La Historia que nos une
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La Historia que nos une
La Zamora comuneraJosé Carlos de Lera Maíllo
Profesor de la UNED de Zamora
Martes, 23 de abril 2024, 11:38
El análisis histórico actual de las Comunidades de Castilla lo comprende como un movimiento castellano y urbano, cuyo programa tuvo como objeto la reorganización política de signo moderno. La revolución de las Comunidades no fue fruto de una exaltación nacionalista ni de una oleada de xenofobia, producto del advenimiento de una dinastía extranjera. El objetivo último del proyecto comunero fue limitar la autoridad de la Corona. Sus raíces profundas hay que buscarlas en la crisis que se inauguró en Castilla a la muerte de la reina Isabel.
La crisis dinástica impidió el mantenimiento de un poder real fuerte; y la alta nobleza intentó recuperar sus prerrogativas políticas. En los primeros momentos algunos miembros de la aristocracia se inclinaron por el bando comunero, pero cuando la revuelta se extendió al mundo rural y tomó un sesgo antiseñorial, entendieron que era más provechoso para ellos apoyar al monarca para mantener así el orden social.
La ciudad de Zamora, junto con Segovia y Toledo, fue una las precursoras del movimiento comunero. La pregunta que debemos formularnos es si esta actitud zamorana de oposición al poder regio fue un fenómeno aislado, oportunista o espontáneo. Zamora en 1520 tenía una historia de resistencia, perceptible en su retraso a la hora de proclamar a don Carlos rey de Castilla y Aragón, y también en su inclusión, en agosto de 1517, en la hermandad, junto con las ciudades de Burgos, León y Valladolid, con un programa incipiente comunero, así como también en su postura en la guerra civil (1475-1476) que enfrentó a Juana la Beltraneja contra los partidarios de doña Isabel y don Fernando.
El conflicto comunero se inicia por la actitud de Carlos V, en las Cortes de Santiago de Compostela y La Coruña (marzo-abril de 1520), de presiones y chantajes a los representantes de las ciudades para que votaran un servicio que le permitiera recaudar los fondos necesarios para su proyecto imperial. Fue allí cuando los procuradores zamoranos, Bernardino de Ledesma y Francisco Ramírez traicionaron las instrucciones del Regimiento votando a favor del monarca.
Según Joseph Pérez, la actitud hostil de la ciudad contra estos procuradores estuvo promovida por el conde de Alba y Aliste, y, a juicio de este hispanista, como sucediera en Burgos, la aristocracia hizo suyas algunas de las reivindicaciones populares para presentarse ante el poder regio como los únicos capaces de garantizar el mantenimiento del orden y arrogándose una posición de árbitros. En definitiva, don Diego Enríquez de Guzmán, conde de Alba y señor del Regimiento, supo aprovechar la agitación en su propio beneficio.
Entre abril y septiembre de 1520 se desarrolla la llamada «etapa señorial», definida así por Manuel Fernández Álvarez. En estos meses, el conde trata de 'cortocircuitar' la revuelta ordenando regresar a los diputados enviados a la Junta de Ávila (agosto de 1520) y persiguiendo cualquier conato comunero. El punto de inflexión fue el incendio de Medina del Campo por el ejército real al mando de Antonio Pacheco, el 21 de agosto de 1520, que radicalizó el conflicto y provocó la indignación popular. A primeros de septiembre, este movimiento permitió al obispo Acuña de Zamora, residente en Toro por haber sido expulsado de su sede, pasar a la ofensiva. El prelado, con el apoyo de Padilla, logra la expulsión del conde de Alba de Aliste y don Fabrique de Zúñiga, corregidor de la ciudad.
A partir de estos días, Carlos V ya no tiene apoyos en Zamora y la ciudad se declara abiertamente comunera, enviando diputados a la Junta de la Comunidad, instituida en Tordesillas desde el 19 de septiembre, y también apoyando la causa contra el Emperador con moneda y hombres.
Como indica Gutiérrez Nieto, debe ser revisada la interpretación simplista del conflicto comunero en Zamora como un enfrentamiento entre el Conde de Alba y el obispo Acuña. En esta línea, Rueda Fernández considera lo sucedido en la ciudad como un episodio más en la pugna entre dos linajes: el del Conde de Alba y el de los Porras, señores de Castronuevo. Estos linajes se habían posicionado en bandos opuestos en momentos claves. Así sucedió en la guerra de sucesión de Enrique IV, en la discrepancia entre Felipe el Hermoso y el rey don Fernando el Católico o en las Comunidades; con la particularidad que los de Alba y Aliste siempre apostaron por 'caballo ganador' y recibieron, por ello, el título, señorío, rentas y la tenencia del alcázar de la ciudad.
A partir de septiembre de 1520, los líderes de la Comunidad en Zamora fueron los Porres, a los que se unieron algunos Docampo y Mazariegos. Después de la derrota de Villalar (23 de abril de 1521) los Porres se refugian en la villa de señorío episcopal de Fermoselle y, un año después, se ven obligados a huir al reino portugués, donde encontraron protección del monarca luso. En 1524 los hermanos Juan y Hernando Porres fueron indultados y se les devolvieron los bienes embargados.
Después de Villalar, las rivalidades entre bandos de la nobleza y la oligarquía urbana no desaparecieron, pero la victoria de Carlos V sobre las ciudades se concreta en la imposición del poder del soberano sobre los nobles y las oligarquías urbanas.
La figura singular del obispo don Antonio de Acuña (1507- 1526) merece un trato distinguido en esta colaboración. Tomó posesión de la sede zamorana por medio de las armas, por el enfrentamiento abierto con Fernando el Católico desde 1507. Fue un obispo comprometido con su diócesis. Desde el principio inició una auténtica batalla judicial, desde 1509 hasta 1518, que se convirtió en una antesala de las Comunidades. Entre sus objetivos estuvo la recuperación de las propiedades y jurisdicción de las villas de señorío episcopal, apropiadas fraudulentamente por señores comarcanos y los concejos de las villas. Este proyecto le condujo a una actitud hostil con el regimiento de la ciudad, a su expulsión de la sede y a su refugio en Toro, en junio de 1520, en donde, a finales de agosto de este año, protagoniza el derribo de las casas de Pedro Bazán, regidor toresano y hombre de confianza del rey. Como indicamos anteriormente, en septiembre expulsa al Conde de Alba y Aliste de Zamora, y desde enero de 1521 desaparece de la escena político-religiosa zamorana.
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