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He aquí un científico. No es el único, pero sí el que durante 2019 va a poder celebrar que su proyecto vital, la creación y desarrollo del Instituto de Oftalmobiología Aplicada (IOBA), cumple un cuarto de siglo de exitosa vida. Y lo hace ya ... siendo referencia en Europa. Referencia de investigación, referencia de enseñanza y referencia de atención al paciente. José Carlos Pastor Jimeno, de profesión y vocación, científico.
–¿Cómo lo ve ya con 67 años?
–Depende. Si se refiere usted a la investigación, no muy bien. La gente no es consciente de que se ha perdido más del 50% de los recursos dedicados a investigación y un país que no investiga me parece muy mala noticia.
–¿A qué no le quita ojo el investigador que lleva usted dentro?
–Al paciente. La razón de ser de un médico es el paciente.
–Corren tiempos políticamente convulsos. ¿Tiene pinta de que aún no lo hemos visto todo?
–Son convulsos a todos los niveles. Pero en contra de lo que la gente pueda pensar, yo sí tengo una gran confianza en el pueblo español. Independientemente de los políticos, el pueblo español ha sido capaz siempre de superarse y de seguir adelante, aunque se hayan creado situaciones aparentemente dramáticas, casi finales, de crispación...
–Con todo lo que hemos visto ya de incumplimientos electorales por parte de los políticos, ¿dónde queda aquello de 'dichosos los que creen sin haber visto'?
–Generalizar no es bueno, pero muchas veces me pregunto por la cualificación profesional y técnica de los políticos y ese es un problema serio. Gran parte de la culpa de muchas cosas la tiene mi generación.
–Uhmm... ¡Autocrítica! Extraña manera de mirarse al ombligo...
–Mi generación renunció a la política, se centró en el trabajo y le ha faltado un cierto compromiso con la sociedad. De todo hay en la política. Gente brillantísima, gente muy abnegada, pero también gente que se ha aprovechado, que no tiene ninguna preparación y lo único que les queda es la mentira porque no son capaces de dar soluciones creativas reales, plausibles.
–Atribuyen a Groucho Marx haber dicho: «¿A quién vas a creer, a mí o a tus propios ojos?». ¿Le vendría al pelo a muchos políticos de nueva hornada?
–Hay que intentar juzgar los hechos de las personas, no sus palabras. Primero, porque las palabras las miden demasiado. Ahora mismo han entrado en un bucle de lo que es políticamente correcto. Un lenguaje que tiene que ser inclusivo, un lenguaje que tiene que no ser sexista. No sé si los ojos te engañan o no; creo que no.Pero los oídos, seguro. Porque en estos momentos escuchando a cualquiera de estos... Si yo tuviera que avanzar en la conversación diciendo teléfonos y teléfanas, mesas y mesos, cosas de estas, pues lo siento en el alma, no soy capaz de hacerlo. Y eso no significa para nada que yo tenga un desprecio hacia nada, al contrario.
–¿A qué está ojo avizor como médico?
–Normalmente mis preocupaciones, una vez que queda claro que siendo médico mi primera preocupación es el paciente y mejorar su calidad de vida, sus expectativas, estoy ojo avizor a lo que ocurre en nuestro entorno.
–¿Dónde tiene puesto el ojo el profesor Pastor?
–Primero, en el paso del tiempo. Algún día me tendré que jubilar. Como un cargo académico son cuatro años y otros cuatro, en el momento en el que he dejado la dirección del IOBA me han atribuido que me habían echado; que me habían echado por robar; otros me han atribuido un cáncer terminal, que estoy a punto de morirme... ¡Pero de verdad! La gente me cuenta cosas de estas... Intento de alguna manera que cuando acabe mi época académica deje las cosas lo más aseadas posible, pedir disculpas por los errores cometidos y que la institución que se ha creado con el esfuerzo de mucha gente no se desmorone y continúe.
–¿Cree que a alguien se le ha visto el plumero en la crisis de los másteres de los políticos?
–En la Universidad de Valladolid, que yo sepa no. Y hay que dejarlo bastante claro: la Universidad de Valladolid peca de esta especie de manía muy castellana de que el buen paño en el arca se vende, algo que me parece una solemne estupidez. A la Universidad de Valladolid le falta salir, comunicar mejor. Eso ha pasado en la Rey Juan Carlos pero en la de Valladolid, nunca.
–¿Y en la Universidad española, en general, queda alguien que esté viéndola venir? Lo digo por el desprestigio que generan esas crisis...
