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Los expertos utilizan el magnetómetro de vapor de potasio. Agapito Ojosnegros Lázaro
Crean el mapa magnético del yacimiento arqueológico de Peñafiel

Crean el mapa magnético del yacimiento arqueológico de Peñafiel

Expertos de la Universidad de Granada escanean la superficie del Pico de la Mora para documentar los vestigios enterrados

Viernes, 24 de agosto 2018

Durante dos días un equipo de expertos de la Universidad de Granada está mapeando el yacimiento arqueológico del Pico de la Mora, en Peñafiel. Al frente de este equipo está el profesor de prehistoria José Antonio Peña y, como uno de los directores responsables de ... la excavación de este yacimiento del Calcolítico –que realizan arqueólogos de la Universidad de Burgos desde 2016–, supervisando y colaborando está Rodrigo Villalobos.

Para realizar estos trabajos se está utilizando un magnetómetro de vapor de potasio, un instrumento con el que «escanear toda la superficie arqueológica y generar un mapa de todos los vestigios enterrados, lo que nos servirá para futuras intervenciones». Con esta prospección geofísica puede determinarse la localización de distintas construcciones de la época del yacimiento, de la Edad del Cobre (2700 años antes de Cristo). «Lo esperable es identificar fondos de cabaña que pueden tener de dos a cuatro metros de diámetro, de planta circular y excavados en el subsuelo, o en el perímetro con postes; o también hoyos excavados probablemente para varios usos: silos, recogederos de basura, enterramientos…», explica Villalobos. Con este procedimiento se proponen avanzar con los trabajos arqueológicos iniciados en el 2016 –patrocinados por la Junta–, dando ya como resultado la datación del muro que cerca el poblado, una muralla situada en la parte más accesible al asentamiento del Pico de la Mora ubicado al final de un páramo –en el valle del Duratón–. Según los investigadores que trabajan en él, este hallazgo ha sido todo un hito pues supone que sería factible la existencia en el Calcolítico de asentamientos fortificados en la mitad norte peninsular.

Ahora se trata de determinar lo que «protegería esta muralla ya datada» después de los resultados infructuosos de las campañas de excavación en las que se hicieron algunos sondeos en el área de población. Con el mapeo del magnetómetro esperan encontrar y estudiar el tipo de estructuras citadas –chozas, silos…– y «poder planificar futuras excavaciones para caracterizar el poblado, lo cual ya nos aportaría mucha información para saber qué tipo de organización social había, cronología, actividades que realizaban». En definitiva, anota Villalobos «saber cómo era la gente que vivía aquí en el Pico de la Mora, porque ya tenemos alguna evidencia indirecta», como puede ser una pequeña lasca tallada de sílex, posiblemente de un trillo, lo que confirmaría la actividad agrícola de los pobladores. En la campaña de este año, llevada a cabo en la segunda semana de julio, además del resto de sílex hallado, también han ampliado una zona de trabajo donde el año pasado encontraron, próximas a la muralla, dos pequeñas planchas de bronce unidas por un remache que formarían en origen un caldero. Este hallazgo y otros restos cerámicos evidenciarían actividad humana también mucho después del asentamiento originario, en una época mucho más moderna, en la Edad del Bronce Tardío (800 años antes de Cristo).

Catas en la muralla

La pieza del trillo la han encontrado en una cata realizada en otra parte de la muralla, mientras contrastaban que toda ella es de la misma época comparando materiales y construcción de ambas partes, algo que en principio parecería confirmarse. En cuanto al funcionamiento del magnetómetro de vapor de potasio, el profesor José Antonio Peña explica que «el campo magnético terrestre lo permea todo, por lo que si en un sitio hay restos se produce una señal distinta que si no los hubiera. Esa señal distinta es la que nos permite hacer un mapa de distribución de señales anómalas que se relacionan con estructuras que pueden estar en el subsuelo».

Este dispositivo cuenta «con dos sensores en modo gradiente, separados, uno de ellos cerca del suelo, por lo que está influido por lo que está enterrado a poca profundidad; mientras que el otro sensor está un metro más alto, influyéndole menos los elementos poco profundos. La diferencia de mediciones de cada uno es lo que permite hacer el mapeado de distribución de las anomalías detectadas y después relacionarlo con posibles estructuras soterradas», indica Peña.

Los datos obtenidos, que no imágenes, «se tienen que procesar para luego entregárselos a los arqueólogos que son los que interpretan las estructuras, nuestra interpretación es meramente geofísica, y la arqueológica corresponde a los arqueólogos que son los que saben las geometrías que están esperando».

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