Esguevillas de Esgueva: el esplendor de un pueblo de cultura, sabor y motor

El primer lunes después de Pentecostés se celebra la tradición más arraigada de Esguevillas de Esgueva en honor a San Vicente Ferrer. Aún recuerdan los más mayores de esta localidad del valle del Esgueva cómo los jóvenes del pueblo decoraban los carros con adornos para subir en ellos a las mozas y recorrer las calles en romería hasta llegar a la ermita de San Vicente y su mítico pilón. Cuenta la leyenda que fue en este abrevadero donde la imagen del santo se apareció. En la actualidad, se mantiene la celebración de esta comitiva, la misa y el recorrido amenizado con jotas y dulzainas.

Además de la celebración, hay otro ritual que se repite generación tras generación: la subasta de los palos que sostienen la talla del paso del santo. En esta puja, que antes movía cifras más generosas, el mejor postor adquiere el derecho a llevar a San Vicente Ferrer durante los dos kilómetros que distan por la carretera de Alba hasta la zona de las bodegas. También existe la creencia de que quién adquiere el privilegio puede rogar al santo aquello que desee. El dinero recaudado se destina a la cofradía de San Vicente Ferrer.

La nota de color llega a Esguevillas el Martes de Carnaval. Históricamente esta fecha era fiesta local en el municipio y se dice que era la más multitudinaria de la comarca. Los jóvenes se reunían al son de las orquestas ataviados con disfraces muy variopintos. En la actualidad el grueso de la programación se concentra en el fin de semana, y entre los actos destaca la organización de un Maratón de Disfraces cuyo requisito indispensable es ir ataviado para la ocasión y llegar el primero para alzarse con el anhelado premio, un lechazo.

Aunque es un festejo que se ha modificado en la forma, el 2 de febrero los esguevanos se reúnen para celebrar La Merendilla. En el pasado, cada una de las quintas de jóvenes que había en la localidad se juntaba por separado. Escogían la casa de uno de ellos y allí acudían los demás con algún alimento o 'merendilla'. Como marcaba la costumbre, al año siguiente el anfitrión tenía que cambiar.

En la actualidad, la Asociación Cultural ha rescatado esta fiesta adaptándola a los tiempos. Son ellos los que van pidiendo la 'merendilla' por las casas y organizan las mesas en el campo o las bodegas para compartir la recolecta.

Como colofón a este repaso por las huellas del pasado, el Consistorio ha apostado por la rehabilitación de las escuelas para albergar el primer Museo de la Moto de Valladolid. Gracias a ello se conservará ante el paso del tiempo la colección de Enrique Guzmán, formada por 34 piezas clásicas que datan desde el año 1910.

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