La tarde del jueves había comenzado movida para la Policía Local con una intervención por violencia de género que se saldó con una detención y la asistencia sanitaria para la víctima. Sin embargo, la realidad de la jornada fue finalmente otra. Pocas intervenciones y apenas ... propuestas de sanción. «La mayoría de la gente cumple y hace las cosas bien», explica el oficial Alberto, que comparte coche con su compañero Héctor.
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Al filo de las 19:00 horas la noche ya ha caído sobre la ciudad, pero el centro continúa atestado de gente que apura las horas antes del toque de queda paseando o realizando las últimas compras. Unas mujeres charlan mientras una de ellas fuma, la ventanilla del coche patrulla se baja para pedirle a esta última que se aleje un poco de su amiga mientras acaba su cigarro.
La principal labor policial en esta situación es didáctica. Recordar, explicar y aclarar las dudas que tanto cambio de normativa puede provocar en la ciudadanía. En última instancia, sanciona. Desde marzo su día a día ha cambiado tanto como el de cualquier otro ciudadano. Algo que se nota desde la entrada en dependencias de Policía Local.
Allí, decenas de dibujos decoran, recuerdan y agradecen la labor de los agentes en los meses más oscuros del confinamiento. Los niños burgaleses se los han hecho llegar como respuesta a los momentos más felices de aquellos días: las felicitaciones de cumpleaños en las ventanas.
«Fue lo mejor de aquellos meses», confirman los agentes que han cambiado el 'cumpleaños feliz' por un nuevo mensaje recordatorio por megafonía que recomienda a los ciudadanos el confinamiento voluntario y la prohibición de estar en grupos de más de tres personas.
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La grabación, que suena a todo volumen dentro del coche para que pueda ser escuchado desde fuera a través del altavoz, se repite como un mantra durante el recorrido del vehículo por el Paseo del Espolón.
En un jueves sin pandemia la realidad de la Policía Local sería totalmente diferente. La juventud y la vida universitaria tomaría una ciudad a la que le quedan un par de horas para quedarse desierta. «Los botellones, fiestas en domicilios y los controles de estacionamientos o alcoholemias serían los avisos que recibiríamos», explican. Ahora, los avisos se centran en incumplimientos de la normativa covid: «Llegan muchos avisos de grupos, pero minutos más tarde, cuando llegamos, muchas veces no queda ni rastro de lo que nos han denunciado».
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Para recibir el primer aviso todavía queda un rato. Una llamada alerta de que en la zona de la Ventilla hay un grupo de chavales reunidos. A la llegada al lugar el panorama es bastante diferente a como lo pintaba el denunciante: cinco chicos sentados en un merendero, con las mascarillas puestas, comparten algo de comida y bebida. Sin embargo, deben ser propuestos para sanción, están incumpliendo la norma que prohíbe las reuniones de más de tres personas.
Tras la recogida de datos y la explicación del motivo de la infracción, los chicos parten cada uno por su lado. «En cualquier otro momento nadie nos habría avisado, ni siquiera estaban haciendo ruido», explican los agentes.
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La emisora vuelve a reclamar su intervención en otro punto de la ciudad por un aviso similar. En esta ocasión la policía se encuentra a tres personas con sus perros que se han parado a charlar con otras dos. «No se junten, por favor», les piden, mientras una chica les cuenta que se ha parado a saludar a unos conocidos: «Pues sepárense, por favor, debemos minimizar el posible riesgo de contagio».
De esta intervención el grupo que pasea con sus perros saca también una recomendación. Una de las chicas se dirige a Alberto: «Pensé que veníais porque mi perro no lleva el bozal. No se lo puedo poner, tiene una infección y me ha dicho el veterinario que no se lo ponga esta semana».
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Héctor se interesa por el estado del can y la raza, le pregunta por el motivo de la herida. El perro, que está dentro del listado de perros que deben llevar bozal según la Junta de Castilla y León, lo porta consigo pero sin colocar. «Todo esto que nos cuentas debes poder acreditarlo por escrito», le explica Alberto. «Pídele al veterinario que te haga un justificante por si te paramos que sepamos qué es lo que pasa», continúa. «Mañana voy a la clínica para que me dé el informe», promete la chica.
El recorrido por la ciudad continúa. La temperatura ha ido cayendo y cada vez hay menos gente por la calle. Cuanto más alejados del centro sean esas calles, menos vida se ve en ellas. Esto ha traído cosas buenas también: «Se han reducido delitos relativos a la seguridad vial como alcoholemias y presencia de drogas. Esta crisis sanitaria ha generado ya suficientes problemas; los ciudadanos se cuidan y huyen de problemas añadidos», explican.
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El movimiento de personas dentro de un local llama la atención de los agentes, que deciden intervenir para saber qué ocurre. Dos personas esperan su café para llevar. El establecimiento, perfectamente preparado para ello, está incumpliendo la normativa: nadie puede entrar en el local. Su propietario explica a Héctor y Alberto que le han asesorado que puede hacerlo así y lamenta que no tiene manera de servir desde la puerta. Los agentes tratan de sacarle de su error. La intervención se resuelve con un apercibimiento.
«Le hemos explicado la legislación. Hay que ser flexible y razonable con los ciudadanos, la normativa aparecida a raíz de la pandemia es muy cambiante, en nuestro anterior turno de noche cambió la legislación tres veces en una semana», cuenta Alberto. Además, no son ajenos a la realidad de muchos. «En relación a la hostelería, es duro tener que sancionar a alguien que está incumpliendo la ley cuando lo único que pretende es sobrevivir a esta dramática situación». Por eso la concienciación es una de sus labores en estos meses.
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Un grupo de ocho chavales jugando al pádel provoca un nuevo aviso. Los jóvenes salen de la pista en cuanto ven a los agentes, que de nuevo les recuerdan la importancia de ponerse la mascarilla nada más terminar de hacer deporte y de no juntarse en grupos. «Estábamos jugando un grupo y esperando el otro», alegan. De nuevo, la importancia de la didáctica, de explicarles que no pueden juntarse los ocho en ningún momento. «Hay que entender a los chavales, pero esto es lo normal, se les explica y, solo en el último de los casos, se les sanciona».
Desde hace un tiempo, la labor policial ha ido aumentando. «Cada día hay más tareas que hacer», aseguran. Por las mañanas ayudan con el control de confinamientos de los positivos covid, vigilando que las cuarentenas se cumplan: «Nos llega una lista de unos 26 contactos a los que vamos a visitar para comprobar que están en sus casas aislados»,explican. Además, ayudan a la Gerencia de Atención Primaria a ubicar a personas que no tienen sus datos actualizados.
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Por la noche, alrededor de 25 policías vigilan el sueño de los burgaleses cada día. «Y aun así nos falta gente», asegura Héctor. Porque la noche cuenta con el plus de «no saber nunca qué te vas a encontrar». Y terminan la primera parte de la noche reclamando que «tienen muchas plazas que sacar» mientras Burgos comienza a caer en el letargo nocturno.
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