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La estirpe política vive abonada a la hipérbole. Como figura literaria tiene su público, pero su abuso en el debate es de poco provecho para solucionar los problemas de los ciudadanos y arriesgado para quien se abona a ese tremendismo. Se paga en crédito personal. ... Lo hemos visto en las Cortes esta semana.
Pablo Fernández, dirigente de Podemos, regaló una tarde gloriosa al exsenador Ignacio Cosidó, al PP de Mañueco y a la claque de Cs, bancada desde la que aplauden tener de asesor en la Junta, con una nómina de 55.616 euros anuales, a quien se jactaba siendo portavoz en el Senado de que su partido iba a controlar desde atrás la sala del Supremo que enjuicia a los políticos y que era director de la Policía cuando se organizó y pagó la 'Operación Kitchen' para destruir las pruebas que Luis Bárcenas pudiera tener en su casa contra el PP, con chófer espía y cura secuestrador.
Fernández preguntó si iban a mantener a Cosidó como asesor y demandó una respuesta sin «insidias de tertulianos cloaqueros». Contestó el consejero Ángel Ibáñez y desveló que el dirigente de Podemos se retractó en un acto de conciliación, previo a una querella por calumnias, de haber acusado en el programa 'Todo es mentira' (febrero de 2020) a Cosidó de robar millones. Fue leyendo partes de esa rectificación, en la que Fernández firmó que sus manifestaciones fueron «erróneas» porque «equivocó» al ahora asesor de Mañueco con otra persona (Francisco Camps) y que no conocía que pudiera estar relacionado con delito de corrupción alguno.
Esa conciliación tenía que salir a la luz algún día y detonó el martes, en un pleno en el que el PSOE ganó una procuradora. No de derecho, pero sí de hecho. Tiene 36 escaños al sumar 'de facto' el que ocupa María Montero Carrasco, la parlamentaria que abandonó Cs con la moción de censura tras la que Luis Tudanca sigue en la oposición. Lo de Montero era cuestión de tiempo. Técnicamente es una procuradora 'no adscrita'. Políticamente es una tránsfuga. Se presentó por un partido del que ha renegado, retiene ese escaño y se lo van a restregar en cada debate.
Francisco Igea pasó de defender el respeto que le seguía teniendo a su «compañera» Montero, al responder a una pregunta el martes, a calificar el voto a favor de los indultos a los independentistas catalanes de esta el miércoles como «lo más repugnante que he visto en política». Cada día tiene su culto a la hipérbole y en una misma jornada pueden sucederse varios 'lo más'.
Ese tremendismo político dificulta que los políticos se ocupen de lo tremendo. Tremendo es que quince meses después de que asomara el bicho sigan arreándose estera con las medidas de restricción o las vacunas. Como si fueran candidatos electorales perpetuos y no gobernantes. Y que haya que pensar en todo esto poniendo el cocido en la vitro después de medianoche por miedo a la factura de la luz. Eso también es tremendo.
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