Castroponce de Valderaduey: la Corderada vallisoletana por excelencia

Una tradición que lucha por su supervivencia en los últimos años. Es el acto central del día de Nochebuena. Y tiene sus orígenes en la Edad Media. La Corderada de Castroponce de Valderaduey es una de las costumbres con mayor valor, antigüedad y riqueza que sobrevive en tierras vallisoletanas.

Cada 24 de diciembre, al llegar la medianoche y durante la misa del gallo, se representa el auto navideño que relata el anuncio del ángel y la adoración de los pastores, que ofrecen una cordera al Niño. Arranca con la llegada del mayoral y los zagales –en la actualidad y debido a la escasez de pastores, adoptan ese papel los jóvenes del pueblo– a la puerta de la iglesia de Santa María. Tras acceder al interior comienza el acto religioso. El ángel da la noticia a los pastores del nacimiento de Cristo y estos le entregan la cordera en señal de ofrenda.

Para llevar a escena la Corderada, los vecinos ensayan durante meses. La misa es cantada y se mantienen algunas de las ofrendas que los pastores hacían en las recreaciones más ancestrales: «Yo te ofrezco, mi Niño, tres avellanas por ser las tres potencias que tiene el alma».

Esta tradición tan arraigada se celebró de manera ininterrumpida hasta que en la década de los sesenta del pasado siglo desapareció, resurgiendo en los primeros años de la década de los ochenta. En la actualidad la despoblación ha provocado que no todos los años se pueda realizar.

Otra cita imprescindible es la que tiene lugar el día del Corpus Christi: la Fiesta de la Octava. Durante unos días el municipio se llena de algarabía y jolgorio gracias a las verbenas, el vino español, la misa y la procesión del Santísimo que recorre las calles del pueblo.

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