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El exseminarista Emiliano Álvarez, denunciante de abusos en el seminario de La Bañeza. Sandra Santos
«Los abusos sexuales me hundieron en las drogas e intenté suicidarme»
Emiliano Álvarez, exseminarista de La Bañeza y víctima de pederastia

«Los abusos sexuales me hundieron en las drogas e intenté suicidarme»

La segunda denuncia contra el sacerdote Sánchez Cao obliga a la diócesis astorgana a separarle del servicio activo

andrea cubillas

León

Jueves, 3 de enero 2019, 07:40

Aquellas noches en las que el demonio vestía túnica y alzacuellos, en las que con linterna en mano se metía en su dormitorio para meter sus sucias manos debajo de las sábanas y robarle la infancia y su inocencia le llevaron al oscuro mundo ... de la drogadicción, la prostitución y las ideas suicidas. Una nueva denuncia «fundada» contra Sánchez Cao por abusos a un menor ha obligado a la Diócesis de Astorga a retirarle del servicio.

Tras cuatro décadas y casi dos años después de romper su silencio y cursar la denuncia contra el que fuera su tutor en el Seminario Menor de La Bañeza, la Iglesia da validez a su relato y reconoce, al menos de manera provisional, que fue víctima de abusos sexuales. Emiliano Álvarez respira con alivio después de que la Diócesis de Astorga diera a conocer el pasado martes la decisión de apartar al sacerdote Ángel Sánchez Cao, conocido entre los alumnos como el 'cola-cao' y hasta la fecha sacerdote de la localidad gallega del Barco de Valdeorras.

El exseminarista Emiliano Álvarez, denunciante de abusos en el seminario de La Bañeza. S. S.

Sin embargo, Álvarez no oculta la impotencia y rabia que siente al ver cómo ha tenido que ser una segunda denuncia la que ha dado credibilidad a su historia, a su verdad, la misma que desveló el 14 de febrero del 2017 pero que no ha tenido consecuencia alguna hasta el 1 de enero de 2019. «Siempre me quedará la duda de si se me creía o se pensaron que era un buscavidas, que no decía la verdad. Porque ha tenido que venir una segunda víctima dos años después para que se le aparte. Es indignante y doloroso», asegura Álvarez, que se pregunta «si hay víctimas de primera y de segunda».

Autodestrucción

El motivo, a su juicio, es una vida marcada por la drogadicción y la prostitución, una espiral en la que se vio atrapado, sostiene, por los abusos que sufrió de Sánchez Cao. «Ellos no saben las consecuencias que tienen sus actos. Yo me vi abocado a los drogas y con apenas 20 años estaba en Proyecto Hombre. Tengo un master en programas de rehabilitación». No oculta que su vida ha sido un infierno, una lucha constante de «autodestrucción» que empezó cuando apenas tenía 12 años, cuando decidió escaparse del seminario y poner fin al horror que sufría cada noche. Ese día fue el primero de muchos en los que ha intentado quitarse la vida. «Estuve cinco minutos mirando un pozo. Quería tirarme. Menos mal que finalmente di marcha atrás», recuerda esta víctima de abusos, quien, con la madurez, fue consciente de que el verdadero culpable de su sufrimiento tenía nombre y apellidos: Ángel Sánchez Cao.

Reparto de culpas

Sin embargo, durante años, muchos, demasiados, reconoce, culpabilizó a sus padres. Tanto que a su padre no fue nunca capaz de decirle que le quería. «Les culpaba por haberme metido en el seminario. Les hice culpables. Hasta que te das cuenta de quién fue el verdadero problema de tu daño», lamenta. Ahora intenta sonreírle a la vida. «Mi vida ha cambiado mucho. Ahora miro a mi familia de otra manera y, lo más importante, me miro a mí de forma distinta. Pero ha sido mucho el daño. Me han jodido la vida».

«Estuve cinco minutos mirando un pozo. Quería tirarme. Menos mal que finalmente di marcha atrás»

Emiliano Álvarez, exseminarista de La Bañeza y víctima de pederastia

En buena parte, gracias a la decisión que tomó hace dos años alzando su voz y sacando a la luz las atrocidades a las que fue sometido en el Seminario de La Bañeza. «Actuaba por las noches, cuando estabas dormido. Sé que en mi habitación, al menos, había otras seis o siete víctimas». A ellos les pide que sigan sus pasos y que tengan la «valentía suficiente» para denunciar a sus abusadores «porque nos están dejando solos. Que denuncien, que es liberador. Entonces fuimos cobardes porque éramos unos niños, pero ahora que somos hombres debemos denunciar y enfrentarnos a todo esto».

En 2014, tras destaparse los abusos de Granada, escribió una carta. «Le di vueltas y cogía un folio y un papel y empecé a escribir. Hasta que salió una carta. Tenía claro que la iba a mandar al Vaticano. Al Papa Francisco, en el único que confiaba». A pesar de que su caso había prescrito, el Papa derogó la prescripción y reabrió la investigación.

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