La Historia que nos une
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La Historia que nos une
Valladolid comuneraBeatriz Majo Tomé
Historiadora
Martes, 23 de abril 2024, 11:09
El 21 de agosto de 1520 el capitán Fonseca castigaba con fuego a Medina del Campo por impedirle acceder a la artillería de la villa. Un día después, la noticia del incendio llegaba a Valladolid y prendía el ánimo de sus habitantes, quienes abandonaron el apaciguamiento mantenido hasta ese momento e iniciaron una ola de violencia dirigida contra aquellos que consideraban principales responsables de los males del Común (el pueblo llano): la oligarquía y ciertas familias nobiliarias.
La población no disimuló su enfado y, tras repicar la campana de San Miguel –la misma que se tañía para llamar a la lucha–, tomó las armas y se reunió en la Plaza del Mercado (Plaza Mayor). Ante el motín, algunos nobles moradores en la villa, como el obispo de Osma y el conde de Benavente, trataron de organizar la defensa de Valladolid. Ambos acudieron a la plaza alumbrados con antorchas en actitud conciliadora, pero sus esfuerzos no tuvieron éxito y la población atacó las casas de algunos hombres preeminentes a quienes acusaban de haber traicionado al pueblo, entre ellos a los dos procuradores que habían acudido a las Cortes de Santiago y La Coruña en abril de ese mismo año y habían aprobado el impuesto solicitado por Carlos I, cuyo objetivo era recaudar el dinero necesario para costear la campaña por la Corona Imperial. Ni siquiera el Cardenal Adriano, regente de Castilla tras la marcha de Carlos I, ni el Consejo Real, ambos residentes en Valladolid desde junio por mandato del rey, pudieron evitar que la villa, hasta ahora leal al poder real, cambiase de bando.
Al día siguiente, el 23 de agosto, Valladolid se constituyó en Comunidad mediante la creación de una nueva junta de gobierno que sustituyó al oligárquico regimiento (ayuntamiento). El nuevo órgano estaba integrado mayoritariamente por miembros del común, pero también se invitó a representantes de la oligarquía, a algunos grandes nobles y al clero, en un intento de funcionar como órgano de representación de todos los estamentos de la villa. La sesión inaugural del viernes 24 tuvo lugar en una capilla de la Iglesia Mayor y las primeras medidas estuvieron encaminadas a asegurar el control de la villa y organizar su defensa. Valladolid quedaba, así, adscrita al bando comunero junto con las villas y ciudades ya amotinadas desde la primavera y las nuevas incorporaciones que, al igual que Valladolid, abandonaron su neutralidad tras el ataque de Medina del Campo.
Durante los primeros meses, tras la sublevación, Valladolid estuvo controlada por el sector moderado, lo que a menudo le acarreó enfrentamientos con la Junta General (Santa Junta), ubicada desde finales de septiembre en Tordesillas y que exigía a Valladolid mayor determinación en las acciones comuneras. El sector moderado parecía no romper definitivamente sus relaciones con los representantes del poder real e incluso entorpeció la orden de la Junta General de anular el Consejo Real, aunque, finalmente, este fue disuelto. Por su parte, la Junta General trató de interferir en los asuntos internos de Valladolid intentando mermar, sin éxito, la influencia de los moderados en las instituciones locales. Los ánimos de la villa estaban alterados, pues estaba en juego el control de la Comunidad de Valladolid y el rumbo de la villa en el movimiento: o bien se mantenía en una postura moderada, o bien adoptaba una posición más radical y afín a la Junta General.
La pugna entre ambos sectores se mantuvo hasta noviembre, cuando, con el objetivo de poner fin al conflicto y alcanzar un acuerdo entre el bando comunero y el realista, la Junta de la Comunidad de Valladolid envió una delegación de representantes a la Junta General de Tordesillas y otra a Medina de Rioseco, villa del Almirante, donde se habían refugiado el Cardenal Adriano y algunos miembros del Consejo Real. La propuesta de Valladolid consistía en sustituir a la Junta General de Tordesillas como órgano de gobierno del reino por una comisión presidida por el Cardenal y compuesta por dos miembros del Consejo Real, dos de la Junta General y otros dos de Valladolid. Pero los términos del acuerdo llegaron a oídos del sector radical vallisoletano, que movilizó sus fuerzas y, entre el 11 y el 15 de noviembre, logró hacerse con el control de la villa ante la incapacidad de los moderados de contener la situación. Por su parte, muchos de los nobles que habían permanecido en Valladolid durante estos meses gracias al talante moderado, huyeron ante el temor de posibles ataques. El 17 de noviembre tenía lugar una nueva sesión de la Junta de la Comunidad, ahora controlada por los radicales de la villa.
Valladolid y la Junta General parecían encontrarse ahora en plena sintonía, sin embargo, no hubo tiempo para coordinar grandes medidas debido a la toma de Tordesillas por las tropas realistas el 5 de diciembre. Ante este duro golpe, Valladolid ofreció su ciudad para reorganizar la Junta General con los representantes de las ciudades comuneras. La Junta reanudó sus sesiones el 15 de diciembre convirtiendo a Valladolid en la tercera sede del movimiento comunero tras Ávila y Tordesillas. Sin embargo, la instalación de la Junta General conllevó un enorme gasto económico y emocional para la villa: Valladolid se convertía, ahora, en cuartel general del bando comunero y principal objetivo para los realistas, y debía abastecer tanto al ejército como a los emisarios de ambos bandos que acudían a ella. Por su parte, la nueva Junta General cambió de estrategia abandonando su postura radical y buscando alcanzar una tregua con el bando realista.
En los últimos compases del conflicto, el desgaste de la villa se materializó en la dificultad para encontrar quien liderase su contingente armado y acudiese en apoyo de Padilla a mediados de abril. Finalmente, la derrota en los campos de Villalar y la entrada en la villa del capitán general del bando realista, el conde de Haro, el 27 de abril daban por concluida la Valladolid comunera.
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