El Hoyo de Pinares: seguidillas, piñones y viejos ritos

Y las arras de diamante, / los anillos son de oro / y las arras de diamante. / El sí que ha dado la novia / tiene el valor de un brillante». Así dice la Ronda de Bodas de El Hoyo de Pinares, que se sigue interpretando, al igual que otras muchas canciones tradicionales, en esta localidad abulense que pugna por defender su patrimonio inmaterial. Rondas, seguidillas, jotas, y también un pequeño diccionario, local y ancestral, que contiene palabras como «zanguango» (perezoso, inútil), «zolocho» (apocado), «farfallas» (mal vestido) o «eszaleao» (roto por falta de cuidado). Y ritos y tradiciones provenientes de los antiguos oficios de la tierra, desde la cantería hasta la ganadería, pasando por los piñoneros y las hogueras de la 'Moragá', donde el fuego obliga a las piñas a ofrecer el codiciado fruto que evoca el nombre del municipio.

Buena parte del tesoro tradicional y folclórico de El Hoyo de Pinares se desarrolla alrededor de sus dos grandes fiestas: la de la Virgen de Navaserrada, con su romería, en mayo, y las de San Miguel Arcángel, las patronales, alrededor del 29 de septiembre. Bailes, canciones, verbenas, cabezudos y juegos. Y unos festejos taurinos (encierros y novilladas sin caballos), por San Miguel, documentados al menos desde hace 165 años.

Entre su patrimonio, los hoyancos cuentan también con una buena lista de festejos relacionados con los quintos (el Litro, la Hoguera, la Vaquilla, la Ronda, las Multas, la Cruz de Mayo), y con una notable colección de juegos tradicionales, como el calbote (por Todos los Santos), la meca (o las tabas), el cirio, la cucaña (con su jamón como recompensa) y los pucheros.

Y con sus propias leyendas, como la del risco de la Peña Arcón, recogida en versión de historieta en 2015, o la de la Niña Montero, que se remonta al siglo XVIII, que cuenta el rapto de la hija de un montero de la localidad con el objeto de sacrificarla en un aquelarre, y que cada año se teatraliza como parte del atractivo de la ruta que lleva este nombre.

Del monte y del entorno natural vienen también los beneficios de los usos (medicinales, culinarios, arquitectónicos...) tradicionales de las plantas, recogidos en el proyecto 'Ávila en clave Etnobotánica', y sobre todo la materia prima para una rica gastronomía local, tan rica en sabores como en memoria: sobre las revolconas, el cabrito al estilo hoyanco y el chuletón de avileño, una deliciosa lista de dulces (rosquillas, retorcidos, sequillos...), y el rescate de dos recetas seculares: el arrope, con mosto y calabaza, y el guirlache. Con el piñón y el vino de garnacha siempre en la presidencia de la mesa. Una riqueza que los hoyancos parecen empeñados en conservar.

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