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«Profundo desánimo», es lo que sienten los hosteleros burgaleses que, desde que comenzó la pandemia han visto cómo 40 establecimientos de Burgos han tenido que «bajar la persiana». Sin embargo, las previsiones tampoco son optimistas, «irán cerrando muchos más y algunos preguntan ya ... por traspasos», así lo explica el presidente de la Federación de Hostelería, Fernando de la Varga, que asegura: «No podemos más».
En agosto auguraban el colapso del sector en otoño y parece que sus peores previsiones se están cumpliendo. Las medidas relacionadas con el toque de queda y el último decreto del estado de alarma afecta, sobre todo, al sector de la hostelería y del ocio nocturno. Una «estocada» que, tras pasar por varios meses de crisis «sin que haya llegado ninguna ayuda», acabará por arruinar a estos autónomos. «Nos consta que algunos compañeros han tenido que acudir al banco de alimentos», reconoce de la Varga.
En estos momentos, la Federación está realizando un estudio sobre el impacto que la crisis de la covid ha tenido en el sector en Burgos. «Hay que cuantificar los daños y presentárselos a la Junta, porque las subvenciones llegan muy tarde y nosotros necesitamos a estas alturas ayudas directas», confiesa.
Desde la asociación no quieren aventurar todavía cuántos puestos de trabajo ha costado hasta el momento, ni hacer una previsión de los que puede costar antes de que finalice el año. «Nos duele mucho despedir a la gente porque nosotros hacemos equipos de trabajo y somos como una familia, la gente lo está pasando muy mal«.
De cara al futuro inmediato, de la Varga señala que no se pueden permitir más cambios de criterio de última hora porque les «está costando mucho dinero». De cara al puente de Todos los Santos, continúan a la espera de la decisión que tome el Ejecutivo regional al respecto, «ya no sabemos si van a cerrar la comunidad o si no se podrá viajar entre municipios» y, en función de ello, se adaptarán para poder trabaja.
En estos momentos, los hosteleros tratan de «mantenerse a flote como pueden» con la esperanza de que sus negocios vuelvan a ser rentables en el futuro. «Estamos volviendo a la hostelería del siglo pasado, sin poder mantener ningún tipo de conciliación familiar«, indica el presidente con evidente pesadumbre y esperando que las administraciones les proporcionen un balón de oxígeno que alivie el »castigo« que, según manifiestan, les han impuesto.
«Está demostrado que los focos de contagio no son nuestros establecimientos, »el problema es el ámbito social por el comportamiento de algunas personas«, admite y añade que el botellón no es un problema reciente, «llevan muchos años haciendo la vista gorda y nadie lo ataja y ahora es cuando se han visto las costuras», concluye.
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