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Los bienes y mercancías que empresas y sectores económicos de la comunidad compran en Rusia y Ucrania son anecdóticos en cuanto a volumen, pero de vital importancia en los procesos productivos de la agricultura, la ganadería y los fabricantes de automóvil. Se trata de piezas fundamentales ... dentro de la economía local, dado el peso que tienen tanto el sector primario como la agroalimentación y el motor dentro del industrial. En una demostración de la gran diferencia que puede haber entre lo cuantitativo y lo cualitativo, un hipotético corte de suministro, o un encarecimiento de los precios de productos que suponen poco en cuanto al volumen global de importaciones como los fertilizantes y el paladio, puede tener devastadoras consecuencias para empresas y productores. Como después las tendrían también para el bolsillo de los consumidores.
Las importaciones de Castilla y León a Rusia ascendieron el año pasado a 16,7 millones de euros (la décima parte de los 163,5 millones exportados); mientras que las compras a Ucrania fueron por valor de 7,7 millones (con unas ventas de 30 millones). Son cantidades casi simbólicas dentro de un volumen global de 15.802 millones en exportaciones y de 10.417 millones en importaciones. Pero como advierte Isabel Clavero, delegada del ICEX en Castilla y León, «estas cifras hay que tomarlas con cautela porque puede ser que las importaciones figuren a efectos de aduanas en algún puerto o zona aduanera diferente a Castilla y León, aunque el destino final de las mercancías sea alguna de nuestras provincias».
Además, apostilla, «aunque ni Rusia ni Ucrania son grandes proveedores de ningún producto para la comunidad, quien les compre algo que realmente necesite puede verse seriamente afectado en caso de corte del suministro o subida de costes».
Los principales productos que las empresas de la comunidad compran en Rusia son laminados de hierro o acero sin alear; abonos minerales nitrogenados; otras manufacturas de hierro y acero; caucho sintético y facticio; neumáticos; monofilamentos de plástico y semillas de girasol.
Desde Ucrania llegan también abonos nitrogenados; laminados de hierro y acero sin alear; también aleados; madera aserrada o desbastada; derivados sulfonados y nitrados de hidrocarburos; y calzado de cuero artificial.
El campo castellano y leonés está ya temblando ante las repercusiones que puede tener la invasión rusa y la guerra comercial en forma de aranceles o supresiones de suministros. El encarecimiento de abonos, fertilizantes y piensos pueden ser las primeras. Buena parte de las importaciones españolas de maíz proceden de Ucrania, desde donde también llega trigo y aceite de girasol. «Un parón en las importaciones, junto con la sequía que padecemos, empeorarían aún más las dificultades por las que pasa el sector», advierte Juan Ramón Alonso, presidente de Asaja en Valladolid.
«El desabastecimiento dispara los precios inmediatamente, primero los que pagamos directamente los agricultores y ganaderos, después los de los carburantes, que ya están por las nubes y, al final, los de venta al público de todo tipo de productos», señala el representante de la organización agraria, que recuerda que los costes que ya soportan «sitúan al sector en el límite de la rentabilidad». El sábado pasado ya hubo tractoradas para protestar por el repunte de los costes y la falta de eficacia de la Ley de la Cadena Alimentaria y la próxima semana volverán a repetirse.
España es deficitaria en la producción cereales y si antaño era Castilla el granero de Europa, hogaño lo es Ucrania. «Todo el país es un vergel totalmente llano -comenta Juan Ramón Alonso- y le importamos casi el 30% del maíz que necesitamos, el 60% del aceite de girasol, el 17% del trigo o el 15% de las leguminosas. Todo esto se utiliza para la elaboración de piensos para la ganadería y una falta de suministro derivará en el encarecimiento de estas materias primas, algo de fatales consecuencias en un año en el que, además, pronto hemos empezado a mirar al cielo y rezar por la lluvia».
Tanto Ucrania como, sobre todo, Rusia, son también abastecedores relevantes de metales que intervienen en la fabricación de automóviles, dispositivos tecnológicos y electrodomésticos. Según explica Francisco Aranda, presidente de la Organización Empresarial de Logística y Transporte de España (UNO), «Rusia acumula casi un 10% de las reservas mundiales de aluminio, níquel y cobre; y produce un 40% de todo el paladio, que es un elemento básico para la industria automovilística, mientras que Ucrania es un gran proveedor de níquel, que se utiliza en la producción de los chips electrónicos».
El paladio se utiliza, en cantidades mínimas pero esenciales, en los catalizadores de los coches de combustión, así como en los híbridos. Su finalidad es filtrar los gases contaminantes y Rusia produce el 40% del total mundial (91.000 toneladas en 2020, frente a las 70.000 de Sudáfrica, las 20.000 de Canadá y las 14.000 de EE UU). Según advierten desde el clúster de la automoción de Castilla y León (Facyl), existe el riesgo de vivir algo así como una repetición de la jugada de los semiconductores, una pieza muy pequeña pero sin la cual la producción de la cadena de automóviles se para. Las alarmas ya suenan en las auxiliares y proveedores del sector en la comunidad, 80 empresas que emplean a más de 28.000 trabajadores de forma directa.
De momento, Renault ha comentado a los sindicatos de Valladolid y Palencia que el conflicto bélico está siendo seguido muy de cerca ante posibles repercusiones que, a día de hoy, no tiene. El fabricante francés, sin embargo, sí ha tenido que parar todas sus operaciones en Rusia, donde fabrica las versiones del Captur y el Duster para ese mercado, así como las de su filial AvtoVaz en Toliatti, al sur del país.
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