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EVA CAÑAS / WORD
SALAMANCA
Viernes, 29 de diciembre 2017, 13:42
Detrás de la campaña ‘Operación Vivienda’ de Cáritas Diocesana de Salamanca, además de cifras hay rostros e historias detrás. De familias rotas por la crisis, de sufrimiento, de desesperanza. La crisis económica de estos últimos años ha azotado a miles de personas en la capital, ... y muchas de ellas todavía no han salido a flote de esa situación.
A través de Cáritas obtienen ayudas económicas para pagar el alquiler y suministros de la vivienda básicos como la luz o el gas. Según su último balance, del 1 de noviembre de 2016 al 31 de octubre de 2017 ayudaron a 1.409 familias, 111 más que en el ejercicio anterior.
Unas cifras que sin rostros visibles pueden resultar frías, pero que se pueden humanizar una tras otra. Una de esas familias es la de María, de 35 años. Su nombre verdadero no es ese, pero prefiere mantenerse en el anonimato y contar su historia con un seudónimo.
Tampoco quiere salir en un fotografía. «No es fácil contar una situación así y por mis niños prefiero que no me reconozcan», apunta. Porque no llegar a fin de mes provoca dolor en el alma, sobre todo con hijos de por medio, y las lágrimas también forman de la historia de superación de María. De su lucha por tener un trabajo digno con el que ya no tenga que pedir la renta garantizada de ciudadanía ni pasar por Cáritas.
En Salamanca solo tiene a sus hijos, de 9 y 13 años, y a su pareja. El resto de su familia está a cientos de kilómetros y aunque habla con ellos, no conocen su situación real.«Mis padres cobran una pensión de 500 y pico euros y están enfermos, ¿cómo les puedo decir que me ayuden si casi no tienen para ellos?», advierte.
María asegura que la crisis ha pasado para algunos, «para otros no». Junto a ella está Oliva Martín, responsable del servicio de Atención Primaria y Acogida de Cáritas. Esta joven madre se divorció del padre de sus hijos, y durante unos años no recibió ninguna pensión del mismo. «En mayor falleció pero mis hijos tampoco tiene derecho a una paga de orfandad porque mi exmarido no tenía cotizados a la Seguridad Social los 15 años que se piden», relata emocionada. En Cáritas buscó ayuda al respecto con al carta de la denegación de la paga de orfandad,«me dijeron que si estaba inscrito en el paro igual podía sacar una pensión, pero tampoco estaba apuntado, si no se ha preocupado nunca por sus hijos, se va a preocupar de estar en el paro».
Como María apunta, desde su superación, el padre de sus hijos no les volvió a ver, «se ha muerto sin verlos, pero yo les llevo al cementerio».
Su falta de ingresos mensuales también la han llevado a sufrir hasta tres desahucios por impago del alquiler, y del último, tiene que pagar una multa de 30 euros. «Con 486 euros de renta garantizada, ¿cómo pagaba un alquiler de 300 y pico? O cómo pagaba gastos, o qué daba a mis hijos de comer, recién divorciada y sin pensión...», sentencia.
Su exmarido se declaró insolvente y no le daba dinero. Y una vez separaba cobraba los 489 euros que le habían baremado por vivir en una casa donde no tenían que pagar el alquiler, al ser propiedad de su suegra. «Para tener un nuevo baremo se dilata mucho en el tiempo y te piden mucho papeleo, como la sentencia de divorcio, que tardé más de un año en tener», asegura María. «Mis hijos comen todos los días y se tienen que vestir, los tramites son muy lentos», subraya. Si obras, si tienes coche, etc. Te piden papeles que dependen de otras instituciones. Y como apunta Oliva Martín, «la burocracia va mas lenta que la vida».
Cuando María se divorció se fue a vivir cerca del colegio de sus hijos:«Pagué los dos primeros meses de alquiler y ya no pagué más, porque si cobraba 486 euros de renta garantizada, 400 euros era de alquiler, paga luz, gas, ¿qué le daba de comer a mis niños?». A pedir ayuda a Cáritas fue tras su tercer desahucio por impago de alquiler y gastos. En este sentido, la responsable del servicio de AtenciónPrimaria de Cáritas cree que se debe de acudir a su organización antes de llegar a la situación de un desahucio, «porque es más sencillo de resolver», subraya Oliva Martín. Para María, lo ideal es que encuentro un trabajo que le permita salir de esta situación.«Yo tengo vida laboral: he sido camarera, frutera, panadera…he cuidado a personas mayores, a niños, limpiado casas». De hecho, en Cáritas, además de recibir ayuda económica para el pago del alquiler actual y las facturas del gas o la luz, ha hecho algún curso de formación. «Yo no tendría problema si me sale un trabajo, iría cualquier día, hasta sábado y domingo, cuando me llamen voy. Yo quiero trabajar».
Y además del dinero, un puesto de trabajo sabe que le hará más feliz:«Yo me siento de otra forma cuando estoy trabajando, en mi casa le doy vueltas a todo, y a veces pienso que lo mejor sería quitarse de en medio, pero pienso en mis hijos, en que no los vería, ¿y qué sería de ellos?».
Su actual pareja se dedica a recoger chatarra y tampoco le permite afrontar con sus ingresos tantos gastos de la vivienda. «Le llamaron del ayuntamiento para trabajar seis meses, y tan bien ese tiempo, yo también estaba trabajando, pero luego se terminó, yo también, y aunque comuniqué la situación en el paro, me han sancionado sin renta garantizada de ciudadanía durante seis meses», lamenta. Como comentan desde Cáritas, han demostrado que se ha tratado de un error administrativo que ha dejado a la familia de María sin ingresos desde el pasado mes de abril y hasta finales de enero.
Desde ese momento, ha recibido alguna ayuda puntual del Ayuntamiento, de 350 euros , o en vales de comida. Y Cáritas le ayuda a pagar el alquiler y algún gasto extra de la casa que pueda surgir:«Me ha llegado una factura del gas desde mayo de más de 200 euros y me ayudarán a pagarlo, yo imposible», admite María.
Y si algo tiene claro María es que no quiere que le den dinero, «yo quiero trabajar, por mis hijos». Y en una época como la de Navidad no es fácil gestionarlo en una situación como la de ella.«Mis hijos te piden regalos, y es complicado», admite. Además, en estos días echa de menos a su familia, a los que tampoco puede ir a visitar por falta de dinero,«ya llevo cinco años sin poder verlos».
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