Es cruzar la puerta de la casa de acogida de La Encina y empezar a ver un mar de sonrisas. A pesar de que la comida les espera, se sientan en la mesa para contar su testimonio personal. Ese que les ha llevado a un ... centro asistencial durante 24 horas y que los actuales nueve inquilinos lo llaman hogar, porque es precisamente eso, su hogar. Sus caras no se verán en estas líneas, preservar su identidad les obliga aún a esconder que padecen el VIH, aunque gracias a La Encina y su equipo de trabajo hacen que su vida sea «normal». «Nos dejan salir a todos los sitios. Les pedimos un favor y nos dejan hacerlo», relata uno de los usuarios del centro, que al igual que sus compañeros de piso, no quiere desvelar su nombre.
Publicidad
Usuario de la Encina
Precisamente ha sido el virus del VIH el que les ha llevado a la casa de acogida, que empezó a funcionar en 2002 y por el que ya han pasado 165 enfermos. Pero a esa situación en común se suman otras circunstancias como discapacidades o problemas familiares. «No me siento solo, aquí tengo a mi nueva familia», continúa un enfermo, con VIH desde hace 18 años.
La pandemia del sida en España ha mejorado notablemente desde que surgiera el acceso a los nuevos tratamientos antirretrovirales que se están mostrando muy eficaces, por lo que en la actualidad la mayoría de personas que viven con este virus están desarrollando una vida con calidad y con expectativas de vida que plantean nuevos retos por asumir.
A pesar de esta realidad, continúan aterrizando en la asociación un importante número de casos con necesidades especiales que requiere de una ayuda concreta, como son aquellas personas que no están respondiendo bien a los tratamientos actuales o que por diversos motivos se encuentran en una fase avanzada de la enfermedad. También llegan pacientes que arrastran una historia de dificultades personales graves, que se encuentran en situación de exclusión social, o con escaso apoyo familiar y social o con escasos recursos económicos.
Todo esto hace que las personas que conviven en La Encina presenten un grave deterioro en su estado de salud debido, en parte, a los efectos secundarios de los fármacos utilizados, a la mala adherencia a los tratamientos y al largo proceso evolutivo de la enfermedad con la aparición de demencias severas, encefalopatías, acompañadas en muchos casos de pérdida de control sobre sus funciones fisicomotrices. «Nos conocemos a todos los médicos de Burgos», señala Sara de Juan, coordinadora de la casa de acogida.
Publicidad
Sara de juan, coordinadora de La Encina
A este perfil de problemas generados por el VIH se suman otros de exclusión social grave, enfermedades psiquiátricas, demencias y deterioro general ocasionado por el abuso de drogas o historias personales muy desfavorables. «Nuestro objetivo es atender a sus necesidades básicas físiobiológicas, cognitivas, emocionales y sociales, promoviendo su equilibrio personal y social, así como, en los casos que sea posible, su inserción sociolaboral», apunta De Juan.
La Encina, en cuyo jardín ya está plantado ese árbol, es un recurso específico único en Burgos, que forma parte de la red asistencial de atención al excluido social con infección por VIH. «Entre ellos conviven muy bien. Nos dan una lección de vida. Se apoyan mucho», recalca la coordinadora.
Publicidad
El trabajo de Sara de Juan, la coordinadora de la casa de acogida La Encina le ha llevado a acostumbrarse a momentos duros laborales. Sobre todo cuando la muerte llega. «Uno de los objetivos es que, cuando lleguen, su vida mejore. Les acompañamos a vivir, pero también les acompañamos a morir», relata De Juan, que continúa con otra fase desgarradora. «Tienen una vida tan dura, que sus mejores momentos los pasan en La Encina. Fallecen en un estado de soledad», prosigue.
Ese trabajo vocacional hace que en La Encina trabajen muchas personas. Desde cocineros, educadores sociales y voluntarios, que posen sus servicios hacia los más necesitados. El último caso es el trabajo de Natalia, que en estos días elabora un panel de diálogo a un usuario que tiene problemas de habla y solo se puede comunicar por gestos. Los dibujos que el jueves preparaba Natalia servirán para que la comunicación mejore con sus compañeros.
Y es que en La Encina son los propios residentes los que se encargan de las tareas domésticas. Un cuadrante organiza las obligaciones dependiendo también del grado de discapacidad del usuario. Cada uno sabe qué tiene que hacer y, aunque existan pequeños roces, impera la normalidad y tranquilidad. «Tenemos una vida bastante estable», manifiesta otro de los usuarios, que contrajo la enfermedad en la prisión de Zamora con una jeringuilla.
Usuario de la encina
Otro de los fines de la casa de acogida es mejorar la calidad de las personas, ofreciendo una atención integral que abarque las diversas necesidades que pueden presentar: dotar a los usuarios de una residencia estable o temporal en un marco de referencia afectivo, relacional y ocupacional, donde se atiendan las necesidades básicas paralelamente a un seguimiento clínico. «Cada uno tiene su itinerario de trabajo», apostilla Sara de Juan.
Publicidad
Usuario de la encina
Muchos de los usuarios de La Encina vienen de estar en la calle, en plena soledad y aterrizar en Burgos les cambia la vida. «En el momento que dices que tienes la enfermedad, la sociedad no quiere saber nada de ti», afirma consternado un usuario que llegó hace tres meses a la casa tras contraer el VIH hace dos años tras relaciones sexuales sin protección. «Llevo tiempo buscando trabajo y no me lo dan porque, si enteran de que tengo el VIH, me rechazan. Te rechazan hasta los amigos como se enteren, ya no te quieren ver. Hay veces que hay que ocultarlo», relata un residente al que le molesta que le pregunten cómo contrajo el VIH.
Y ahora llega la Navidad, donde los usuarios ya se preparan para unas fechas tan señaladas. Muchos la pasarán con la familia de La Encina, mientras que otros optarán por ir con su familias biológicas. «A mí me llama mi hermana normalmente y para Navidad hablaré con otra hermana, aunque pasaré la Navidad aquí», apostilla antes de empezar a comer. Es tiempo de compartir en familia la elaboración del día.
Publicidad
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.