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Y llegó el día grande. Ese en el que los burgaleses se echan a la calle cual marabunta festiva en busca de un refrigerio, un pinchito, unas notas musicales o una sonrisa. Un día en el que San Pedro, eso sí, comparte protagonismo con Santa María la Mayor, que parece no cansarse de recibir agasajos. O puede que sea justo al contrario y sean los burgaleses los que no se cansan de rendir dicho agasajo.
Sea cual fuere el orden de los factores, el resultado es siempre el mismo. Y más si sale un día soleado y agradable como el de hoy. Miles de burgaleses han participado una vez más en la ofrenda floral a la patrona de la diócesis, una tradición que arrancó allá por 1954. Cuentan las crónicas que la reina de aquellos festejos, Mercedes Moliner, recibió tal cantidad de ramos y flores como regalo de los burgaleses que decidió ofrecérselos a Santa María La Mayor. Y de aquella iniciativa surgió una de las tradiciones más arraigadas a este lado del Arlanzón.
Una tradición que, por mucho que pasen los años, se mantiene viva. Más que viva. Prueba de ello son las más de 6.000 personas que se calcula que participan cada año activamente en la ofrenda. Alrededor de un centenar de peñas, casas regionales, agrupaciones gastronómicas y entidades de toda índole arrancan el paseillo flor en mano hasta llegar a la Plaza del Rey San Fernando, donde los voluntarios, ataviados cual castizo castellano, las recogen y van colocando alrededor de la virgen, que minutos antes ha presidido la solemne misa de San Pedro.
Jóvenes, abuelos, niños, bebés e incluso alguna que otra mascota. Todos tienen la cita marcada en rojo en el calendario. Algunos llegan con solemnidad, otros precedidos por sus reinas -y reyes-, muchos lo hacen acompañados de su particular charanga y, de vez en cuando, algún grupo folclórico deleita al respetable que se agolpa en la plaza con algún verso tradicional. Pero todos, sin excepción, con flores, ramos o incluso cestas en la mano. ¿Cuántas? Imposible calcularlo con precisión. Algunos hablan de 40.000 flores. Otros se estiran y aseguran que se alcanzan las 100.000. En todo caso, muchas, muchísimas. Y con un marco incomparable como la Catedral de fondo, que siempre imprime otro realce a la cita.
Y así, poco a poco, todas las agrupaciones van dejando su ofrenda, que este año ha sido incluso más generosa que en ocasiones recientes. Prueba de ello es que, una vez completado el mural -realizado a base de flores rojas y blancas-, los voluntarios han decidido cubrir el escenario con un frondoso manto floral.
De hecho, cuando la comitiva oficial ha aparecido por la Plaza del Rey San Fernando, apenas sí había sitio para las ofrendas de la Corporación municipal y de la Corte Real. Una Corte que, como manda la tradición, ha mostrado sus dotes con la jota castellana. Allí estaban Janire e Irene, reinas mayor e infantil, cumpliendo fielmente con los cánones antes de que los grupos folclóricos interpretaran la jota comunitaria. Vuelo de faldas y color, mezclado con sonrisas y dulzainas. No puede haber nada más castellano.
Sólo un detalle ha fallado a la cita. Y es que, las falleras valencianas, ilustres visitantes cada año por los Sampedros, no han acudido en esta ocasión. Pero su ausencia no ha ensombrecido la cita, ni muchísimo menos. Ahora, toca seguir divirtiéndose.
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
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