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Parece extraño contar esto dentro de abrigos y bufandas, explicarlo entre nieblas, heladas y cencelladas, con los termómetros tiritando y tanto frío ahí afuera. Parece raro, sí. Pero atención a la alerta que acaba de lanzar la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), que ha publicado ... un informe en el que analiza los efectos que el cambio climático tendrá en la provincia. Valladolid –como el resto de España– se encamina en el medio y largo plazo hacia inviernos más cortos, hacia menos noches con heladas, hacia veranos más sofocantes.
Los expertos de la Aemet plantean diversos escenarios, porque lo que ocurra en el futuro con el tiempo no es una proyección lineal. Depende de muchos factores (la evolución atmosférica, las emisiones de gases de efecto invernadero...). Pero la tendencia, en cualquier caso, apunta hacia un incremento de las temperaturas.
El escenario más extremo, aquel en el que no se toma ni una sola medida para revertir la situación, dice que, en el año 2100, las temperaturas máximas podrían subir hasta ocho grados. Si en la actualidad son 30,7 grados de media en julio, a finales de siglo se llegaría a casi 39. Mayo pasaría de 21 a 29 grados de media en las temperaturas máximas. Octubre, de 18,9 a 26,9 (como ahora junio o más caluroso que el actual septiembre). Lo que llevaría a veranos extralargos de casi cinco meses. Eso, en el caso más extremo. El más benigno, si se toman medidas correctoras (o mejor dicho, aunque se tomen medidas correctoras), dice que el incremento de temperaturas será de dos grados.
«Y eso ya es mucho, una barbaridad», apunta Jesús Gordaliza, jefe de Predicción de la Aemet. «El clima cambia en latitud, de sur a norte», explica. Así, de aquí a final de siglo, todo parece apuntar a que Valladolid tendrá el clima de Madrid. Madrid, el de Sevilla. Sevilla, el del norte de África. Esa subida en latitud ya se está notando, con zonas desertizadas en Murcia o Almería.
–¿Tan distinto es el clima en Madrid y Valladolid?
–¡Claro que se nota! El verano en Madrid es más caluroso. La media de máximas de agosto en Valladolid es de 30,1 grados. En Madrid, de 31,3. Yesto también afectará a las noches cálidas, esas en las que las temperaturas no bajan de 20 grados. Ahora en Valladolid se producen entre cinco y diez al año. En el futuro, podemos llegar a más de veinte.
El mapa que dibuja la Aemet también anuncia un incremento de las temperaturas mínimas (no tan acusado como las máximas), pero que provocará una reducción en las jornadas con heladas. En la actualidad, la media anual en Valladolid es amanecer con 56,2 días con heladas (15,7 en Madrid). La perspectiva es que, en 2040, pueda haber hasta cuarenta días menos de heladas en la provincia. Osea, inviernos más cortos (de apenas un par de meses, con la primavera ya aquí a mediados de febrero). «A la larga, gastaremos más en aire acondicionado que en calefacción», aventura Gordaliza.
La estimación también afecta a las lluvias. Las proyecciones dicen que se mantendrá el volumen de precipitaciones. En torno a los 433 litros por metro cuadrado al año. Pero el agua llegará de forma irregular: chubascos convectivos, tormentas, lluvias en tromba. Habrá más jornadas de estas y menos de precipitaciones persistentes, de esa lluvia fina y continuada que, al final, es más beneficiosa para el campo. Ahora mismo, en Valladolid los meses con más volumen de precipitación son octubre, diciembre y noviembre, seguidos de mayo y abril. Eso es lo que dicen los valores medios desde 1981. Con ese cambio de tendencia (más lluvia de tormenta asociada a las altas temperaturas), los meses más lluviosos se deslizarían del otoño a la primavera.
Y esto tiene incidencia en el campo, en el tipo de cultivos.Más calor, menos heladas, más lluvias tormentosas y, por lo tanto, «menos aprovechables para el abastecimiento y agricultura y más riesgo de inundaciones», indica Miguel Ángel Ceballos, de Ecologistas en Acción.
Afectará por ejemplo al vino, uno de los sectores capitales en la economía vallisoletana. Rosana Lisa, enóloga en Ramón Bilbao, habla claro: «El cambio climático es una realidad y tenemos que ir adaptándonos. Si la temperatura sube de una manera tan drástica, es evidente que va a evolucionar el perfil aromático de la uva y el estado fenológico de la planta respecto a las cuatro estaciones. Menos frío y más calor hace que la planta madure de manera diferente. Los vinos tendrán mucha menos acidez, un perfil menos intenso y serán vinos más maduros», apunta la enóloga.
¿Qué hacer ante esto? Las principales bodegas del país han creado un proyecto para analizar el impacto del cambio climático (trabajan con 'big data', algoritmos para saber hacia dónde van las nuevas condiciones climáticas y los viñedos). «Se buscan viñedos en altitud como respuesta al cambio climático. De condiciones más frescas, por cada cien metros de altitud, la temperatura media baja, y eso se traduce en aromas más frescos y vinos con mayor acidez, características indispensables para hacer vinos longevos y que aguanten a lo largo del tiempo».
Pero no solo afecta al viñedo. «En el futuro, veremos seguro más olivares, más plantaciones de pistacho», augura Gordaliza. La producción de piñón ha caído vinculada al aumento de temperaturas.La campaña del cereal se verá trastocada, con un menor rendimiento de los de invierno (trigo, cebada, centeno...), según un informe de Fundación Global Nature.
«Además, se agravarán los episodios de contaminación atmosférica. Lo hemos visto ya en los últimos años, con niveles de ozono altos (es el contaminante más vinculado con las temperaturas) y jornadas que han superado los límites legales establecidos», dice Ceballos, quien ante una tendencia «irreversible», propone acciones «para evitar ir al escenario extremo», que pasarían por «un cambio del modelo energético:renunciar a combustibles fósiles como el carbón, el petróleo, el gas natural, y apostar por energías renovables». «Desde un punto de vista individual se puede colaborar con un menor uso del vehículo privado, más transporte público, más bici, desplazamientos a pie. También podemos reducir el consumo de envases y apostar por productos locales, que no requieran transportes de largas distancias, porque eso también provoca más contaminación».
Ángel de Frutos, catedrático de Óptica de la Universidad de Valladolid, recuerda, en todo caso, que «el problema del clima es que hacer una previsión local es tremendamente complicado. La evidencia del cambio climático es clara, pero el problema es que las proyecciones no son lineales, porque hay factores que influyen, como las corrientes atmosféricas que explican que, por ejemplo, a la misma latitud, la temperatura del Atlántico en América sea más fría que en Europa». Hay datos que confirman ya ese incremento de temperaturas:pensemos en los últimos junios calurosos o en el frío de los viejos San Mateo. Un informe de Greenpeace habla de un incremento medio en España de 1,5 grados en los últimos tres decenios, con consecuencias que se agravarán en los próximos años, como más riesgo de incendios.
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