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Los seis testimonios de testigos del caso de proxenetismo que se juzga en la Audiencia Provincial han abundado hoy en que la responsabilidad máxima de la trata de mujeres es el principal acusado, un hombre de 39 años de edad que responde a las iniciales ... M.H. En la sesión del juicio de esta mañana se ha escuchado el testimonio de tres mujeres presuntamente explotadas sexualmente, más otros tres de testigos colaterales.
De todos ellos se extrae que la mayor responsabilidad en los delitos es del cabecilla de la trama. Todos los testimonios, incluidos los de los testigos ocasionales, apuntan a que el hombre era el cerebro de una red de extorsión y explotación de mujeres.
Más allá de los detalles y alguna discrepancia entre las testificales realizadas en sede judicial y en Comisaría de Policía, el denominador común de todos los testigos es que la trama se aprovechaba de la vulnerabilidad económica de las mujeres para ofrecerlas trabajos de contenido sexual.
Generalmente, las mujeres eran captadas por anuncios, ya fueran de ellas buscando empleo o publicados por la trama, ofreciendo trabajo como cuidadoras o bien ofreciendo dinero fácil. A partir de ahí, una vez captadas, salir de la trama era harto difícil, cuando no imposible. Coinciden todas en que fueron obligadas a tener relaciones con el acusado «para ganar experiencia», se las ofrecía trabajo «como masajistas» de claro contenido sexual, bajo coacciones y amenazas.
La trama las obligaba a contratar a nombre de las mujeres líneas de telefonía móvil y a abrir cuentas en oficinas bancarias bajo la promesa de que recibirán un pago por cada línea que abrieran, un dinero que se ingresaría en la cuenta bancaria abierta. Nada quedaba a nombre de los cabecillas de la trama y todas las reclamaciones por impagos recaían en las mujeres.
Los testimonio coinciden también en que se les retenía la documentación y se las encerraba en los pisos en los que ejercían. Que sus escasos paseos eran vigilados de cerca por el acusado Y que no vieron ni un solo euro en los meses en los que estuvieron obligadas a trabajar sexualmente en diferentes modos.
Algunas de ellas aguantaron hasta seis meses en esa situación que no denunciaban por miedo y extorsión. Otras fueron menos tiempo y alguna de ellas, tras ser estafada con los contratos bancarios y de telefonía, directamente tras la insistencia de los cabecillas, rechazó realizar este tipo de trabajo y no accedió a ofrecer sexo por dinero.
A pesar de todas las promesas, de la insistencia machacona de M. H. y de E.M, su supuesta socia y a pesar de cobrar a los clientes todos los servicios, las mujeres no recibieron ni un solo euro en los meses que estuvieron sometidas. El dinero que recibían iba directamente a una caja, fuera del alcance de ellas, que se guardaba en otras dependencias.
Tal era la presión a las que estaban sometidas, como han contado, que vivían encerradas y si salían a la calle, a distancia, eran seguidas por el principal acusado para ver qué hacían, dónde iban y a quién hablaban. Todos los testimonios dan a la supuesta socia E.M. un escaso protagonismo. Muchas no conocían que también estaba prostituida, como ella misma relató en la sesión del jueves.
Las mujeres que han declarado hoy han otorgado una escasa responsabilidad a la mujer: «Ella estaba ahí por él; él ofrecía y ella lo seguía». El principal implicado también ha sido acusado por una de las mujeres, madre de una niña de tres años en aquel momento, de maltrato hacia la pequeña cuando el hombre se hacía cargo de ella.
Las defensas de los acusados han tratado de buscar posibles contradicciones en las declaraciones para encontrar cauces por los que exculpar a sus defendidos. Las letradas exploraron esos caminos y las lagunas de memoria de las testigos para construir sus conclusiones. El juicio se retomará el 25 de septiembre en la Audiencia Provincial.
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