–Tengo que decir, con pena y tristeza, que algunos pacientes me gastan bromas. Me preguntan si regalamos másteres. Y eso me duele. Intento sonreír, pero me llega al corazón. No puede ser que un paciente venga al IOBA y me pregunte eso. Creo que el tema es preocupante porque está degradando la imagen de la Universidad y no nos lo merecemos.
–A ver si es que le han echado mal de ojo a la universidad...
–Muchos políticos han intentado presumir de titulaciones que no tienen. Eso tiene una parte positiva: si quieren presumir de algo de la universidad es porque en su cabeza la universidad sigue representando algo; pero, claro, el precio que pagamos es la pérdida de prestigio.
–Nació usted en Madrid, estudió en Navarra, comenzó de profesor universitario en Santiago de Compostela y se doctoró y sacó la cátedra en Valladolid, donde fundó el IOBA. ¿Tiene usted una visión de España por encima de la media?
–Sí. Sin la más mínima duda. Mi tercer apellido es Vallvé y hasta el siglo XVII mi árbol genealógico lo tengo en Cataluña. Me permito, cuando hablo con algún independentista, preguntarle que por qué me van a cambiar mi historia sin preguntarme a mi. Me siento profundamente español. He vivido en Huelva, en Asturias, en Toledo. Sí, soy español.
–¿A qué mira usted de reojo?
–Intento, de alguna manera, a los que pueden ser nuestros competidores.
–¿Tenía razón Heráclito cuando decía que los ojos son testigos más exactos que los oídos?
–Prefiero la vista que no el oído, eso seguro, pero no tengo tan claro que no nos engañe de vez en cuando la vista.
–Maquiavelo decía que los hombres juzgan más por los ojos que por las manos «porque el ver pertenece a todos y el tocar, a pocos». ¿El sentido más democrático que tenemos es la vista?
–No sé si es más democrática la vista, pero sí que es fundamental para el ser humano porque más del 90% de la información que recibimos nos llega a través de los ojos.
–Miremos de nuevo a su faceta de médico para bajar los pies al territorio de Castilla yLeón. Usted es jefe de Servicio de Oftalmología del Clínico de Valladolid. ¿A qué atribuye la contestación que está teniendo la sanidad pública regional?
–El sistema sanitario español es de los mejores del mundo. Sin duda. Y el que la tenga, que vaya a Estados Unidos y se ponga enfermo que como no lleve la Visa Oro bien cargada lo va a tener muy mal. Pero es verdad que nuestro sistema sanitario tiene problemas que no los quieren resolver. El primero, que los médicos pensamos que el sistema tal y como está concebido no es sostenible y, claro, cuando oyes a un político decir otras cosas no entendemos. No se puede mantener el sistema porque el sistema consume lo que no está escrito. Faltan inversiones. El sistema tiene que ser universal gratuito, de calidad, excelente... Ya, pero eso no se puede hacer porque, entre otras cosas, no hay quien lo pague. Se hicieron las transferencias y esto tiene que ser autosuficiente. Claro, autosuficiente si se puede, porque hay cosas que no tienen sentido.
–¿Por ejemplo?
–Aquí no hay industria pesada; tener una unidad de quemados aquí probablemente no sea rentable y sea mucho más fácil mandarlo a Madrid. Habría que buscar un sistema más justo y eficiente.
–Echemos la vista atrás. En 1977 estuvo usted en EEUU en el Bascon Palme Eye Institute. Allí encontró un centro que aunaba investigación, docencia y atención al paciente. Se trajo la idea para España; en concreto, a Valladolid. Y fundó el IOBA. ¿Llegó, vio y...?
–Retrospectivamente, la verdad es que esto ha sido un camino complejo en el que ha habido personajes ilustres que se han dedicado a crearnos problemas...
–Pero en estos últimos 30 años no les ha puesto usted nombre y apellido a esos personajes...
–Nunca se los he puesto, pero si leen esta entrevista se darán por aludidos y desde aquí quiero dedicarles mi más profundo desprecio, que quede claro, por su ineficiencia en sus asuntos de gestión. Dicho eso, ha habido mucha gente que ha apoyado la idea. Contra viento y marea, con altibajos. Todos los equipos rectorales han apoyado, a su manera, unos mejor y otros peor. Si no, esto no se podía hacer. El IOBA en estos momentos es una maquinaria con 90 personas, tenemos edificio propio conseguido con fondos Feder, estamos por la historia clínica 65.000. Eso no sale de la noche a la mañana.
