Secciones
Servicios
Destacamos
El próximo 29 de mayo se vivirá un nuevo aniversario del incendio en la Catedral de León. Era 1966 y entonces un joven Mario González, hoy administrador de la Pulchra Leonina, se asomaba a la terraza del Seminario Menor incrédulo ... ante lo que estaba viendo.
«Era una imagen impactante porque yo tenía 13 años y se me quedó grabado el momento de ver arder la techumbre de la Catedral», recuerda ahora casi 53 años después de aquel suceso.
Aquellas imágenes regresaron este lunes cuando comprobaba cómo las llamas devoraban Notre Dame, en París. «¿Cómo no se me iban a venir las imágenes a la cabeza? Desde luego que sí. Era un poco recordar lo sucedido aquí pero a miles de kilómetros y casi medio siglo después. Las imágenes eran tremendas», recuerda.
De lo sucedido en 1966, advierte hoy, se sacaron varias lecturas y enseñanzas. La primera que el uso de agua «es contraproducente. En el caso de la Catedral de León se usó agua pero de una forma muy controlada y también se utilizó espuma, mucho más segura», insiste Mario González.
El ministro de Cultura y Deporte, José Guirao, ha anunciado que se pondrá en marcha una revisión de las instalaciones de los grandes monumentos españoles ya que, aunque en general son seguras, el incendio de la catedral de Notre Dame en París ha supuesto una «alerta».
En declaraciones a RNE, el ministro ha indicado que «a raíz de esto se va a plantear por las autonomías y por el Ministerio de Cultura revisar todo este tema; es una consecuencia evidente».
Según el titular de Cultura, las catedrales españolas «en teoría» están debidamente protegidas y, aunque ha explicado que «seguridad al cien por cien no existe para los monumentos ni para nada», sí que hay políticas preventivas «que tratan de evitar que ese tipo de tragedias puedan suceder».
«Lo peligroso son las instalaciones eléctricas antiguas, que hay que revisar, pero cuando hay una obra de restauración hay que extremar los cuidados porque un descuido de alguien puede provocar una tragedia», ha dicho Guirao, aunque ha matizado que todavía no se conocen las causas del incendio de Notre Dame.
El ministro ha explicado que se pondrá en contacto este martes con su homólogo francés para ponerse a su disposición y ofrecerle «lo que necesiten», y ha señalado que la reconstrucción de Notre Dame compete a todos los europeos por su valor simbólico para la unión de Europa y para la cultura europea.
«A nivel económico los franceses tienen recursos de sobra para hacerlo pero el tema de fondo no es la economía sino que es un símbolo de la Unión Europea, del arte, de la cultura europea y todos tenemos que estar con los franceses», ha recalcado el ministro.
Guirao ha subrayado que el incendio de Notre Dame «es una tragedia y una catástrofe» porque la catedral reunía «todos los elementos que hacen de un monumento algo extraordinario y universal».
El agua, advierte, «carga la piedra y el exceso de peso puede provocar la caída. Es mucho mejor intentar controlar el fuego con espuma. De otro modo el riesgo de acabar con el inmueble es tremendo. Para mí se ha vertido demasiada agua en la zona».
La otra enseñanza obtenida en León tuvo que ver con la cubierta: «Nunca más se usó madera y en el caso de nuestra catedral se optó por una estructura metálica. También se sustituyó el pararrayos por el más moderno que hay en el mercado».
Ahora, remarca el administrador de la Catedral de León, queda lo más complicado: «Tendrán que mirar a ver el daño y acometer una profunda y costosa rehabilitación».
Eran alrededor de las 18.30 horas cuando un rayo de gran potencia cayó sobre la cubierta de la catedral leonesa, aunque las primeras señales de humo no se apreciaron hasta las 20 horas, media hora más tarde, de forma paralela al momento en el que la oscuridad de la noche se hacía más visible, surgieron las primeras llamas. «Cuando se hizo de noche era muy espectacular», recuerda Primo Lucio Panero, en aquel momento secretario particular del obispo Luis Armarcha. «Estábamos en el Palacio Episcopal, no salí, pero decían que era todo un espectáculo desde arriba del Torío y en la bajada de La Virgen del Camino», añade.
