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Burgos puede presumir hoy en día de no tener grandes problemas con plagas de animales. El exhaustivo trabajo desarrollado desde hace décadas por el servicio municipal de Sanidad, personificado en este caso concreto en las figuras de Santiago Alonso y Gregorio Salvador, que son los ... encargados de estar a pie de calle, ha permitido erradicar y mantener bajo control la presencia de colonias de animales en la ciudad.
Así lo defiende el concejal del área, Carlos Niño, que pone en valor la actividad del servicio y el esfuerzo de sus trabajadores en control de especies como las palomas. Lejos quedan ya esas instantáneas de finales del pasado siglo en las que las palomas campaban a sus anchas por una Plaza Mayor aún pendiente de las dos últimas reformas. Hoy, su presencia es casi testimonial gracias al plan de capturas que se lleva a cabo de manera anual.
Basta echar un vistazo a los datos en bruto para comprobarlo. Así, los trabajadores del servicio capturaron el año pasado un total de 2.057 palomas en la ciudad, lo que supone una reducción del 26% respecto a los datos del ejercicio anterior, pero que duplica las cifras registradas en los primeros años de este siglo.
Sin embargo, los responsables del servicio insisten en que el número total de capturas no es lo más relevante. No en vano, no causa las mismas molestias una bandada grande en zonas alejadas del casco urbano que un puñado de palomas en pleno centro de la ciudad. Tampoco causan los mismo problemas las palomas bravas (las más habituales) que las palomas torcaces, de mayor tamaño y más difíciles de capturar.
En este sentido, el servicio pivota sobre dos tipos de actuaciones. Por un lado, los operarios mantienen una vigilancia permanente sobre la ciudad, que se conocen «como la palma de la mano» después de treinta años actuando. Y por el otro, intervienen de manera puntual en función de las quejas o avisos ciudadanos. En este sentido, el concejal insiste en que «en el último año se ha incidido más en aquellos sitios donde más quejas hemos recibido», generalmente en el centro histórico, donde la presencia de palomas, aunque sean un puñado, puede causar numerosas molestias a vecinos, turistas y hosteleros.
Unas molestias que, según puntualiza la veterinaria municipal, Rocío Orive, van más allá de la simple incomodidad. «Al final, es una cuestión de salubridad. Las palomas pueden ser propagadoras de enfermedades, como la gripe aviar», y los excrementos son corrosivos sobre muchos materiales. De hecho, su presencia puede incluso afectar a la piedra de monumentos, ya que la picotean en busca de sales que les ayude a hacer la digestión, explican desde el servicio.
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En todo caso, subrayan, las colonias están totalmente controladas. «Ahora mismo no hay grandes problemas», aunque siempre hay casos «puntuales», a menudo asociados a edificaciones abandonadas, donde la actuación es algo más compleja, ya que requiere autorizaciones de los propietarios y de la Junta de Castilla y León, entidad encargada del control de todo el protocolo. «A menudo es más lío el trámite administrativo que el acto de la captura en sí mismo», explican al tiempo que insisten en que las palomas aparecen «donde hay comida».
Ese es precisamente uno de los caballos de batalla del servicio. Al respecto, la veterinaria recuerda que la ordenanza de residuos y limpieza dice que «no se puede echar alimentos a la vía pública», ya que precisamente sirven como atracción de animales.
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«Hemos tenido casos de presencia de palomas en un punto donde al cabo de unos días sin darlas de comer, han desaparecido» por su cuenta, puntualizan los trabajadores, que también recuerdan que todo el proceso de captura y sacrificio está perfectamente reglado y necesita de autorización. Vamos, que si una persona actúa motu proprio se enfrenta a sanciones.
Una fotografía de situación muy similar presenta el control de otras potenciales plagas, como la de ratas. Ahora mismo, subrayan, su presencia en la ciudad es residual y se concentra en lugares abandonados donde tienen fácil acceso a alimento. «Hemos insistido mucho durante muchos años en este tema y ahora sólo tenemos avisos puntuales» en lugares concretos.
Lugares que, por otro lado, están perfectamente identificados. «Tratamos todas las calles de la ciudad una vez al año, pero hay zonas que conocemos en las que, por el tipo de construcciones que hay, la rata no llega a salir, y las tratamos cuatro y cinco veces al año», colocando (nunca esparciendo) veneno en puntos estratégicos del alcantarillado, explican los trabajadores.
Más complejo es el control de otras plagas, como las cucarachas, que «son muy duras», señalan. Sin embargo, aseguran, su presencia en la ciudad también es puntual y está asociada a casos concretos de lugares abandonados y con residuos orgánicos, que de un tiempo a esta parte están mucho más vigilados.
El control de plagas ejercido por el Ayuntamiento ha ido dando sus resultados a lo largo de los últimos años, con alguna salvedad. Sin duda, la más evidente es la presencia de estorninos, que año sí y año también llegan a Burgos y se hacen dueños y señores de lugares concretos, como la Avenida de Castilla y León. A este respecto, desde el servicio municipal de Medio Ambiente reconocen que las iniciativas desarrolladas hasta ahora no han dado el resultado esperado. «Es muy complicado, ya que los ahuyentamos de un sitio y se trasladan inmediatamente a otro. Lo único que podemos hacer es potenciar la limpieza diaria por las mañanas y, llegado el caso, realizar podas agresivas, pero no llega a solucionar el problema, ya que las colonias son siempre muy grandes», explican.
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