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Las diez noticias imprescindibles de Burgos este lunes 20 de enero
Sergio Abad y Diego Rodríguez, los dos soldados leoneses que han estado destinados en la base de Koulikoro, en Malí, en una misión dela UE. J. M.
«Nuestros compañeros, son unos héroes al responder al atentado yihadista»

«Nuestros compañeros, son unos héroes al responder al atentado yihadista»

Los dos soldados leoneses destinados en Malí, de 27 y 28 años, recuerdan su 'bautismo' en zona de operaciones

Jueves, 23 de mayo 2019, 08:49

Cuando amanezca este jueves, Sergio Abad (Sabero, León, 1991) seguro que se quedará con los ojos abiertos, y no dará crédito al mirar hacia el techo de su habitación. No verá volar los mosquitos, ni tendrá la red para evitarlos. No oirá toser al compañero ... de camareta del barracón, con el que durmió en literas seis meses todos los días, excepto cuando tenían las guardias en el exterior de Koulikoro.

La luz de África habrá cambiado por los grises de Sabero, con reflejos propios de la montaña leonesa. Los 36 grados que ha tenido de media, nada que ver con los 10 de su tierra. Al abrir el armario verá un montón de perchas con prendas civiles que podrá escoger.

Allí en Malí, no pudo salir de paisano y de ocio, porque se está en zona de riesgo para civiles, y cuyo color de la piel les delata.

Pero Sergio está ya de vuelta y en la casa familiar.

Comedor en la base de Koulikoro, para soldados españoles, checos, alemanes y belgas. J. M.

No tendrá que levantarse rápidamente para acudir antes de las 8:30 de la mañana a desayunar el bollo, la mermelada, el café con leche, o el fiambre y el queso, que la empresa adjudicataria francesa ofrece cada jornada a los más de 300 militares europeos destinados en la base Koulikoro.

Siete días más

Su paisano, Diego Rodríguez Álvarez (Ponferrada, 1990), también soldado de la Brilat desde el 2015 como él, se queda una semana más para esperar a los compañeros que llegan de una unidad de Infantería de Canarias.

La de Malí ha sido la primera salida internacional para ambos a una zona de operaciones, es decir, con riesgo. Su 'bautismo' castrense.

Y vaya que tienen que contar cuando regresen a su unidad en Pontevedra y a los conocidos.

«Se ha hecho pesado, a veces, porque son bastantes meses, pero ha existido buen ambiente en la habitación. ¿Lo peor? El calor durante tanto tiempo seguido. Mes tras mes. Se han registrado 43 y 44 grados, nada que ver con Ponferrada. Y también los mosquitos muy grandes cuando estábamos de guardia fuera» explica Diego.

Al igual que Sergio Abad, su compañero de milicia, deberán de continuar tomando los comprimidos de Malarone al menos siete días más en España, para prevenir el posible paludismo. «Nunca habíamos tenido que ingerir una medicación durante 180 días seguidos», apostillan.

Previsiblemente se someterán a un reconocimiento y después disfrutarán de la 'recompensa' del permiso, unos 65 días, que el Ministerio de Defensa les dará.

Reparan, con ello, las jornadas que no han disfrutado en Navidad, como Nochebuena, Nochevieja y Reyes, ni la Semana Santa, «muy importante para andaluces y castellanos», ni las fiestas oficiales, ni autonómicas, ni los fines de semana que les correspondían.

«Tengo pensado salir fuera, con los amigos», explica Diego, que regresa el 28 de mayo.

«Es verdad que son muchos días sin tener que volver a la unidad pero... Será como las vacaciones de verano en el colegio», expresa con sorna Rodríguez, que superó la selectividad y sacó un ciclo superior en Electrónica antes de ingresar en el Ejército de Tierra.

Una noche para no olvidar

Los dos soldados han sido escoltas de los entrenadores que han formado a mandos y tropa de las Fuerzas malienses. Han dado, también, seguridad en el recinto con sus guardias, desde noviembre del año pasado.

Peso si hay una fecha para 'renacer' para estos dos soldados esa fue la de la madrugada del 24 de febrero pasado. Una fuerte explosión de un coche bomba yihadista, que quiso entrar a las instalaciones de Koulikoro, con 550 kilos de explosivos, derribo techos y rompió los cristales de la habitación donde dormían ellos y otros cuatro soldados.

«Se vive con incredulidad porque no crees lo que te está pasando. Los compañeros nos levantamos inmediatamente y cogimos nuestros equipos. Todo el mundo reaccionó bien ante un atentado así. La familia me llamó luego, porque lo vio por televisión para preguntar. Y les calmé», rememora Diego.

El padre de Sergio es guardia civil, miembro del Grupo de Rescate de Montaña en Sabero. También tiene su riesgo. En 2011, este joven de 28 años, ingresó en el Ejército tras superar a la segunda las pruebas. «La primera vez me quedé a las puertas», ya aprovechó para completar un módulo de cocina.

»Se oyó cómo reventó el cristal y lo primero que se te pasa por la cabeza es que ha sido un mortero. Y rezas para que no te caiga el siguiente encima. No piensas que te vengan a atacar por la noche», dice.

Una hora antes había participado en una patrulla, y Sergio no conseguía conciliar el sueño. Se levantó a fumar. Oyó disparos antes del ataque, y preguntó en el grupo de whatsapp. Alguien le confirmó que sí era munición.

Dos padres reciben al sargento especialista Roberto López, de Arévalo, en la madrugada del miércoles en Barajas. J. M.

La preocupación aumentó entonces sobre las tres menos diez de la madrugada. Aunque a los soldados y mandos se les adiestra en la península antes de partir, la pólvora a traición genera incertidumbre que agrieta el valor.

No fue el caso de Daniel y el colombiano Richar, sus compañeros de tropa que respondieron a los asaltantes cuando estaban en la puerta de guardia. Este miércoles. ambos volvieron a España pero no quisieron comentar la dura experiencia durante cerca de 20 minutos que duró el ataque.

Sobre ellos, los leoneses Sergio y Diego dicen:

«Según les vimos, les dimos las gracias. Nadie esperaba que en Koulikoro pudiera haber un ataque por la noche, y ambos reaccionaron muy bien, ya que nos salvaron de una muy gorda. Para nosotros han sido unos héroes», exclama Sergio.

Y es que el dormitorio de estos dos soldados leoneses se encontraba a unos 200 metros del origen de la explosión, por lo que tienen motivos de agradecimiento por los sucedido en Malí.

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