Los teléfonos no dejaban de sonar en la centralita de Telefónica, aunque las telefonistas, que desde la sede de la calle Padre Isla tenían una vista terrible, a la vez que privilegiada del incendio, apenas eran capaces de descolgar los terminales ante la espectacularidad de lo que estaba ocurriendo. La actuación fue casi con carácter inmediato y al avistarse las primeras señales de humo se dio aviso a los bomberos, a la catedral, al obispo y a las autoridades.
Según recoge el Boletín de la Diócesis de ese día, a las 21.30 horas «ardía toda la techumbre, desde el ábside hasta el hastial de la fachada principal, ofreciendo un aspecto desolador». Y tal era el desastre que se presagiaba que las emisoras de radio hacían llamadas a las provincias limítrofes, lo que movilizó hacia la ciudad equipos de bomberos de Zamora, Valladolid, de la Base Aérea de Villanubla, de Palencia, Santander, Oviedo, Avilés y llegados también de la Base Hispano-Americana de Torrejón de Ardoz, en Madrid –aunque finalmente algunos de ellos no tuvieron que intervenir y otros incluso se detuvieron en el camino al confirmarse más tarde que su intervención no era necesaria-.
La incertidumbre no es buena compañera y esa tarde parecía ser la única acompañante ante las escenas que se veían en la cubierta del templo. Pero los momentos de «verdadera alarma» se vivieron cuando se oyó el crujido del derrumbamiento del tejado y el «estruendo aterrador» de la caída en el interior de la catedral de los ocho florones de madera que colgaban de las claves de los arcos. «Se pensó de momento que las bóvedas comenzaban a derrumbarse y la imaginación veía ya toda la catedral en ruinas y las vidrieras saltando a pedazos», recoge la crónica del Boletín Diocesano.
«Hubo como dos horas o así con mucha preocupación», relata Primo Lucio Panero, en especial ante el riesgo de derrumbamiento de la cubierta y de las cúpulas. «Se pensaba que podía ser la ruina del edificio, porque el gótico es puro equilibrio y podía descompensarse», añadió. Sin embargo el arquitecto Torbado y los técnicos de Patrimonio, transmitieron un mensaje de «calma» al confirmar que la situación «no peligraba» porque el único daño se produciría en la cubierta y no habría repercusión en la parte artística del edificio.
El incendio no solo generó una gran expectación y preocupación en la ciudad y en la provincia, sino en toda España e incluso fuera de las fronteras nacionales. Desde el Vaticano se llegó a trasladar un mensaje de interés por la situación y los daños en el templo. «Había un monseñor que tenía relación con León, llamado Justo Fernández, creo que era de Astorga, y se interesó», explica Primo Lucio Panero, además de que el propio nuncio del Papa llamó esa misma noche del incendio.
También se comunicó rápidamente con el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, quien rápido trasladó la magnitud del suceso al jefe del Estado que estaba presenciando la final de Copa, quien no dudó en «movilizar toda clase de recursos y ayudas». De hecho, Primo Lucio Panera expone cómo el propio Fraga viajó a León «con un cheque» que le entregó al obispo en mano «para la reforma de la catedral».
Ya en la jornada del lunes, unas horas después del incendio, también llegaron a León numerosas autoridades. «Vino don Vicente Tarancón, arzobispo de Oviedo, y vino también don Marcelo, obispo de Astorga, y en el Ministerio lo coordinaron todo muy bien los militares», puntualiza Panero.
