Tenían tantas ganas de volver que ni siquiera las mascarillas pueden ocultar las sonrisas de sus caras. Rodrigo, Miguel Ángel y Consuelo son tres vendedores de la ONCE de los más de 760 que hay en toda Castilla y León. 87 de ellos trabajan en ... Burgos y hoy han vuelto con ilusión a invocar a la suerte.
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Lo hacen más de tres meses después de la última vez que abrieron su kiosco o gritaron eso de «para hoy, para hoy; llevo el gordo para hoy». Un soniquete que volvía a escucharse en San Lesmes en la boca de Miguel, que ataviado con su pantalla facial paseaba entre los transeúntes buscando al próximo ganador del gordo de la ONCE.
Sin embargo, lamenta que «la cosa está flojita». La mañana transcurría tranquila y, con ella, las ventas. «Se tienen que acostumbrar a que hemos vuelto, tenemos que recuperar a nuestros clientes y a los nuevos que podamos hacer», asegura sin poder ocultar la emoción por estar de vuelta.
Sus clientes le han recibido con un «ya es hora» y el colorido verde de su kiosco portátil y su chaleco rompen con la uniformidad del paisaje. «Estos meses han sido muy aburridos y muy largos. Escuchamos rumores de que íbamos a parar la actividad y al ponernos en contacto con la oficina nos dijeron que había que cortar las ventas», explica.
Miguel lleva casi cuatro años dedicado a vender cupones para los sorteos de la ONCE y asegura que lo ha echado «bastante de menos». Más aún teniendo en cuenta que ha pasado el confinamiento «solo en casa». «Lo he llevado mal, pero como sufro de los bronquios y podía coger el virus he tenido que estar en casa, he salido lo mínimo posible», recuerda.
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Pero las cosas han cambiado y en su cara se refleja la alegría por ello, sin dejar de reír desea que todos «volvamos a ser los mismos de antes», aunque no puede evitar asegurar que si encima este reencuentro con sus clientes se culmina con un premio «ya sería la repera».
En uno de los kioscos de la Avenida del Cid está Rodrigo, ataviado con su mascarilla y con su gel hidroalcohólico que utiliza cada vez que atiende a un cliente. Una pequeña charla con ellos mientras se cuentan lo mucho que se han echado de menos acompaña cada venta. Una mujer prueba suerte con un rasca pero no obtiene premio. O sí, porque se marcha contenta tras despedirse de nuevo de Rodrigo con un «hasta mañana». Quizás ese sea el mejor premio.
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Rodrigo ha tenido un primer día «mejor de lo que pensaba». «La gente viene poco a poco, muchos clientes habituales y otros que pasan por aquí casi todos los días», relata el joven. Muchos de ellos le han hecho saber lo mucho que le han «echado de menos», pero otros tienen otras inquietudes: «Preguntan si está más caro jugar, cuánto cuesta».
Para Rodrigo estos tres meses sin ventas «han sido un poco aburridos», tenía ya «muchas ganas de trabajar» aunque también sabe que ha sido un acto de responsabilidad quedarse en casa: «Era por la salud de todos quedarse en casa». A pesar de todo le ha encontrado el lado bueno al confinamiento, ha pasado tiempo con la familia, «que hacía mucho que no se pasaba tanto tiempo juntos», e informándose por las «noticias» al tiempo que deseaba «que todo fuese a mejor».
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Un deseo que mantiene: «Deseo que todo vaya a mejor, que todo esto pase». Lo de dar un premio se queda, en esta ocasión, como algo secundario.
Quien también tenía muchas ganas de volver es Consuelo, que ordenaba metódicamente los cupones en su kiosco de la Plaza de Alonso Martínez. Consuelo asegura que este primer día está siendo «un poquito raro», aunque a su vez confiesa que creía que iba a ser «más complicado».
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«Está viniendo gente, más a preguntar que a comprar, pero están viniendo», cuenta. Unos clientes que la han «echado de menos bastante», como ella misma asegura. «Es gente habitual que se han acercado hoy» explica.
Para Consuelo, los tres meses de parón han sido «raros», aunque al final confiesa haberse «acostumbrado». Sin embargo, ahora que está de vuelta tiene claro lo que pide para esta 'nueva normalidad' que tan poco gusta en general: «Me gustaría que nos acercáramos más, más abrazos, más cercanía hacia la gente».
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Porque aunque han estado mucho tiempo sin poder trabajar su trabajo va más allá de los números, su trabajo consiste en vender ilusión, esa que tanta falta hace ahora que los días oscuros parece que comienzan a alejarse. Por eso, para Rodrigo, Miguel y Consuelo lo importante es estar de vuelta. Lo importante es que esta situación anómala termine, lo importante es poder reencontrarse con esos clientes que son un poco de su familia. En un segundo plano queda, a pesar de todo, los premios. Porque devolver la ilusión en tiempos difíciles es en sí su gran premio. Aunque, como asegura Consuelo: «Si celebramos la vuelta con un premio, mucho mejor».
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