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El Burgos cosechó un punto de oro ante un Sporting de Gijón desesperado por la consistencia defensiva del cuadro castellano. Los de Calero, ordenados y compactos, secaron las ofensivas rojiblancas a base de sacrificio y seriedad mientras los de Abelardo lo fiaron todo a unos ... estériles centros laterales que no encontraron a Djuka.
El criterio de Bermejo y Mumo dio aire a los burgaleses para sacudirse el empuje local y aportaron el oxígeno necesario al equipo para aguantar los envites gijoneses, sumar un punto más para el objetivo y mantener la condición de invicto tras tres jornadas de competición liguera.
Comenzó el partido con un bonito gesto del Burgos, que saltó al terreno de juego con una camiseta en apoyo a Andy tras su grave lesión en la jornada anterior ante el Albacete.
En el arranque del choque, tal y cómo Calero había predicho en la rueda de prensa previa, el Sporting salió del vestuario en modo apisonadora y sometió al Burgos a base de balón cambiando el planteamiento mostrado en el anterior partido ante el Andorra.
El madrileño volvió a apostar por incrustar a Elgezabal en la línea defensiva y con Borja González y Fran García con la importante labor de hacer de carrileros largos en ataque y contener las internadas de Cote y Guille Rosas.
Sporting de Gijón
Mariño, Rosas, Insua, Izquierdoz, Cote, Otero, Gragera, Zarfino ( min. 67 Pedro Díaz), Queipo (min. 67 Aitor García), Cristo (min. 67 Campuzano) y Djurdjevic
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Burgos CF
Caro, B. González (min. 63 Areso), A. Córdoba, Elgezabal, Sierra, Fran García, Raúl Navarro, Atienza (min. 91 Lopez-Pinto), Mumo (min. 79 Zabaco), Valcarce (min. 79 Artola) y Álex Bermejo
Árbitro Ais Reig (Comité Valenciano) amonestó al local Insua y a los visitantes Elgezabal y Grego Sierra
Goles Sin goles
Ordenado y compacto como de costumbre, el cuadro blanquinegro se mostraba férreo por dentro pero el empuje por las bandas rojiblancas con el potente Juan Otero y el talento del joven Dani Queipo abrió los huecos para colgar balones laterales.
De esta manera llegaron las primeras ocasiones del partido, con Djuka buscándose la vida para rematar los centros y la joven perla de Mareo aprovechando los balones que le llegaban para mostrar su calidad.
Pero fue el conjunto castellano el que dispuso de la mejor oportunidad del encuentro sobre el minuto 18 de partido con un estratosférico pase largo de Bermejo que dejó mano a mano a Borja González con Mariño.
El meta sportinguista le ganó la partida al lateral burgalés, que definió con un disparo duro pero centrado, sin problema para el guardameta local, que despejó el esférico con su cuerpo.
Apenas un minuto después, Aitor Córdoba peleaba con Cristo un balón colgado desde el flanco derecho. El central visitante sujetó al delantero canario del Sporting, que cayó de forma exagerada dentro del área. Y el árbitro picó. Señaló el punto de los once metros y amonestar al 18 burgalés.
Cuando todo parecía estar en manos de Churripi Caro, Ocón Arraiz, encargado del VAR, llamó al trencilla para que revisase la jugada. Treinta segundos bastaron al colegiado para confirmar su error y rectificar tanto la pena máxima como la tarjeta amarilla al zaguero.
A partir de ahí, el Burgos reaccionó. Calero adelantó la presión de sus pupilos, sabedor de que una buena presión sacaría al equipo del encajonamiento al que le había sometido el cuadro asturiano durante los primeros veinte minutos del choque.
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Y así fue. El conjunto castellano se animó a salir al ataque con sus transiciones rápidas en ataque, duelo que aceptaron los de Abelardo. Así, el encuentro tornó en un ida y vuelta en el que los rojiblancos apostaban todo a las bandas y el Burgos al acierto de sus jugadores de más calidad como Momo o Bermejo para hilar las ofensivas.
La precipitación y la falta de acierto en algunas jugadas hizo que los arreones burgaleses quedasen faltos de un remate final, con un tiro a puerta en la primera mitad, mientras que los gijoneses, si bien tampoco llevaron excesivo peligro, sí inquietaron más la portería visitante.
Con el empuje del Sporting y los rechazos de la defensa burgalesa se cerró una primera mitad en El Molinón en la que se mantuvo el empate inicial pese al dominio local.
El arranque de segunda parte, con los mismos protagonistas sobre el césped, confirmó la tónica del partido. Una y otra vez lo intentaban los asturianos, pero los de Calero, con la idea clara de que para puntuar había que sufrir, desactivaron las continuas incorporaciones de los laterales gijoneses.
Sin protagonismo de la medular, el sacrificio de los jugadores de El Plantío en tareas defensivas imposibilitaba cerraba los huecos a un Sporting que, sin un plan alternativo a los centros laterales, no conseguía percutir en el área blanquinegra.
La potencia de Areso, que debutó con la camsieta del Burgos en el minuto 63, sirvió para apuntalar una banda derecha en la que el descaro de Queipo había logrado desbordar varias veces a los zagueros castellanos.
El monopolio del balón por parte de los locales limitó la producción ofensiva del cuadro blanquinegro al balón parado que Bermejo, Mumo y Valcarce rascaban en las salidas en las que la zaga del Burgos se sacudía la presión sportinguista.
Sobrepasado el minuto 75 de partido, los de Abelardo se enrocaban en encontrar la superioridad por fuera ante el orden defensivo de los de Calero. La falta de velocidad y la concentración de los castellanos secaba cada una de las intentonas asturianas y desesperaba a los jugadores rojiblancos.
Cuando todo parecía tranquilo, Pedro Díaz, que había entrado en el minuto 67 por Zarfino en las filas del Sporting, se sacó un tremendo cañonazo con destino a la escuadra derecha de la portería visitante. Pero Caro tenía otros planes para ese disparo.
El meta burgalés voló con una vistosa estirada para negar el que podía haber sido el gol que decantase el choque a favor de los locales a cinco minutos del final del encuentro.
Con la moral desgastada de tanto ataque estéril, el Burgos intentó aprovechar el trabajo que le había mantenido con opciones hasta el final del partido en dos córners consecutivos en los que a punto estuvo de sacar petróleo en un barullo dentro del área de Mariño.
El conjunto blanquinegro, consciente de la presión del público local sobre el Sporting, dejó pasar el tiempo arañando segundos al cronómetro para certificar un punto de oro en uno de los campos más difíciles de la categoría.
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