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Hoy es 31 de diciembre y el Ayuntamiento de Burgos aún no ha aprobado los presupuestos del próximo ejercicio. La cosa no pasaría de anécdota en un contexto habitual, toda vez que no es la primera vez -ni será la última- que un ayuntamiento no cumple con los plazos impuestos en la Ley de Haciendas Locales. Sin embargo, en esta ocasión, la reflexión es bien distinta. Y es que, en el caso de Burgos, los presupuestos de 2019 ni están ni se les espera.
Hace ya varias semanas que quedó claro que el equipo de Gobierno no se rompería la cabeza por intentar sacar adelante las cuentas a tenor de la falta de apoyo por parte de la oposición. Y la oposición tampoco parece muy interesada en sentarse a negociar el expediente. Ni Imagina Burgos, ni Ciudadanos ni los concejales no adscritos han mostrado predisposición alguna, mientras que la propuesta lanzada en su día por el PSOE es del todo inasumible para el equipo de Gobierno, que ha rechazado de plano la extensa lista de exigencias puestas sobre la mesa.
Así, no queda otra opción que prorrogar las cuentas de 2018. Bueno, en realidad, las de 2017, ya que formalmente, el Ayuntamiento de Burgos no aprobó un presupuesto específico para este año. Es más, ni siquiera se llegó a debatir oficialmente. En su lugar, se apostó por la vía de la prórroga y un par de grandes modificados pactados entre el PP y el PSOE, un escenario en el que ambos partidos parecen haberse sentido cómodos durante estos meses.
Pero más allá de las consideraciones legales -la ley de Haciendas Locales establece la obligación de presentar y aprobar los presupuestos anualmente-, la situación que se está viviendo escama -o al menos debiera- al burgalés de a pie, que puede barruntar sin temor a equivocarse mucho que la falta de acuerdo es una consecuencia directa de la cercanía de las elecciones municipales.
Y es que, si algo ha caracterizado buena parte de la legislatura en Burgos ha sido el acuerdo, fundamentalmente entre PP y PSOE. Así, superado el capítulo de la infructuosa moción de censura, socialistas y 'populares' han venido entendiéndose, con más o menos aplomo, en los grandes asuntos municipales. Ahí están los acuerdos para refinanciar las deudas de los consorcios de la Variante Ferroviaria y Villalonquéjar, el presupuesto de 2017 o los modificados aprobados este año.
Pero todo ese entendimiento se ha ido al garete en un abrir y cerrar de ojos. Cierto es que el margen de maniobra que pudieran tener las cuentas de 2019 es entre escaso y muy escaso, dados los compromisos plurianuales adquiridos con anterioridad, pero también es cierto que los escenarios y las necesidades de una ciudad cambian de un año para otro. De ahí la obligación legal y política de promover unos nuevos presupuestos anualmente. Una obligación que ha quedado supeditada, en esta ocasión, a los intereses electorales y partidistas.
Veremos, en todo caso, cómo se gestionan los dineros públicos de aquí a finales de mayo y, sobre todo, tras las elecciones.
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
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