El veraneo ya no es como antaño. Entonces, la familia cargaba los bártulos entre el jaleo de los chiquillos y se iba al pueblo. Por los años 60, los Fraguas llegaron a El Espinar, localidad segoviana al otro lado de la sierra de ... Guadarrama con un aire más saludable que el del foro madrileño y un paisanaje inspirador por su llaneza. A veces, las chispas saltaban en la convivencia entre los 'forasteros' estivales y la población autóctona. Pero don Rafael –«un hombre con mucha prestancia y personalidad», como le recuerda Juan Andrés Saiz Garrido– y la familia se adaptaron bien al territorio gabarrero.
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Fueron los años de juventud, esos que no se olvidan, de Antonio 'Toño' Fraguas. Forges ya había empezado a publicar en 'Pueblo' y a hacer viñetas, recuerda quien fuera amigo del dibujante fallecido la semana pasada. «Nunca dejó El Espinar», afirma el escritor. De hecho, una calle luce su nombre. Y por si acaso se le olvidaba, había quien le llamaba la atención.
Hace unos cuatro años, en uno de los encuentros que Juan Andrés mantenía con el viñetista en Madrid, éste estaba con sus nietos. Le instó a que conocieran el pueblo al que tan umbilicalmente estuvo vinculado. Así fue. Acató la sugerencia. Fue una visita rápida, como muchas que continuó haciendo hasta casi el final de su vida.
En El Espinar «hubo un antes y un después en la historia del pueblo», revela Juan Andrés. Fue en 1995 con motivo de un acto para la presentación de un libro. Una cita que ahora parece cotidiana en las agendas, significó un auténtica revolución en la villa. El autor era Juan Pablo Ortega, fallecido el pasado enero. Había sido profesor de Toño, porque el humorista gráfico no era especialmente brillante en las notas.
Juan Andrés llamó a Forges para invitarle al acto. No solo asistió sino que hizo unos carteles editados en imprenta anunciando el homenaje a Juan Pablo Ortega. «Fue una putada divertida», recuerda el escritor espinariego porque en ningún caso la idea era la del tributo.
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El salón de actos del Ayuntamiento estuvo abarrotado. De ello da fe la cámara y las palabras de Pedro Luis Merino, el fotógrafo que retrató el hito. «Quedó demostrado que en los pueblos no solo hay cachondeo, fiestas y quintos, sino que también hay otra vida», aseveran.
Por cierto, que siendo quinto Antonio Fraguas se lanzó al ruedo de la villa. Fue la única vez que toreó (que no mató) un becerro un declarado antitaurino como él. Forges trasladó El Espinar a sus viñetas. No es algo interpretativo de sus trazos, sino reconocido por él mismo. La Corredera, el cine, los montes, los mozos, los lugareños del pueblo inspiraron sus fondos y personajes arquetípicos del mundo rural, como los Blasillos o la Blasa, que desde territorio gabarrero lloran su muerte.
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