Y esta preocupación e inmediatez en las intervenciones se plasmó también en el proceso de restauración. «Antes de apagarse los últimos rescoldos, ya comenzaron los trabajos de reparación», se insiste en el Boletín Diocesano. «La restauración se hizo inmediatamente», apostilló Panero, quien recuerda la colaboración de la empresa Rogelio Fernández quien «ofreció todo el sistema» y quien hizo el tejado nuevo. «Creo que en menos de un mes estaba puesto», rememora.
Tras el incendio, la catedral permaneció cerrada a las visitas, aunque las puertas permanecían abiertas para facilitar el secado de la humedad de las bóvedas. El 1 de junio, el ejemplar de Diario de León recogía una información en la que titulaba que la restauración del templo ya había comenzado. En el interior de su crónica, firmada por Félix Pacho Reyero, se alude a la visita del director general de Bellas Artes, Gratiniano Nieto, quien, a preguntas de los periodistas sobre la fecha de inicio de los trabajos, declaró que la restauración «ha comenzado ya porque un monumento de tan excepcional importancia no admite treguas» y lo había hecho «con la retirada de escombros, vigas quemadas y tejas partidas que hay sobre la bóveda», apuntó.
Durante días se repusieron unas 50.000 tejas y apenas unos días más tarde del incendio, el proyecto de recomposición de la estructura ya estaba totalmente redactado para llevar a cabo las obras lo antes posible. Seis días más tarde del incendio, la catedral volvió a abrir para el culto de los fieles, en un día cargado de emoción para los leoneses.
Laurentino Vega de Castro, propietario de la farmacia ubicada en la parte trasera de la catedral, en Puerta Obispo, vivía con su familia en el número 2 de la calle Ancha –antes conocida como calle del Generalísimo-, a escasos 100 metros del templo, según relata su hijo Roberto desde la misma botica que regentaba su padre. Al escuchar un intenso ruido, salió a la calle y se percató rápidamente de lo que estaba ocurriendo, así que se personó en las inmediaciones de la catedral.
Con el paso de los años y, sobre todo, después de que el fuego no causó daños mayores al patrimonio artístico de mayor relevancia, en especial las vidrieras, quienes recuerdan este día no olvidan incluso algunas anécdotas que levantan alguna sonrisa.
Una de ellas llegó en forma de solidaridad desde Alemania. En el Obispado se habían recibido innumerables telegramas expresando la preocupación por los posibles daños del incendio, pero la afección fue tal que incluso un turista alemán llegó a enviar un donativo para contribuir a las tareas de restauración. También la catedral metodista de Washington hizo lo mismo recordando que sus vidrieras se basan en la inspiración de los vitrales de la seo leonesa.
La misma tarde del incendio había comenzado la misa vespertina, con especial afluencia dada la festividad de Pentecostés. «Aun avisándole de que estaba ardiendo, el canónigo que estaba diciendo la misa retiró el Santísimo de la capilla de La Virgen del Camino y lo llegó a la sacristía cruzando toda la catedral», relata Primo Lucio Panero. Afortunadamente todo quedó en un gran susto pero que no llegó a ocasionar daños irreparables en esta 'joya'. La catedral se había salvado.
Su amistad con el fotógrafo Manuel Martín, que conocía al dedillo el interior del templo gracias a que había tenido la ocasión de hacer fotos en su interior, y al que había acompañado en varias ocasiones, le permitió colaborar con los bomberos para que éstos pudieran acceder al templo. «Los bomberos no sabían por dónde subir, y mi padre les ayudó», reconoce Roberto Vega.
De hecho, el Ayuntamiento de León le remitió un escrito por su «celo y eficaz cooperación» que prestó al personal técnico encargado de la extinción del incendio producido en la catedral, en el que felicitaban a Laurentino Vega «por su meritoria actuación» y por la ayuda prestada «sobre todo en los primeros momentos», recoge el escrito, hechos por los que más tarde recibió una medalla de reconocimiento por parte de los órganos municipales.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.