Soria

Un hito con vocación de perdurar en la capital del hispanismo

Felipe VI estampó su firma junto a un mismo mensaje, «muchas gracias y felicidades», en las dos caras del mural que un grupo de colegiales sorianos le presentaron a la entrada del Palacio de la Audiencia. Por un lado, «El español, una lengua viva». Por el otro, un mapa con los países hispanohablantes, sea como primera lengua o con un número de potenciales hispanistas significativo. En el cartelón figuraban los nombres y apellidos de los estudiantes. Armstrong, Nyobe, Myriam, Jimena, Samuel, Mykhailo, Jaime, Lucía… El hispanismo también es eso.

Le estaban esperando, claro. Todos. Aunque al principio de la mañana Soria parecía proseguir con sus rutinas cotidianas, a las 11:30 la alfombra roja que presidía la plaza del Ayuntamiento ya estaba rodeada de curiosos. Antes habían llegado todas las autoridades, desde el presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, al presidente de las Cortes, Carlos Pollán, el presidente de la Diputación, Benito Serrano, o el rector de la Universidad de Valladolid, Antonio Largo, junto al ex rector Fernando Tejerina. Y antes que ellos, sin levantar mucho revuelo, los duques de Soria, Carlos Zurita y la infanta Margarita, que entraron por el lateral y enfilaron los soportales cuando comenzaban a caer algunas gotas. Los dulzaineros, que llevaban un rato esperando su turno, arrancaron entonces a tocar, casi cogidos por sorpresa. El alcalde de Soria, Carlos Martínez, se acercó por detrás de la banda y saludó muy afectuosamente a doña Margarita, escena que también se repitió después con el resto de autoridades y, por supuesto, con Felipe VI.

Con las dulzainas ya en acción, mientras los invitados entraban al auditorio y la prensa esperaba su turno de acreditación, hubo quien se animó a bailotear un poco entre algunas banderas de España y del Numancia, que de todo había. Las mismas dulzainas que, una vez dentro, interpretaron el himno de España para abrir el acto.

En tal escenario y con tales compañías, el evento resultó solemne y «emotivo», como lo definió el rey. Contó con la complicidad de la periodista Olga Viza, presta a sacar de un apuro a los premiados. Como cuando le indicó a David Chipperfield que le tocaba bajar del escenario para que subiera el otro galardonado. Y es que no hubo foto de familia con los dos reconocimientos, sino por separado. También cuando se ofreció a guardarle el premio de Johannes Kabatek mientras hacía su discurso. Al terminar el discurso, Kabatek tropezó cuando bajaba del escalón. «Profesor, pensé que eso me iba a pasar a mí, gracias por sustituirme», relajó el susto Viza. «No le había hecho falta el cajón al profesor», bromeó Felipe VI, «porque también es alto».

Kabatek dejó claro que lo del premio le había impresionado. «Si un lingüista se queda sin palabras debe tratarse de algo grave», dijo. Y recordó que no era un premio individual. «Se concede a todos los investigadores que respaldamos el proyecto. Es un premio dirigido a hispanistas no hispanos, pero también a grupos plurinacionales entre los que hay fructífera colaboración entre colegas hispanos o no hispanos o hispanos adoptados como yo». O como el designado Valedor, David Chipperfield, que no tuvo turno de palabra en la ceremonia pero del que dejaron dicho su compromiso innegable con Galicia y con la cultura hispánica.

Ellos dejarán el testigo a próximos galardonados, eso quedó también claro. «En sus próximas ediciones se ha de consolidar este premio como el más importante que se otorga en el mundo a los estudios hispánicos», señaló el presidente del patronato de la Fundación Duques de Soria, Rafael Benjumea. Felipe VI apoyó el órdago con sus palabras y recordó que desde 2013 Soria es la capital del hispanismo internacional. «Gracias a toda la ciudad y a todos los vecinos que nos han acogido esta mañana con su cariño», dijo. Y que a buen seguro volverán a acoger un acto similar en el futuro.

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