–Es decir, que le ha visto muchas veces las orejas al lobo...
–Sí. Muchas temporadas de mi vida no he dormido bien, he estado desasosegado, con angustia, con estrés, pero mirando hacia atrás, ahora digo que todo eso ha merecido la pena.
–¿Qué le llegó a faltar en el IOBA para no verlo todo claro siempre e, incluso, ver el futuro a veces negro?
–Hubo un momento en el que tuvimos errores de comunicación y en otro momento hubo un ataque furibundo de algún personajillo que ya no está en la política...
–¡Díganos el nombre!
–Me acuerdo de las faenas y las estupideces que hizo, pero no del nombre.
–¡Esa memoria suya tan selectiva...!
–...También con el tiempo nos dimos cuenta de que habíamos enfadado a un cierto sector social, le habíamos irritado. Incluso, creo que fuimos un poco de prepotentes en algún momento. Si sirve de descargo, quisiera decir dos cosas.
–Adelante.
–Una, que me arrepiento. Y la segunda, que no fui bien recibido cuando vine a Valladolid y eso hizo que me pusiera la coraza y que a mucha gente que se acercaba, de muy buena fe, a preguntarme la hora le metiera un mazazo y luego averiguaba que solo quería saber la hora. Fue una entrada muy dura. De mí se dijo, antes de que llegara, que había dicho que la gente del Servicio de Oftalmología era muy mala, lo cual es mentira. ¡Si ni sabía donde estaba el hospital! Y nunca he tenido casa en Fuente Berrocal, ni casa de verano en ElMontico. Y nunca he pertenecido a La Galera. Seguramente eso también ha hecho que yo no haya sido...
–No haya sido ¿qué?
–Pero eso ya pasó. En estos momentos me siento orgulloso de Valladolid y bien tratado, en general.
–Con tantos ojos como lleva revisados, ¿ha visto ya quién tiene los ojos más bonitos?
–Los más bonitos son los de mi esposa, la doctora Calonge. Me siento profundamente enamorado de ella, cosa que me enorgullece decirlo. Poca gente sabe que es la primera mujer catedrática en la historia de la Facultad de Medicina de Valladolid. Es una persona con una proyección internacional bárbara. Y a todos los valores que veo en ella aúna una profunda humildad. Me quedé enamorado de ella hace muchos años mirándola a los ojos a través del espejo retrovisor del coche.
–Con tanta investigación a las espaldas, ¿sabe ya dónde está el ojo que todo lo ve?
–¡No tengo ni la más remota idea! Tengo la sensación de que el mundo es movido por muy pocas personas, que exactamente saben lo que quieren y adónde nos dirigen a la Humanidad. Y no estoy convencido de que me guste.Pero es una sospecha.
–¿Los años y las dioptrías le están rebajando su fama de profesor duro?
–No. Sigo pidiendo un 9 para aprobar.
–¿¡Un 9!?
–Sí
–¿Y la gente aprueba?
–Sí, todos, o casi todos. Y el que no aprueba puede ir a casa diciendo que como pido un 9, cómo va a aprobar. Es una excusa bárbara para los padres.
–Cuando repase su vida, ¿que no querrá ver ni en pintura?
–Errores personales que he cometido no me gustaría repetirlos.Me gustaría pedir perdón, si puedo, a quien ha padecido esos errores. Y, luego, algunas actitudes que he sufrido personalmente y me han dañado mucho.
–¿Cómo cree que le ven y cómo le gustaría que le vieran?
–Me gustaría que la gente me recordara como una persona que se comprometió con una idea, la de las instituciones públicas, a las que siempre he servido porque considero que la cosa pública es muy importante porque lleva muchos años, mucho esfuerzo y muchos sacrificios de muchísimas generaciones de españoles.
–¿Qué encuentra sobre dos ruedas, lo digo por su fama de ciclista aficionado, que no halle en dos ojos?
–Tiempo para pensar, para poner distancia de algunos problemas y ver las cosas con un poco más de perspectiva. He llegado a ser tercer dan de kárate, he corrido maratones, lo que pasa es que tuve una lesión en una pierna y hace algunos años que solo hago bicicleta de montaña. Este año estaré cerca de los 6.000 kilómetros. La bicicleta me ayuda mucho a pensar, a reflexionar, a calmarme. El ejercicio ha sido siempre para mí muy importante.
–Es profesor, investigador, médico... ¿Qué quiere ser de mayor?
–Quiero seguir siendo lo mismo hasta el día que me muera.
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