Bajo la atenta mirada de Álvaro Martínez, los nuevos voluntarios del GREM de Burgos avanzan en el adiestramiento de sus perros, que viven la experiencia entre el juego, la excitación de la novedad y la obediencia. Thai, Lula, Kira, Fray y Petra son el relevo ... generacional que esperaba la Unidad Canina de Salvamento, un referente internacional que ha puesto a Burgos en el mapa del rescate de emergencia.
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El GREM de Burgos (Grupo de Rescate y Espeleológico de Montaña) llevaba años buscando la incorporación de nuevos voluntarios, a un proyecto que ya ha pasado del cuarto de siglo. Y, de repente, Álvaro se ha encontrado con cinco nuevos perros a los que entrenar, y cinco nuevos compañeros a los que 'adiestrar', pues aquí tienen que aprender todos, cánidos y dueños, en un trabajo de equipo que debe estar coordinado.
Israel, Susana, Vicente, Rocío y Blanca se han incorporado al GREM en el último año. En todos los casos ya conocían la labor del grupo de rescate y, en el momento en el que han sumado un perro a su familia, se han lanzado. «Hace muchos años que me llamaba la atención», explica Susana. «Un día, paseando por el río, vi un pastor belga y me encapriché». Ahora tiene a Lula y lleva un año trabajando con ella.
«Estoy encantada», admite, «me gusta el ambiente, el compañerismo». Y el tiempo se le va volando cuando visita las instalaciones de Villafría, donde el GREM de Burgos tiene su sede y realiza los entrenamientos. Israel lleva algo más de tiempo. Entró hace tres años, pero realmente solo lleva unos meses trabajando con Thai, que es un perro muy nervioso pero se ha adaptado sin problema al grupo.
A Israel le gusta ayudar a la gente, también trabajar con los perros y la montaña, así que el GREM de Burgos es su sitio, sin lugar a dudas. También para Blanca, quien lleva trabajando con su perra Petra desde hace un año. «Me parece que el proyecto tiene un fondo muy importante de colaboración, de ayuda humanitaria, de dar importancia a un perro; la gente no sabe lo que un perro es capaz de hacer», afirma.
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Los últimos en sumarse al proyecto han sido Vicente, con Kira, y Rocío, con Fray. Rocío conoce la iniciativa desde el principio, pero no ha sido hasta que se ha hecho con Fray, y que Álvaro le ha explicado que su border collie es tan válido como cualquier otra raza para ser un perro de rescate. Rocío está deseando echar una mano, lo mismo que Vicente, y Kira, que está muy animada con el entrenamiento.
El adiestramiento de un perro de rescate es «una cuestión de tiempo», recuerda Álvaro Martínez, responsable del GREM de Burgos. «Tiene que acompañarte la disposición personal, laboral y familiar». La clave es la constancia, y cuando hay motivación y ganas, siempre se encuentra el momento para entrenar. Y las familias de Israel, Susana, Vicente, Rocío y Blanca así lo entienden.
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El plan de entrenamiento que dirige Álvaro comienza con sesiones cortas, de 10 a 15 minutos, pero para que un perro de rescate esté listo para intervenir requiere de 2.000 a 2.500 horas de entrenamiento. Y, luego, entre 800 y 1.000 horas de mantenimiento al año. Sin embargo, Álvaro apunta que en los últimos meses no han podido mantener este ritmo de trabajo porque han estado arreglando otro problema, sobrevenido.
La remodelación de la perrera municipal les ha obligado a concentrar sus esfuerzos en la construcción de nuevas perreras para sus animales. Han contado con la ayuda de la FAE y Metecno, quienes les han gestionado todos los materiales, donados. Y con el esfuerzo de los voluntarios, que se han volcado con el proyecto. «El problema es que si dedicas tiempo a esto no se le dedica a los perros», lamenta Álvaro.
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Algo que también señala Blanca, quien asegura que el «parón» sufrido durante estos meses ha interrumpido el ritmo de trabajo con Petra. «La disciplina es muy importante», y la constancia también. Petra se entrena para seguir un rastro que queda en la tierra. Otros, para rescatar a personas. «Cuando lo hace Álvaro parece muy fácil», asegura Israel, pero luego es mucho más complicado. Y aquí entrenan los perros, pero también los dueños.
El objetivo último es poder ayudar, ser útil, contribuir de algún modo. Por ese motivo, Blanca, Israel y Susana ya han salido con el GREM cuando se ha organizado algún operativo de búsqueda de una persona desaparecida en Burgos. Sus perros todavía no están preparados, pero ellos sí pueden colaborar y «es una maravilla», una «experiencia increíble», admiten.
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