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«Tu mente se abre, practicar el idioma, ganar confianza sobre todo y vivir aventuras que no tienen que estar basadas solo en dinero. Se obtiene una visión diferente de la vida cotidiana que sirve para conocer a gente de otros países, crecer como persona, ... viajar…».
Sergio Urizarna es un joven burgalés de 26 años que vive en República Checa tras las siete movilidades que ha desarrollado por Europa más allá del Erasmus. Sabe hablar inglés, portugués, alemán, esloveno y ahora estudia italiano.
Y es que ha estudiado el Grado en Traducción en la Universidad de Soria, un Máster de subtitulado y otro de educación. Su inquietud despertó a raíz del Erasmus que hizo en Portugal. «Aprendí el idioma a base de estar entre gente portuguesa, me dio muchísima soltura».
SERGIO URIZARNA
Al verano siguiente viajó a República Checa con un programa de voluntariado. El trabajo consistía en construir un carril bici entre dos pueblos a cambio de alojamiento y comida como parte de un proyecto para mejorar la comunidad.
A lo largo de todas estas experiencias, el burgalés se ha convencido de que viajar desde joven e, incluso, tomarse un año sabático al cumplir los dieciocho años puede resultar muy positivo.
De hecho, es frecuente en Europa. Durante ese tiempo los jóvenes viven en otros países y deciden qué estudiar o qué harán durante los próximos años. En España está «mal visto», así que los estudiantes terminan el instituto y acceden directamente a un grado.
«He conocido a compañeros de otros países de unos 18 ó 20 años que no sabían que estudiar. Entonces a partir de la estancia se han vuelto muy conscientes de lo que querían hacer o de lo que no. Al final también puede depertar la ilusión por un campo específico como la tecnología o el medio ambiente», asegura Urizarna.
Así, los programas de movilidad son enriquecedores. Además de aprender el idioma y la cultura, durante el proyecto se recibe una formación, ya sea en materia de voluntariado o más laboral.
«Muchas personas piensan que son unas vacaciones, pero es algo bastante más serio y bonito». Es «muy positivo» en el plano personal y sentimental porque se aprende de uno mismo.
Así lo ha sentido durante el programa que ha desarrollado en Eslovenia, donde cuidaba y enseñaba a niños junto a otros participantes. Allí, los menores colaboraban en la construcción de casitas de madera a partir de los once años y elaboraban herramientas. Los niños usaban martillos y sierras, pero eran «muy conscientes del peligro que suponía».
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«Me gustó mucho el contacto con los niños, por lo que cuando volví a España me animé a dar clases en una academia. Entre otras cosas es lo que me hizo querer ser profesor», valora Urizarna.
Al conocer la realidad de otros países intercambian fórmulas para mejorar la sociedad. Por ejemplo, en Eslovenia y República Checa el amor por la naturaleza está muy presente. Así, conocen iniciativas sostenibles y de ecología muy avanzadas que se podrían aplicar en España.
Una parte importante de su experiencia en el ámbito de las movilidades ha sido Brújula Intercultural. Se trata de una asociación burgalesa que organiza programas internacionales en Burgos y en el extranjero. Por ejemplo, suele reunir a personas de diferentes nacionalidades en Belorado.
No obstante, el viaje de Urizarna acaba de empezar. «Me encanta empaparme de otras culturas. Si no me hubiera salido de mi zona de confort no habría conocido a gente eslovaca, rumana, húngara, croata… Sigo con el reto de descubrir nuevos países».
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