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Los vecinos de las calles Conde don Sancho, Diego Laínez y Alonso de Cartagena no pueden más. Los gritos y ruidos en la calle durante las noches del fin de semana hacen imposible el descanso de quienes buscan conciliar el sueño a una hora prudente.
«Son insufribles el ruido, los destrozos, los actos de vandalismo y la suciedad que están causando en las viviendas, vehículos y mobiliario urbano de la calle Conde don Sancho y aledaños», manifiestan los vecinos. El problema reside en las personas que se quedan en la calle en lugar de entrar en Sala Bonache y utilizan la terraza del local para permanecer en ella o hacer botellón. La terraza, que ocupa un par de plazas de estacionamiento, comenzó su funcionamiento con la llegada de la covid, pero según indica Víctor, el gerente del local, los problemas de los que se quejan los vecinos vienen de mucho más atrás.
«La Policía viene cada dos por tres y nosotros no hemos tenido ningún problema», afirma Víctor. En esto, en la necesidad de llamar a la Policía, los vecinos coinciden con Víctor: «Es necesario llamar cada fin de semana a la policía por culpa de los gritos, peleas y pintadas en todas las paredes de portales, locales y garajes cercanos». Además, los vecinos del número 1, cuyo portal está al lado de la sala, han visto cómo el mármol de su entrada se ha llenado de pintadas, orines y grupos de gente que se cuelan en su portal.
El problema no es del local, insonorizado, ni de la terraza, que el responsable del local, asegura, «se cierra a la 1:00 de la mañana», sino de la gente que permanece en la calle. «Hay gente que se queda haciendo botellón. Los menores a los que no dejamos entrar se quedan haciendo botellón en la calle, pero no es de ahora, esto lleva tiempo. A la 1:00 se recogen la mesas y las sillas, pero la gente que no entra se queda en la calle y no puedo decirles nada. Soy consciente de que a los vecinos les molesta el ruido, porque que a las 3:00 de la mañana que haya gente haciendo ruido o hablando se escucha más, pero no es motivo de la terraza, porque a esa hora está cerrada. Es más, la Policía pasa a la 1:00 para comprobar que está desmontada», se defiende Víctor.
Lo residentes de esta zona, por su parte, se sienten «impotentes» y afirman conocer por la prensa que este problema se está «reproduciendo en los locales de Reyes Católicos y en muchas otras zonas». «Este local está en una calle pequeña, a la que dan directamente 183 huecos de ventanas y balcones, si contamos estrictamente el rectángulo formado entre las calles Alonso de Cartagena y Diego Laínez. En esas 183 ventanas puede haber 183 personas descansando, que madrugan para ir a trabajar, o que trabajan a turnos, enfermos que necesitan reposo, niños que tienen un horario infantil... ¿Por qué hay que aguantar esto?», se preguntan.
Además, añaden, el problema no reside en las mesas y sillas de la terraza, sino que en la acera «a la entrada del bar hay muchos más». «También de pie en la terraza y fuera de ella, lo que convierte este punto en una concentración de gente en la calle como en un «botellón» con la impunidad que les permite estar en la puerta de un bar. Impunidad absoluta desde hace meses», insisten.
Denuncian estos vecinos también que en ocasiones «algunos jóvenes ponen un coche junto a la terraza, abren las puertas delanteras donde están los altavoces y la música a todo volumen para amenizar la terraza», lo que aumenta el ruido de la calle. Ruido que no solo sufren durante los fines de semana, también los jueves o los festivos, cuando los jóvenes quedan para beber.
Víctor asegura que entiende a los vecinos, pero afirma que no puede hacer nada para evitar estos ruidos y molestias pues el causante no es la terraza como afirman los vecinos: «La terraza la tenemos desde que se nos permitió poner por la covid, antes no tenía terraza y esto lleva pasando por lo menos diez años».
«Yo no le puedo decir a una persona que está en la calle que se marche, porque está en la calle. Los vecinos dicen que si estuviera el bar cerrado no pasaría, pero es mi negocio y tiene su licencia y el local cumple con todo. Lo que pasa es que en la calle hay gente y se oye muchísimo ruido, de vez en cuando hay peleas, o tiran botellas, o los chavales hacen pintadas. Pero eso es ajeno al local, es lo que les digo. Tengo un portero que si les ve haciendo pintadas les llama la atención y ni siquiera debería, porque están en la calle», insiste Víctor.
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