a llegar al momento para ayudarte a empezar la actividad agraria y, muchas veces, para morir en la orilla». Esa es otra queja generalizada: las ocasiones en las que se ha tardado varios años en cobrar esas ayudas. «Y si no están tus padres para ayudarte, ¿de qué vives?», se escucha entre el murmullo al fondo.
Todos estos jóvenes han crecido viendo cómo sus mayores miraban al cielo, cambiaban un tractor por otro de más potencia y no dejaban de invertir. Han visto lo bueno y lo malo y, aun así, han optado por quedarse. La explicación la comparte David Amigo, de Cofrubi, al mostrarse «completamente orgulloso» de seguir los pasos de su padre y de su abuelo. Mario López incide en algo que considera muy importante: «Soy libre».
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