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Desde 1972 hasta 2024. Esa ha sido la vida del sueño de Francisco Gómez García, más conocido como Paco, un burgalés que quedará junto a su familia siempre asociado a lo que fue su vida, el calzado. La jubilación de su hija Carmen y la ... falta de relevo después de que los hijos -nietos de Paco- «eligieran otros caminos» obligará a echar la persiana a 51 años de historia comercial de la céntrica calle San Juan. Atrás quedarán buenos recuerdos, algunos malos momentos, «mucha guasa» y un cambio de tendencia que ha hecho «difíciles» los últimos tiempos de esta zapatería.
Familia de pura cepa burgalesa, como bien recalca Carmen, el origen de la tienda se fraguó desde el oficio que desde pequeño aprendió su padre, el de hacer zapatos, primero y «de muy niño» en Sucesores de Emiliano Domingo. Más tarde y durante muchos años, Paco se empapó del comercio como dependiente en Calzados Pérez, lugar desde el que tomó la alternativa de montar su propio negocio.
«Hubo un precedente de Calzados Paco junto a un socio capitalista pero había mucho contraste entre ellos porque mi padre era el que sabía y trabajaba y la otra parte solo ponía dinero», explica Carmen sobre el germen de lo que luego sería una de las tiendas de calzado de referencia en Burgos.
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Así, con el apoyo de su mujer y tres de sus cinco hijos y la firme convicción de que tendría éxito, Paco abrió su tienda un 2 de diciembre de 1972. «Siempre hemos tenido muchas ganas y hemos puesto mucho esfuerzo. Sobre todo al principio, cuando nos recorríamos España por todas las ferias y fábricas. Recuerdo ir a Alicante, La Rioja o Navarra. Trabajábamos muchísimo y vendíamos muchísimo», recuerda Carmen, quién pondrá fin a más de dos décadas detras del mostrador de Calzados Paco a finales de febrero.
«A base de esfuerzo y sacrificio», Paco y su familia consiguieron hacerse con el local y, a partir de ahí, asentar un negocio de referencia en toda la ciudad. «Mi padre siempre ha tenido muchos amigos y clientes. También mucha guasa. Se lo pasaba genial en la tienda», apunta.
Pero, cuando todo parecía ir bien, una molesta piedra se metió en el zapato de Paco. Un problema de corazón, al que le siguieron tres operaciones le obligó a jubilarse a los 57 años y provocó el prematuro relevo generacional en manos de dos de sus hijas, Rosa y Carmen. Ellas, acorde a los tiempos, dieron un lavado de cara al local y lo pusieron, en los años 90, «más moderno y nuevo».
Pero hubo una cosa, sagrada para ellas, que no se tocó pese a algunas sugerencias de sus clientas. «¡Ay, Paco! Con lo bonita que ha quedado la tienda y poner Paco», cuenta Carmen que le comentó una de ellas tras la reforma integral. »Perdona, pero Paco es mi padre. Y luego, también, está Paco Rabanne« le contestó orgullosa.
Como ésta, Carmen guarda con mimo en su memoria otras tantas anécdotas, como una pasarela en la que se expusieron fotografías de la historia de la tienda y de su padre, o una reciente y cómica confusión con otro 'Calzados Paco' orensano. «Nos hicieron una pequeña entrevista desde Galicia por el cierre del negocio y los clientes gallegos nos confundieron con los de allí y les empezaron a preguntar que por qué cerraban», señala entre risas Carmen, que cumplirá los 65 años este 2024. Fue entonces cuando el tema «se hizo viral», cuando se dio cuenta del alcance de las redes sociales y el mundo digital.
Pese a los altibajos propios de haber pasado dos crisis y una reciente pandemia que marcó un antes y un después en la historia reciente de la tienda, Carmen agradece los pasos que han dado los calzados de Paco y se queda con las épocas de bonanza. «Teníamos cuarenta y cincuenta personas en la tienda, atendíamos a la gente desde el mostrador porque no cabían. Incluso teníamos que llevar las cajas de zapatos sobre la cabeza», destaca con nostalgia en los ojos.
Ahora, la realidad que observan esos mismos ojos es otra bien distinta. «Veo un panorama muy difícil para el comercio tradicional. Creo que estamos determinados a desaparecer. Las grandes franquicias y el comercio por Internet nos comen. El arma que tenemos es la atención y el servicio al cliente. Y eso ya no se valora. Todo ha cambiado mucho», lamenta sobre un futuro que mira desde la tranquilidad de una próxima jubilación.
Fue esta deriva, junto con la edad, la que le hizo vislumbrar que «ya había llegado el momento, después de mucho trabajo» de echar la persiana de manera definitiva. Carmen enfatiza que «ya hace años, incluso cuando aún se vendía mucho, hicimos una auditoría y ya nos decían que no era rentable. Que estas trabajando once horas diarias y por lo que te estás llevando no está pagado, no renta este negocio con los datos en la mano y siendo objetivos», añade.
Con la liquidación del estocaje como cuenta atrás para poner punto y final a más de medio siglo de historia en el comercio burgalés, Carmen repasa estos días toda una vida entre zapatos, un camino recorrido con un calzado cuyas suelas, ya desgastadas, no darán un paso más allá de este 2024.
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